
Fabius amaba la música: “Beyond the Missouri Sky”, la que le llegaba al alma; Fabius quería a Julia; Fabius se sabía un hijo del amor, el que existió entre Anne y su padre; Fabius no atendía la escuela, pero pasaba horas rasgando su guitarra. Fabius se encontraba en una fase de cambios fuertísimos: se había ido a vivir con su padre, había cambiado de escuela y se había mudado a una gran ciudad donde no conocía a nadie.
El Nobel Elias Canetti escribió en sus reflexiones recogidas en “El libro contra la muerte” que “Cobrar conciencia de la muerte parece ser el acontecimiento más grávido de consecuencias en la historia de la humanidad”. Tuvieron que pasar diez años desde la repentina muerte de Fabius, el hijo adolescente de Wolfgang Hermann para que lograra escribir sobre su desgarradora pérdida, tiempo que le llevó tomar distancia, hacer más soportable su dolor, para lograr plasmar con su escritura sus recuerdos de esa experiencia y sus esfuerzos para sobrevivirla.
“Lo que se marchitaba dentro de mí era mi vida. Desde la muerte de Fabius no había respirado hondo ni una sola vez. Los días eran días sin luz, aunque en alguna parte, allá fuera, luciese el sol. Lucía, pero estaba engullido por la tierra.”
Avanzando, retrocediendo, Hermann va construyendo la memoria de Fabius, también hijo de Anna, Anna la novia de la adolescencia, a la que amó, con una amor que no alcanzó para superar los enconos y escollos que casi siempre se les atraviesan a las jóvenes parejas, sin un lugar propio donde cimentar su relación.
Libro corto, hermoso requiem para un niño joven a quien apenas se le abría la vida con todas sus promesas y sinsabores. Libro como herramienta para superar la pérdida, el desconsuelo, el daño, la incomprensión sobre el significado de la muerte.
No conocía a Wolfgang Hermann. “Despedida que no cesa” es el primer libro que leo de los más de 20 que ha publicado en español. Llegó a mis manos por esa manía que he adquirido por la lectura de libros sobre el duelo. El libro es bueno, fuerte, doloroso, pero esperanzador. El largo proceso que tomó el autor buscando una salida al calvario que le sigue a la pérdida de un hijo te permite vislumbrar una ligera luz al fondo.
“Despedida que no cesa” emociona, pero no te desborda. La prosa contenida de Hermann te sujeta. El padre cuenta, pero en la narración percibes una lucha interna sorda para contener su aflicción, una especie de decoro que impone un velo que esconde la magnitud del tormento que sufre; lo percibes, pero no lo lees, Wolfgang reprime al máximo sus emociones, pero no nos imposibilita a acompañarlo en el trance.