“El verano sin hombres”, de Siri Hustvedt

Relato ligero, ameno y divertido, con una protagonista, cuya reacción al abandono me parece incoherente con su pasado, adquiriendo un tono de comedia, lleno de sarcasmo, ironía y confusión, aunque no me atrevería a encasillar “El verano sin hombres” como una comedia, si bien, por momentos, con esa galería de personajes femeninos, representando arquetipos, con características estereotipadas, lo parezca.

Es curioso. Conocí a Siri Hustvedt hace poco, con la lectura de “Todo cuanto amé”, una novela que me encantó, como también me gustó “El verano sin hombres”, con la salvedad de que me parecen de tan diferentes, opuestas. De “Todo cuanto amé”, escribí que me pareció una novela “densa como profunda, les mentiría que es una novela para entretenerse”.

Siri Hustvedt (1955), estadounidense, novelista, ensayista y poeta. Se licenció en Historia en el St. Olaf College, doctorándose en 1986 en Literatura Inglesa por la Universidad de Columbia. En 2019, recibió el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Autora de 7 novelas, 6 libros de ensayo y uno de poesía, donde encuentras múltiples referencias y guiños sobre arte, memoria, filosofía, neurociencia y el feminismo.

La anécdota es sencilla: Boris abandona a Mia por una mujer veinte años más joven, después de 30 años de matrimonio. Mia enloquece, y la ingresan en el pabellón sur del hospital; es diagnosticada con un trastorno psicótico transitorio, también conocido como psicosis reactiva transitoria.

Al recibir el alta médica, y como parte de su proceso curativo, regresa al lugar donde creció, alquila una casita cerca del edificio exclusivo para personas mayores y muy mayores donde vive Laura, su madre, y se dispone a pasar el verano, dirigiendo un taller de poesía a un pequeño grupo de adolescentes, y uniéndose al grupo las Cisnes, integrado por su madre y otras cuatro simpáticas residentes del complejo geriátrico.

Su labor con la pandilla de niñas poetas, que incluye su oportuna y pedagógica intervención para detener el bullying a la que es sometida Alice, una de sus 7 estudiantes, por sus compañeras; las charlas con su madre y su grupo de amigas; la relación que inició con su joven vecina y sus dos pequeños hijos; su regreso a la escritura -Mia es poeta-; la correspondencia electrónica que mantiene con Don Nadie, un acosador culto, sinvergüenza y manipulador, que parece conocerla muy bien; las visitas de su hermana Bea y la postrera de su hija Daisy, todo señala a lo que apunta para convertirse en un verano terapéutico, a pesar “… que su marido la había abandonado y que, encima, se había vuelto tarumba, por más que fuera una locura transitoria”.

Mia Fredricksen, de sesenta años, lleva casada con el exitoso neurocirujano Boris 30 años. Y así, como en “Todo cuanto amé”, trata sobre temas como el arte contemporáneo, los trastornos de alimentación, la histeria o las psicopatías femeninas, en “El verano sin hombres”, aprovecha la profesión científica de su marido para reflexionar -bien documentada- y contarnos de forma entretenida sobre los trastornos nerviosos, las diferencias sexuales, biológicas, y hasta las desiguales preferencias literarias entre los hombres y las mujeres.

Poeta al fin, Mia también nos abre las puertas a su visión sobre el arte, la literatura, la música: “A excepción del prejuicio, en las artes no existen sentimientos que deban ser privados de expresión, ni historia que no pueda ser contada”. Asiste al club de lectura de su madre, donde se discuten los méritos de “Persuasión”, la novela de Jane Austen. Cita a filósofos, poetas, novelistas -incluye un guiño a su marido, donde “suena la música del azar”-, siempre de forma pertinente y atractiva, haciendo uso de su amplio bagaje cultural.

Novela corta, escrita con prosa luminosa, ágil y precisa, cargada con sutil ironía y mucho humor inteligente; narrada en primera persona por Mia, que dialoga y nos involucra directamente en su relato, interpelándonos, cuestionándonos, compartiendo con nosotros sus dudas y certezas; y aunque Mia considera que “seguir un orden cronológico suele ser un recurso literario sobrevalorado”, su estructura es clara y sencilla.

“El verano sin hombres” es, sin duda, una novela inteligente, aguda, irónica y brillante; cómica, divertida, generosamente culta y sí, feminista, que mezcla con oficio géneros y formatos -dibujo- que te recomiendo ampliamente su lectura. ¡Te leo !
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