
Primera novela que leo de la autora Texana. Fan de la novela negra, compraba sus libros con la seguridad que tarde o temprano las leería, pero la verdad, pasaron muchos años, hasta que hace unos días, me topé con un ensayo de Sergio Pitol sobre otra novela de Highsmith que me hizo click, y me provocó leer la edición conmemorativa 50 Anagrama de la primera novela de la serie de Tom Ripley.
Debo de comentar que “Los talentos de Mr. Ripley” no sigue casi ninguna de las reglas tradicionales del género negro. El protagonista, Thomas Ripley no es policía ni un detective sagaz, astuto, inteligente: es un ladrón, estafador, un asesino psicópata de lo peor, y si ven con cuidado la foto de arriba, podrán observar que Patricia Highsmith escribió 5 novelas utilizándolo como protagonista, así que no rompo con la regla de cortesía a la que estoy sujeto como comentarista de una historia de misterio si les cuento que, al final de la novela, los buenos no logran ajustar cuentas con Tom.
Entonces, si el enigma no es el cuándo y cómo van a atrapar al asesino, es válido preguntarnos: ¿cómo carajos le hizo la autora para apremiarnos a continuar leyendo ávidamente, vorazmente -terminé la novela en dos sentadas-, obsesivamente, las azarosas andanzas de Thomas?
La respuesta, para mi, estuvo en la caracterización de su anti héroe: Thomas Ripley, joven sin escrúpulos ni moral, que construyendo su muy personal escala de valores, logra esquivar sus reparos y contradicciones, en la búsqueda de la satisfacción de sus anhelos, pero a quien la autora nos condena, por mas absurdo que nos parezca, a desear que siga, que de alguna manera, se salve.
Con un inicio sosegado, donde parece que no sucede nada, utilizado por la autora para construir los personajes de la novela, conocemos a Tom, de 25 años, malviviendo en Nueva York, donde una tarde de suerte, lo contacta un millonario que, pensando que Tom es muy amigo de su hijo, Dickie Greenleaf, que vive en Italia, le pide que vaya y lo convenza de que regrese a casa.
Mr. Greenleaf le ofrece a Tom el viaje a Italia con los gastos generosamente cubiertos. Ripley acepta el encargo, se va y contacta con Dickie en un pequeño pueblo costero italiano cerca de Nápoles, donde logra hacerse su amigo, para terminar asumiendo su identidad después de asesinarlo.
Ni crean que ya les conté la novela. No, no mis estimadas amigas y amigos, aquí es cuando inician los juegos de pirotecnia de Tom para encubrir su delito, que lo llevan a encadenar otros más, dando muestra de su ingenio e inteligencia criminal, que con cierta dosis de suerte, le permiten dirigir las investigaciones policiales por rutas sin destino.
Novela de corte psicológico, narrada desde el punto de vista de Tom, el ambiguo, el solitario, el inmoral, el frustrado, el escurridizo y turbador protagonista. El mayor atractivo lo encontré en los recursos literarios que utilizó Highsmith para angustiarnos, para horrorizarnos, cuando caemos en la cuenta que, en el fondo, muy en el fondo de nuestra conciencia, anhelamos que el juego continúe, y ese deseo me resultó muy inquietante, para que es más que la verdad.
PD-: Odié haber visto la versión cinematográfica del libro que estoy leyendo. ¿Por qué la leí si me molesta tanto? Porque al iniciar una lectura, es rara la ocasión que recuerdo o relaciono la novela con una película. Normalmente, ni los títulos coinciden. No sabía -recordaba- que había visto la película. El caso es que a las pocas páginas, aunque no lograba quitarme de la mente la cara de Matt Damon, la maestría de Highsmith logró que me sumergiera profundamente en la novela, asombrado, confirmando la máxima de que el libro casi siempre es mejor que la película.