Reconozco que me gusta el cantaautor Sabina. Me gusta su estilo, sus canciones y hasta algunos de sus desplantes y posiciones políticas. Admiro su desparpajo, su importamadrísmo, y hasta la manera en que ha vivido su vida.
Sabina es y se sabe admirado y querido en México, como lo es en España y gran parte del mundo latino. Artista de nicho, no es ampliamente reconocido por el pueblo, pero si mucho entre la gente con, digámosle suavemente, una educación y cultura por encima de la media.
No me extraña que al Presidente Calderón le guste Sabina. Muchos sabemos que Calderón es un bohemio de corazón, y si a eso se le suma que es educado y vaya, no inculto como su antecesor, pero ni tan culto como Clinton; El Presidente Calderón cuenta con un nivel bastante aceptable de cultura , por eso disfrutó el concierto de Joaquín y más debió gozar la reunión que sostuvieron en Los Pinos.
Ahí, el cantante y el político debieron hablar de música, poesía, novela pero también de política, y por qué no: de la guerra contra el narco. Ya Sabina había provocado una batalla de declaraciones con el Secretario Gómez Mont y el mismo Felipe Calderón al considerarlo -al Presidente- un ingenuo por plantear la guerra al narcotráfico como la ha planteado.
Que bueno que se juntaron; que padre que cantaron, rieron, hablaron y quizá hasta discutieron un poco -ambos son de mecha corta, y Gómez Mont también la tiene cortita- y que al final todos salieron contentos. Me da harto gusto y más envidia. Sr. Presidente,a la otra, invite.