
De Edith Wharton solo había leído parte de sus libros de ensayos literarios “Criticar ficción”, “El vicio de la lectura” y “Escribir ficción”. Sabía que era autora de una novela que llegó con gran éxito a la pantalla cinematográfica: “La edad de la inocencia”, novela que además fue galardonada con el prestigioso Pulitzer en 1920, pero no se me antojaba leerla, pues no me gusta leer lo que ya ví en la pantalla.
Conocía por reseñas y comentarios de la valía de “La casa de alegría”. Hace relativamente poco tiempo, la compré con la intención de conocer a Edith en su faceta de novelista, y justo después de leer a la Nobel 2018 Olga Tokarczuc me llegaron las ganas, así que aquí estoy, satisfecho con la lectura, pero con una ligera humedad en los ojos, molestas y estorbosas a la hora de escribir estas líneas.
La historia ocurre entre New York, sus alrededores y algunas ciudades Europeas a principios del siglo XX. Cuenta la historia de Lily Bart, una joven bellísima y carismática, educada para desenvolverse como un verdadero Sol entre lo más granado de la alta sociedad del Este norteamericano.
Además de belleza y excelente educación en las materias necesarias para triunfar en ese mundo, Lily está dotada de atributos que la hacen ser una mujer preciada y apreciada: leal amiga, discreta, delicada, adaptable, inteligente, integra, con ciertas aptitudes artísticas, generosa, de fuertes convicciones morales, pero ingenua, ilusa, contradictoria y sin recursos financieros.
Y es el miedo a la pobreza lo que la lleva a cometer desacierto tras desatino, y a nosotros, a inquietarnos por el rumbo que va tomando su vida, pues caballeros que somos, nos la pasamos afligidos ante tantos despropósitos.
Lily, deseando consolidarse en el único mundo que conoce, pero sin dinero para lograrlo de manera independiente, busca marido para alcanzarla, sin darse cuenta que al no priorizar el amor como elemento de peso al evaluar los candidatos, son sus convicciones morales las que la imposibilitan tomar por esposo a quien no se ajuste a las mismas.
No sé como contarles mis impresiones sin incurrir en algún indeseado spoiler . Lily es adorable, pero está más salada que el Mar Muerto. Todo lo hace con la mejor de las intenciones, pero nada le sale bien. La incapacidad de la hermosa Princesa para conciliar valores con ambiciones la van encaminado hacia el destierro de “La casa de la alegría”.
Envidiada por muchas, deseada por casi todos; vulnerable por su posición financiera y sí, también por su ambición, orientada a permanecer en un sitio privilegiado vía matrimonio, dentro de una sociedad que espera cualquier error para expulsarla de sus filas, se hace de a gratis de una enemiga más pérfida y malévola que Maléfica.
¡En fin! No les cuento más. Gracias a la maestría de la pluma de Wharton, “La casa de la alegría” nos permite asomarnos al ambiente, los usos y las costumbres, los códigos de conducta de la alta sociedad del Nueva York de esos años. Novela con decenas de personajes que giran alrededor de Lily y que refleja un amplísimo y diverso espectro de comportamientos humanos. “La casa de la alegría” es una novela de época que vale la pena leer.
Yo, la verdad, me quedé triste, ojeroso y cansado. Al final, lo único que quería era tomar a Lily de los hombros, mirarla fijamente a los ojos, darle una ligera sacudida y decirle lo más suave posible: “espabílate niña, ya no peques de insensata, confiada e ilusa; elude tus contradicciones, sigue los mandatos de tu corazón y cásate conmigo, que seremos pobres, pero felices”.