“El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tîbuleac

Inquietante a la vez que conmovedora, “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, la ópera prima de Tatiana Tîbuleac me agarró desprevenido por su explosivo, inaudito, poco convencional arranque, cuando Aleksy me da una violenta zarandeada al contarme que “Aquella mañana, en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás”.

“El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” nos relata la metamorfosis que experimentó la relación entre Aleksy y su madre, enferma terminal de cáncer, durante unas vacaciones de verano, en un pequeño pueblo francés, a donde arriban a petición de la moribunda; ella, en busca, quizá, de una reconciliación, de la redención necesaria para partir en paz, mientras que él, sin conocer aún el estado de su madre, la acompaña lleno de rabia y rencor, pero amansado y seducido por un soborno materno: ayuda para falsificar los papeles necesarios para obtener un permiso de conducir.

Exitoso resultó el debut como novelista de Tatiana Tîbuleac (1978), nacida en Moldavia, periodista e hija de periodistas, novela precedida por un libro de relatos titulado “Fábulas modernas” y años de trabajo como reportera de una cadena televisiva en la antigua república soviética. “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” ha recibido varios premios, ha sido traducida en variados idiomas y lo principal, ha sido acogida, leída y comentada por lectores de todas partes.

Aunque desde el inicio se me manifestó que la novela exploraría un tema delicado, el conflicto materno filial, asunto, sin duda, ampliamente debatido en la literatura, y superado el shock de los primeros párrafos, me sentí consternado: solo recordaba novelas sobre relaciones complejas madre-hija, casi siempre escritas por mujeres; y no recordé ninguna donde un varón expresara, de forma tan áspera y abierta, tantos sentimientos de odio, rencor, animadversión hacia su madre. En fin, mi mala memoria es irrelevante, aunque no deja de ser curioso.
Vaya, perdonando la digresión, Ni Tony Soprano se atrevió a tanto con Livia, una mujer profundamente perturbada, que nunca amó a su hijo y que incluso participó en la planeación de su muerte.

Aleksy es un adolescente con severos desajustes mentales. Transcurrió parte de su vida en instituciones psiquiátricas. A través de su relato, nos enteramos de la muerte de su hermana, del abandono del padre, y del desinterés y el desamor que su madre manifestó por él. La historia sobre ese verano, en que su madre tuvo los ojos verdes, la escribe como parte de su terapia, a petición de su psiquiatra, ya como adulto.

Historia de múltiples lecturas, la de Aleksy y su madre, cimentada en lo que parecía una relación plena de odio, rencor e indiferencia, se va transformando en un conmovedor relato sobre la redención, la reconciliación, el poder sanador del perdón, que produce un enternecedor intercambio de papeles, cuando Aleksy se transforma en un amoroso cuidador, en el diligente custodio del estado de confort de su madre durante sus últimos días.

Estupenda novela la de Tatiana. Narrada apasionadamente en primera persona, con una estructura a base de flashbacks, escrita en una prosa escabrosa, severa, descarnada, pero que a la vez, la autora, sirviéndose de recursos literarios, logra llevarla a alcanzar tonos líricos , “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” es una novela conmovedora, intensa, potente y realista, que te la recomiendo ampliamente. ¡Te leo!
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