
Leopoldo Alas, “Clarín”, publicó “La Regenta -es su ópera prima-, en dos tomos, el primero en 1884, y el segundo, en 1885, y si bien en el inicio provocó controversias y polémicas por su temática, hoy es considerada por muchos como la segunda mejor novela española, después del “Don Quijote de la Mancha”. No seré yo quien objete el fallo popular.
A mi me resultó “La Regenta” una obra colosal, un texto extraordinario; la novela total del Siglo XIX español. En “La Regenta”, Alas explora minuciosamente la historia, las costumbres, los valores y prejuicios, los caracteres de una ciudad “imaginaria” de la provincia española; un micro universo, donde la ambición, la mentira, el fanatismo, la hipocresía, y la ignorancia de una sociedad burguesa del Siglo XIX español, erigen el escenario donde surge la historia de un, no digo triangulo, sino un trapezoide amoroso, con cuatro personajes involucrados, que obtienen de su Ménage à quatre, consecuencias desiguales.
La historia ocurre en Vetusta (Oviedo), en tiempos de la Restauración, en el tercio final del siglo XIX y cuenta la historia de Ana Ozores, La Regenta, una “guapísima señora”, de 27 años, considerada por sus coterráneos como “una mujer hermosa, hermosísima”; vanidosa, Ana “encontraba exquisito deleite en verificar la justicia de aquellas alabanzas”. De comportamiento infantil, su única preocupación parece ser su persona; el aburrimiento en qué vive, su futuro, su salud, su pasado. Distante de todas las personas que la rodean, batallé para comprender la fascinación que ejerce en ellos, siempre discutiendo sobre lo que hace y deja de hacer la bella señora.
Huérfana de madre, y al cuidado de su padre, cuando este fallece, busca amparo con unas tías, para que pronto, buscando independizarse de ellas, contraiga, sin aún salir de la adolescencia, matrimonio, sin amor, con Don Víctor Quintanar, hombre en sus cuarentas, que le ofrece puro amor paternal, dejándola sexualmente insatisfecha, sin haber “gozado una sola vez esas delicias del amor de que hablan todos… “ . Después de varias regencias en diferentes Audiencias, el matrimonio se asienta en Vetusta, donde Don Victor vive una vida de jubilado, inventando artefactos, saliendo de cacería, o asistiendo a cuanta obra teatral se presentaba en el pueblo.
Egocéntrica, narcisista, egoísta, creyéndose, incluso, merecedora de la atención especial de Dios, elige como confesor a don Fermín de Pas, “El Magistral”, un sacerdote apuesto, ambicioso, orgulloso y narcisista, como la misma Ana; Considerado como “sabio teólogo, filósofo y jurisconsulto”, es protegido por el Obispo, y su comportamiento altivo provoca que sobre él se centren envidias, celos, rumores, muchos de ellos, ciertos.
El cuarto personaje es el clásico don Juan del pueblo: Álvaro Mesía, un cuarentón, siempre vestido a la moda, “rubio, pálido, y de ojos pardos”; jefe del partido liberal, presidente del Casino, y cuya única ocupación pareciera ser la de conquistar mujeres. Para este soldado del amor, conquistar a Ana, parecía significarle el equivalente a ser condecorado con La Cruz Laureada, obtener el trofeo más hermoso para su vitrina amorosa.
Así pues, nos encontramos con una hermosa Ana, que frustrada y fastidiada por la monotonía de su vida y el abandono de su marido, busca escaparse del aburrimiento, y para ello, parece no encontrar más que dos vías: la religión, representada por Fermín, o la pasión amorosa, que le ofrece Víctor, mientras que el pueblo observa.
Dice Vargas Llosa que “la novela total es aquella que explora su propio universo hasta el límite, sin hacer concesiones al gran público. Esta tiene un mundo cerrado en sí mismo y paradójicamente, creciente”. En su novela, Alas no se amojona en el tratamiento de temas sensibles, y nos ofrece una visión crítica y dura de la sociedad vetustense, símbolo de la vulgaridad, ignorancia, e hipocresía de la provincia española del XIX, dirigida por sacerdotes ambiciosos, nobles vulgares y políticos banales.
Largo texto. Escribir sobre lo que leo, es un intento de intimar más intensamente con mi lectura. Sin pretender precisar los aspectos técnicos o intelectuales del texto, deseo prolongar, aprisionando en mi sistema límbico, durante el mayor tiempo posible, los sentimientos y las emociones que su lectura desencadenaron. Muchas y variadas fueron las sentidas durante el disfrute de “La Regenta”, una “novela divertida y cruel, repleta de ironía y de cultura, de hondura psicológica y de perspicacia sociológica”, obra de imprescindible lectura. ¡Te leo!