
Intensa lectura la de “La edad del desconsuelo”. Anoche, una pregunta insistía en fijarse en mi mente: ¿Me hubiera servido de algo leerla cuando se publicó, allá por 1987? No sé, quizá “La edad del desconsuelo” debiera ser lectura obligatoria para los casados que están ingresando a los cuarenta, esa década tan mítica como definitoria en la vida.
Jane Smiley (1949-) es una autora estadounidense que ha escrito 13 novelas, pero que ha sido escasamente traducida, cuando menos al español. No la conocía y no recuerdo dónde leí sobre “La edad del desconsuelo”, pero me atrajo lo suficiente como para buscarla hasta en la propia editorial -no la encontré en mis librerías tradicionales- Sexto Piso.
En “La edad del desconsuelo”, conocemos a David Hurts, dentista, 35 años, casado desde hace años con su novia de Facultad, Dana, dentista también; padres de Lizzie, Stephanie y Leah. Consulta compartida, casas en los suburbios y en el campo, estabilidad financiera, señalando firmemente el rumbo hacia un futuro asegurado.
Horarios de trabajo flexibles y coordinados, tareas domésticas compartidas, tres hijas inteligentes, sanas y hermosas. Tanta perfección te provoca sentimientos encontrados, porque las primeras páginas de la novela es una relación que nos expone Dave sobre las maravillas que le ha otorgado la vida desde que conoció a Dana.
No dejas la novela porque la narración está bien hecha, y además, hasta eso, el tipo es simpático y profundo; sus reflexiones, realistas, descarnadas e interesantes; Dave, con su incontinencia narrativa, te va envolviendo en su visión sobre lo que ha sido su vida, en los pequeños actos y eventos cotidianos que engarzados, van construyendo una rutina, que parece le acomoda.
Todo NoÑo pues, hasta que durante un paseo en el auto, a la maravillosa Dana se le escapa, sin darse cuenta, un pensamiento que nunca debió salir de su mente, porque viene a partirle la visión idílica de la vida a su marido: “nunca más volveré a ser feliz”.¡Válgame la maldita imprudencia Dana! Mira que en ocasiones, los deseos se te conceden.
Al escucharla, a Dave se le mete a la cabeza que su mujer lo engaña. Y ese poderoso pensamiento, que se convierte en obsesión, transforma y trastorna su matrimonio, desequilibra su trabajo, altera a sus hijas. Después de analizar a su presunción desde todos los ángulos, concluye que ha llegado a “La edad del desconsuelo”, cuando “las barreras entre nuestras propias circunstancias se han derrumbado a pesar de toda la educación recibida”.
Dave decide “aguantar vara” y cumple con su compromiso de “padre involucrado”, exhibido a su máxima y febril intensidad durante la mini epidemia de gripa que enfermó a sus hijas, mientras su mente no descansa, y gira sobre temas como la desintegración de su relación, la conciencia del amor absoluto que siente por sus hijas, el futuro como divorciado, el desamor y el desconsuelo; y se colma -y nos carga- de ansiedad, miedo, angustia,
Novela corta, extraordinaria y compleja; atrevida e intensa; relevante y realista. “La edad del desconsuelo” retrata la vida, la vida misma, y por eso, te puede servir como herramienta para iniciar una conversación íntima contigo mismo, para confesarte o cuestionarte que tanto consuelo requieres, que tan feliz o infeliz eres. Y no, no sé si hubiera cambiado las cosas haberla leído a mis cuarenta..