
Fue en “Casa del caracol”, una pequeña y hermosa librería ubicada a 30 pasos de Plaza Machado, en el centro histórico de Mazatlán, donde me encontré con la novela de Rosario Castellanos en una edición de DEBOLS!LLO. No soy experto en la obra de Castellanos, es más, solo he leído por encima algunos de sus poemas en una recopilación de su obra poética editada por el Fondo. “Rito de iniciación” es mi primera novela que le leo.
La leí animado por otra coincidencia. En la misma librería me encontré una edición de “Nada”, hermosa obra de iniciación con la cual Carmen Laforet ganó el Premio Nadal 1944 y que disfruté hace tiempo. No te encuentras en cualquier librería mexicana a Castellanos y Laforet juntas, y mucho menos, dos novelas que coincidente tratan el tema de una joven provinciana que en los 40´s del XX, llegan a la gran ciudad a estudiar letras.
No pretendo comparar las novelas, solo señalar las coincidencias que me llevaron a iniciar la lectura de “Rito de iniciación”, porque la verdad, si no hubieran ocurrido, no me hubiera animado. La fama de Rosario Castellanos como escritora “poco fácil, … no difícil, no densa o críptica: poco fácil”, como la describe Libia Brenda Castro en su Guía de lectura de la obra, ya me era conocida, y después de la lectura de los diarios de Héctor Abad Faciolince, se me antojaba leer a Edna O´Brien o Anne Tyler, cuyas novelas cargué a Mazatlán.
Escrita a mediados de los 60´s del XX, y publicada en los 90´s, la novela tiene una historia editorial muy interesante, que la descubrí al terminarla; al final, el libro tiene un apéndice de Eduardo Mejía titulado “El libro de Rosario Castellanos que no se perdió”, que me hubiera encantado haberlo leído al inicio, junto con la Guía de lectura de Lidia, pues creo que me habrían proporcionado más herramientas para enfrentar su lectura sin tantas asperezas.
“Rito de iniciación” cuenta la historia de Cecilia, hija única de una familia provinciana de “abolengo”, venida a menos, que es enviada por sus padres a la Ciudad de México para “recuperarse” del abandono de Enrique, su novio, una ruptura que sirve como detonante para justificar el viaje de Cecilia, pues no mostraba signos de mayores ambiciones o de rebeldía contra un destino manifiesto: casarse, tener hijos y dedicarse a su familia.
Ya en la capital, e influenciada por su padre, decide estudiar Historia en la UNAM, pero en pleno proceso de inscripción, otro postulante, Sergio, pretensioso e híper mamón aspirante a escritor, la convence de estudiar literatura; así, en un abrir y cerrar de ojos, de un momento a otro, Cecilia cambia de idea y se convierte en estudiante de Letras, en la Facultad de Filosofía y Letras.
“Rito de iniciación” terminó sometiéndome. Sí, complicada lectura, por la estructura, por los recursos narrativos – una narradora en tercera persona que va y viene, compartiendo la narración con otra, en primera, para expresar los íntimos pensamientos de Cecilia-; los diálogos largos y cansados; y un estilo, que por momentos me parecía rebuscado y grandilocuente.
Y sin embargo, lo que me sedujo, lo que me ató a la lectura, fue su vigencia; los temas que trata la novela, que ocurren en los 40´s, escritos en los 60´s y publicados a finales de los 90´s del siglo pasado, continúan tan imperantes, tan actuales, tan vigentes en la segunda década del XXI, que quedas entre asombrado y conmovido.
Rosario Castellanos no quiso publicar “Rito de iniciación”. De hecho, anunció su destrucción. Una copia apareció dos décadas después del terrible accidente que terminó con su vida y sus herederos decidieron publicarla. A pesar de todo, me siento feliz de haberla leído. Si te la encuentras, te recomiendo leas los textos de Mejía y Castro que se encuentran al final de la novela. ¡Te leo!