En el 2018 empezó a aparecer en blogs y reseñas literarias el nombre de Carmen Mola, el seudónimo de una escritora española residente en Madrid que la estaba rompiendo con la novela negra “La novia gitana”, que terminé leyéndola en abril del 2019. En mis notas escribí que “La verdad que es una novela entretenida, pero con un final, esas últimas 50-60 páginas, de esas que te dejan con la cabeza volando”.
“La novia gitana” se convirtió en un Best Seller, y el misterio sobre la autora potenció más el interés sobre la novela. Además, su protagonista, la inspectora Elena Blanco, por la tragedia en que se vio envuelta -el secuestro de su hijo, que apareció de forma escalofriante en la página final- ganó adeptos entre los que gustamos de historias policíacas, a pesar de que el personaje principal acumulaba demasiados clichés.
A finales del año pasado apareció la continuación de la saga, “La red púrpura”, y aunque la primera no me pareció lo máximo, si me dejó con la espinita enterrada sobre la historia de Lucas, el hijo desaparecido de la inspectora Blanco, por lo que con muchas reticencias por el precio -$499.00- la compré y en estos días iniciales del 2020 me provocó leerla para saciar la curiosidad y ver si la novela cumplía con las expectativas que había generado tantas reseñas , comentarios e inversiones en mercadotecnia por parte de Alfaguara.
Poco se puede decir sobre la autora. Si la intención era emular al fenómeno italiano Elena Ferrante, allá ellos. No creo que las quinielas por adivinar quién está escondida detrás del seudónimo alcancen los niveles a los que ha llegado la autora de la saga “Dos amigas”.
Elena Blanco encabeza un cuerpo de elite de la policía española, supuestamente especializado en perseguir delitos cibernéticos -pornografía de todas las parafílias, vídeos snuff (grabación de asesinatos en vivo, transmitidos por la red), etc.- integrado por un grupo de investigadores en los cuales aparecen todos los tópicos del género negro. La propia inspectora, alcohólica, cantadora en karaokes, destrozada por la desaparición de su hijo, divorciada por lo mismo, en un ejemplo clásico del noir.
La novela trata sobre la persecución de “La red púrpura”, un cartel que difunde en internet asesinatos, peleas a puño limpio, que terminan solo con la muerte de uno de los dos participantes, torturas, violaciones, etc., con la promesa de que todo lo que los espectadores ven -que pagan astronómicas cifras por conectarse al los “eventos” -, es real y en vivo.
Elena Blanco guarda un secreto que no se atreve a compartir con su equipo: tiene una fundada sospecha de que su hijo, secuestrado años atrás, siendo un niño de 5 años, se ha convertido en manos de sus captores, en un miembro activo del grupo criminal. Así, la novela se desenvuelve en dos planos: la historia de Lucas desde su secuestro hasta ese momento, y la propia investigación que espera culminar con el desmantelamiento de la red y la captura y encarcelamiento de los criminales.
Me hizo mucho ruido el secreto de la inspectora. Inverosímil que una jefa de un cuerpo policiaco de elite guarde un secreto de esa dimensión, a sabiendas que le afecta su objetividad y desempeño. Paso lo borracha, su pasión por el canto, su afición al sexo casual en las parte trasera del auto de su amante ocasional; es parte del carácter de muchos detectives que protagonizan noir. Pero no entendí la necedad de no participar a su equipo de su dilema.
En fin, “La red púrpura” te engancha -tiene un muy buen inicio- y te entretiene, a pesar de algunos hechos que te parecen inverosímiles, y a diferencia de “La novia gitana”, parece que va aflojando , aflojando, hasta que ¡ahijo de su! al final, el desenlace de la investigación nos vuelve a sorprender, por lo cruel e inesperado.
Me dolieron los 499 pesos, aunque el libro como tal, es hermoso, y pensándolo mejor, los vale.