
Anagrama es una de las editoriales que más admiro y leo. Gracias a sus publicaciones he conocido a un conjunto de escritores y escritoras europeos a los que difícilmente habría tenido acceso. Además, su colección “Narrativas hispánicas” nos ha acercado a los mejores autores españoles y latinoamericanos contemporáneos. Y desde 1983, el certamen Premio Herralde de Novela ha servido como invaluable plataforma de promoción de sus ganadores, ya sean escritores noveles o consolidados.
A Daniel Saldaña no lo conocía. Mi lectura de “El baile y el incendio” es un ejemplo de que el galardón funciona. Y no es que Saldaña Paris sea un escritor desconocido: en el 2017 fue incluido en la lista Bogotá39, la cual reconoce y acredita a los Mejores Escritores Latinoamericanos menores de 40 años, pero ha publicado poco: dos novelas más, las dos en Sexto Piso, otra editorial que leo, además de un libro de poesía y otro de ensayo.
“El baile y el incendio” es una novela de sobresalientes hechuras, destacando, además de la excelente factura de los tres personajes que estructuran la historia, la creación del ambiente, de esa atmósfera de sofoco, desolación y pesimismo que se siente en la ciudad mexicana de Cuernavaca, durante una época reciente, una ciudad donde la Primavera se suponía eterna, y que se encuentra asediada por una sequía extrema, e intoxicada por los humos producidos por los incendios de los bosques que la rodean.
“El baile y el incendio” cuenta la historia del reencuentro después de varios años, de tres amigos de la adolescencia, que a mitad de sus treinta, se encuentran en esa etapa de la vida cuando comienzas a darte cuenta que tu vida no es como la que soñabas: Erre, divorciado, desorientado, fracasado en sus pretensiones cinematográficas, presa de dolores crónicos que lo conducen a la dependencia de los opiáceos; Conejo, el mal trío, encerrado y al cuidado de su padre ciego como causa y justificación de su estéril vida; y Natalia, la bailarina y coreógrafa, la creativa que bajo encargo, da forma a “El baile”.
Al inicio de la novela, cuando encontramos a Natalia enfrascada en la temática de las coreomanías, esas epidemias “danzantes” que ocurrieron en varias ciudades europeas durante la Edad Media, o investigando sobre los juicios contra Märet Jonsdotter, en Suecia, tras ser acusada de convertir a distintas mujeres en brujas, estuve a punto de abandonar la lectura. No es que los temas no fueran interesantes, aunque por momentos temí que el escritor nos ensartara una pretenciosa pieza, más ensayo que ficción, pero me equivoqué rotundamente.
Y es que me sentí obligado a acudir constantemente a Google para investigar que tanto era verdad, curioso que soy, y entorpecía mi lectura. Que bueno que no lo hice, porque de eso trata “El baile y el incendio”. La investigación no estaba de más, mostraba el proceso creativo de Natalia. Hiló fino Daniel para unir historia medieval, danza moderna, crisis climática con el relato del reencuentro de Natalia, Erre y el Conejo. Muestra del talento del escritor, quien arriesgó a que sus lectores se perdieran en el camino: “La paciencia es la llave maestra para enfrentar todas las situaciones”.
Otra apuesta en la que salió airoso el autor, fue la elección de utilizar como narradores a los tres personajes. Historia contada desde tres puntos de vista, tres voces claramente diferenciadas, que además de narrarnos la historia, nos permitió conocer mejor a nuestros personajes, pues profundizamos en sus recuerdos, reflexiones, sentimientos y emociones que el reencuentro les provoca.
Novela retrospectiva, fruto de autor maduro al que hay que seguir, llena de nostalgia, donde las expectativas que los protagonistas evocan sobre su adolescencia, se confrontan con la decepción de su presente. Escrita con una prosa intensa, personajes bien tratados, dando cuenta de un relato que terminó irremediablemente enganchándome, con un final sorpresivo, cuando menos para mi ¡Te leo!