16/2017-. Poesía, la poesía es necesaria:

El mundo sólo vuelve
entre las tablas
e aquella biblioteca:
el amor
mi padre muerto

“Lo perdido” de Dulce María González, que por los juegos de azar que jugamos a diario con la vida, fue mi novia -yo en prepa, ella terminando la secundaria – y por esas circunstancias de la adolescencia, ella no notó que era un lector, y yo menos, que era una enorme poeta en ciernes. En ese entonces, el deporte nos definía.

Treinta años después, la vida nos reunió unos cuantos días, pero la sigo teniendo presente en mis lecturas.

La narradora, poeta y periodista, Dulce M. González (Monterrey, México, 1958 – Ibídem, 2014) cursó estudios de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, fue Coordinadora del Centro de Escritores de Nuevo León y becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Además impartió clase en la Facultad de Medicina de la UANL y fue titular de la columna Literespacio en el periódico El Norte. En 2002 recibió el Premio Nuevo León de Literatura y en 2003 el Premio a las Artes de la UANL.

Publicó Gestus (crítica de teatro; 1991), Detrás de la máscara (cuento; 1993), Donde habiten los dioses (prosa, 1994), Crepúsculos de la ciudad (crónica; 1996), Ojos de Santa (poesía; 1996), Elogio del triángulo (cuento; 1998), Mercedes luminosa (novela; 2005), Encuentro con Antonio (novela; 2006), Los suaves ángulos (novela; 2009) y Lo perdido (poesía; 2014). En 2012, en colaboración con el fotógrafo Oswaldo Ruiz, publicó el libro de poemas Un océano divide (Vaso Roto Ediciones y UANL).

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