“La madre de Frankenstein”, de Almudena Grandes

El saldo de la Guerra Civil española fue incalculable. No se puede medir en la cantidad de muertos, heridos y encarcelados, aunque esas cifras son espeluznantes: al menos 300 mil hombres perdieron la vida en los frentes de batalla, cerca de 200 mil hombres y mujeres fueron asesinados, ejecutados extrajudicialmente, o tras precarios juicios legales. Tras la victoria del franquismo, 20 mil republicanos fueron ejecutados y muchos más fallecieron de hambre y enfermedades en los campos de concentración y las cárceles franquistas. A millones de españoles no les quedó otra alternativa más que el exilio, y los que se quedaron, vivieron en un régimen de odio, terror y represión.

Es en una España pobre, violenta, sombría, silenciosa y reprimida donde Almudena Grandes desarrolla sus “Episodios de una guerra interminable”, del cual “La madre de Frankenstein” es el quinto de la serie, que hasta el día de hoy, contempla un sexto: “Mariano en el Bidasoa”. Es necesario apuntar que todos se pueden leer independientemente, aunque algunos personajes aparecen fugazmente en varias de las historias.

“Inés y la alegría”, “El lector de Julio Verne”, “Las tres bodas de Manolita” y “Los pacientes del doctor García” son los primeros 4 títulos publicados, alcanzando en todos, el reconocimiento de la crítica y sus lectores. Leí los tres primeros, y todos me fascinaron.

“La madre de Frankenstein” se ubica en Madrid, a mediados de la década de los 50´s del siglo pasado, cuando el terror del régimen ya no se ejerce fusilando o desapareciendo abiertamente a los opositores, sino con amenazas, abiertas o soterradas, imponiéndoles barreras infranqueables a sus aspiraciones, robándoles la esperanza, lo único que les quedaba a principios del decenio.

La historia cuenta las vidas de Germán Velázquez, joven psiquiatra; de María Castrejón, auxiliar de enfermería en el manicomio femenil de Ciempozuelos, donde está internada la parricida Aurora Rodríguez, célebre por su inteligencia, por sus actividades progresistas y por asesinar a su hija. Tres personajes, provenientes de mundos y realidades diferentes, y que coinciden en ese hospital psiquiátrico.

Las historias de Germán, María y Aurora dan pie a más anécdotas y protagonistas, que se entrelazan edificando una novela coral -tres narradores claramente diferenciados-, bien narrada. Novela de fuertes personajes femeninos, destaca María, un mujer carismática, armada con una series de cualidades y defectos, que la hace un ser adorable y entrañable; la hermana Belén, responsable religiosa del manicomio, dura, pero justa y preocupada por sus internas; o la misma Aurora Rodríguez Carballeira, una mujer visionaria, y progresista, afectada por una enfermedad mental, que permanece encerrada durante años en el manicomio, sin perder de todo su cultura y la inteligencia que la distinguía, y que a pesar de los pesares, termina agradándome.

Pero el protagonista es el cándido bobo, el ingenuo tetote del Germán Velázquez Martín, cuyo padre, siquiatra como él, lo envía por seguridad a estudiar a Suiza bajo el amparo de uno de sus mejores amigos y colega, Samuel Goldstein, que le abre las puertas de su familia y de la profesión. Es en Suiza donde Germán se gradúa e inicia su práctica profesional, hasta que con una decisión inexplicable, decide aceptar una oferta para regresar a una España desconocida después de 15 años de ausencia, a trabajar en el manicomio de Ciempozuelos, dirigido por un viejo conocido de su padre.

La novela me enganchó desde el inicio. No es una novela sombría, llena de situaciones lacrimógenas. Para nada, en algunos pasajes, es hasta luminosa, porque encuentras amor, respeto, solidaridad y una que otra situación chusca. Sin que sea el tema central de la historia, revela el papel sobresaliente que jugó la psiquiatría como forma de control del nacionalcatolicismo español de la época, y que tanto enriqueció a aquellos que, alentados por personajes como el psiquiatra Vallejo-Nájera o el Obispo de Madrid Elijo Garay, ofrecían entre otros disparates pseudocientíficos, “curar” el homosexualismo.

Excelente novela de Almudena Grandes, que lanza varios guiños a su precursor Benito Pérez Galdós, y que como ella misma reveló, es un homenaje “en memoria de todas las mujeres que no pudieron atreverse a tomar sus propias decisiones sin que las llamaran putas, que pasaron directamente de la tutela de sus padres a las de sus maridos, que perdieron la libertad en la que habían vivido sus madres para llegar tarde a la libertad en la que hemos vivido sus hijas”.
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