«La crisis de los 60 no es nueva en la literatura. El hombre que al cumplir una nueva década se da cuenta de lo insustancial que es su vida, lo deprisa que ha pasado y todas las cosas que se quedaron en el tintero es una figura bastante habitual de las novelas. Sin embargo, en la mayoría de los casos este personaje emprende una búsqueda en sí mismo, lo más probable es que viaje a su pueblo para reencontrarse con su pasado y descubrir tal vez algún secreto. Generalmente suelen resultar novelas bastante metafísicas con finales felices y traumas del autor en el que el personaje ha acabado su transformación. Pues bien, Esther Tusquets nos da otra vuelta de tuerca y hace que su personaje se encuentre a sí mismo… en el bingo.
El personaje que se protagoniza las páginas de “¡Bingo!” no es la típica persona a la que estamos acostumbrados a ver o imaginar cantando líneas y mirando absorto las bolas del bombo. Se trata de un hombre de negocios de una alta posición, culto, refinado, con ínfulas de pintor, buen amante con todas menos con su mujer que aguanta estoicamente los cuernos de clase alta. Pero un día, cerca de su cumpleaños, algo se rompe. Se empieza a preguntar si la vejez era eso, una vida en calma, mirar los escaparates y las obras, ser cada día más protestón, más inaguantable, más cascarrabias, conformarse con la paz y la salud sin tener otro objetivo. Ese horrible aburrimiento. Este hombre (cuyo nombre es ése en la novela de Tusquets, ‘el hombre’) comienza a darse cuenta de que se ha casado con una mujer a la que no ama y sin embargo ella siempre se ha portado demasiado bien con él, y que sus hijos le consideran un hombre que trabaja y lee el periódico, además le da una vagancia terrible quedar con ellos para comer los domingos. Es en este punto cuando vienen los arrepentimientos, el ‘qué he hecho yo’, y acude a su mente Ana, aquella joven llena de vida y de revolución que amó cuando era un universitario y la vida todavía parecía una caja de regalo casi sin abrir. Atormentado por el recuerdo de Ana y por su propia vida, no puede más y decide que tiene que refugiarse en algún lugar. Entra en el primer sitio que ve, que piensa que es una iglesia por su alfombra roja, pero no lo es. Se trata de un bingo, y ahí comienza su escapada.
El cuadro que Tusquets nos presenta de esta casa de juegos y de su ambiente, no difiere mucho del que cualquiera de nosotros tenga prototípicamente grabado en el cerebro, sólo que se nota que la escritora ha hecho trabajo de campo para este libro o tal vez que el bingo sea su afición secreta (¡bravo por los escritores que confiesan unos vicios tan poco literarios! No todos fuman en pipa y dan solitarios paseos por la playa, aunque no lo confiesen). La escritora catalana nos presenta un lugar con toques horteras, casi kitch, donde una especie de mafia compuesta por jubilados ludópatas no ve con buenos ojos que los ‘nuevos’ se lleven sus premios, donde todo el mundo tiene mil manías, portan cientos de amuletos, creen en los números mágicos y algún iluminado afirma que le apoyan las teorías matemáticas, donde se mueven los divorciados apurando el primer cubalibre que siempre es gratis y donde las azafatas se tropiezan y bostezan porque llevan más de un mes de vacaciones. Casi siempre son los mismos parroquianos, apenas cambian, y entonces es cuando descubrimos que aparte de ser un tugurio de medio pelo donde suceden pequeñas alegrías, el bingo también es un lugar reconfortable en el que estar acompañados, donde se refugian hasta la madrugada las personas insomnes o las que no quieren encontrarse con la soledad de su apartamento.
Es en este mundo en el que el hombre comienza a revivir y a interesarse por las cosas. Guiado de Rosa, una binguera de raza con unos kilos de más y hermosos broches, descubre la sabiduría y la alegría. Y mientras su mujer piensa que tiene un romance con otra, él no lo desmiente porque prefiere que su esposa piense que hace de don Juan a que sepa que por las noches quema su tiempo en el bingo.
Esther Tusquets, a la que le sobra la ironía, nos presenta una obra en la que se mezclan constantemente el humor y la melancolía, y, aunque ambos sentimientos se contraponen, ambos se refuerzan. Los textos son de una lectura muy fácil, pero se echan de menos bastantes puntos, puesto que hay frases que ocupan párrafos enteros.
Si el libro tuviese que resumirse en una frase sería “cuando el amor nos deja, la muerte nos alcanza”. Y cada uno se busca su manera particular de huir de la muerte, que es lo que nos quiere decir Esther Tusquets, porque la ilusión se puede encontrar en sitios tan insospechados como en un bingo nocturno.»
Hasta aquí la reseña de Leticia Sánchez, que por no querer contar el final, no dice que la ilusión que se encuentra en un Bingo, también la puedes encontrar en el bar de la esquina.
Me gustó el tema, me gusta como escribía la Tusquets, pero odié la salida fácil. Una novia de 25 años? No mames Esther! Desde dónde estés: ¿Es lo que nos queda por delante?
Esther Tusquets Guillén (Barcelona, 30 de agosto de 1936 – id., 23 de julio de 2012) fue una editora, escritora y ensayista española.[1]
Fue conocida por fundar y dirigir durante 40 años la editorial Lumen.[2]
En 1978 publicó su primera novela, El mismo mar de todos los veranos, que acaba conformando una trilogía junto con El amor es un juego solitario (ganadora del Premio Ciudad de Barcelona en el año 1979) y Varada tras el último naufragio, en el año 1980.[3] Sus escritos evidencian una obsesión con el pasado, y sus consecuencias en el presente, con protagonistas siempre femeninos.[4]
Fallece el 23 de julio de 2012 en Barcelona a causa de una pulmonía.[5]
Novelas
Editar
• El mismo mar de todos los veranos (1978)
• Juego o el hombre que pintaba mariposas (1979)
• La conejita Marcela (1979)
• El amor es un juego solitario (1979)
• Varada tras el último naufragio (1980)
• Recuerdo de Safo (1982)
• Para no volver (1985)
• Libro de Moisés : Biblia I, Pentateuco (1987)
• Después de Moisés (1989)
• La reina de los gatos (1993)
• Con la miel en los labios (1997)
• ¡Bingo! (2007)
Autobiografías
Editar
• Confesiones de una editora poco mentirosa (2005)
• Habíamos ganado la guerra (2007)
• Confesiones de una vieja dama indigna (2009)
• Tiempos que fueron (2012), junto con Oscar Tusquets
158 páginas