“Última escala en ninguna parte”, de Ignacio Padilla

Erase una vez que era un grupo de amigos, mexicanos, muy cuates, que se distinguían desde la prepa porque leían -especímenes extraños-, y además, escribían -raritos, ¿qué no?-, y que sin el menor pudor, ya jóvenes autores hechos y derechos, se atrevieron a publicar una declaración titulada “El manifiesto del crack” que contenía una serie de propuestas, un conjunto de ideas en defensa de lo que ellos consideraban la “novela total”, agredida, de acuerdo a su visión, por tantos textos facilones, frívolos, superficiales y complacientes que saturaban las mesas de novedades de las librerías mexicanas.

Junto con el documento, el grupo de amigos ofrecieron como su carta de presentación cinco novelas: “Las rémoras”, de Eloy Urroz, “La conspiración idiota”, de Ricardo Chávez Castañeda, “El temperamento melancólico”, de Jorge Volpi, “Memoria de los días”, de Pedro Ángel Palou. y “Si volviesen sus majestades”, de Ignacio Padilla, constituyendo así, hace 25 años, la que se conoció como la generación del Crack.

Sale sobrando comentar que la iniciativa generó reacciones de todo tipo. A mí, como lector, me llegaban, como una especie de ecos lejanos, las argumentaciones a favor y en contra de las propuestas de esos jóvenes… irreverentes, atrevidos e irrespetuosos escritores.

Lector voraz, pero sin formación en teorías literarias, lo que me divertía de la polémica era lo anecdótico: quién odia a aquel; qué revista patrocina al grupo; a quien publica a la revista aquella; cual de todos recibía más apoyo del gobierno zedillista, etc.

En plan serio, recuerdo que la iniciativa me causó simpatía y solidaridad, y creo que, al tratar de entenderla, reflexionando, analizando los argumentos expuestos en las discusiones generadas en torno a sus propuestas, sin ser académico, mejoré como lector.

Cuando un grupo de escritores, con talento, oficio y vocación, de edades parecidas, se reúnen en torno a la literatura, y la estudian, analizan y discuten, y además, la escriben, tarde o temprano cosechan frutos; y creo que las obras del crack lograron una producción si no rebosante, si sobresaliente.

Reconozco que de los cinco, con el único que forjé una relación de sólida fidelidad a sus publicaciones, y que perdura hasta la fecha, es con Volpi. Nunca leí a Ricardo Chavez, y poco, muy poco -sobre todo comparados con mis lecturas de Volpi- a Palou, Urroz y Padilla. Lamentable déficit lector.

Este año se cumplen 25 de la publicación del manifiesto y 5 del terrible accidente automovilístico que provocó el prematuro y doloroso fallecimiento de Ignacio Padilla (1968-2016). Escritor prolífico, su obra cosechó una ingente cantidad de Premios Literarios. Trabajó en la diplomacia mexicana, promovió desde sus estadios la lectura, escribió ensayo y novela, y además, cuentos y novelas para los niños.

“Última escala en ninguna parte” la clasificaron como lectura juvenil; pero no se vayan con la finta. Relato corto o cuento largo, publicado de manera póstuma en 2017, cuenta la historia de Abilio, un viajero frecuente, de esa clase de trotamundos que orgullosamente, presumen a todo quién se deje, sobre las millas acumuladas en las tarjetas que las aerolíneas acostumbran utilizar para premiar a sus clientes. Todos conocemos a un viajero así.

Relato lleno de humor, de entrañables personajes -Liborio, la momia; El sombrero loco; su encarnizado rival: El Gordo Pelosi-, de anécdotas que de tan absurdas te parecieran reales: de avión en avión, de aeropuerto de primera a puerto aéreo que parece central de autobuses mexicana, lo importante para Abilio, era la acumulación de las millas y los premios concedidos por las aerolíneas.

El relato, aunque breve, te ofrece múltiples lecturas. Los viajes como metáfora de nuestra incansable búsqueda de quimeras; la pérdida de la identidad por la absurda pretensión de encajar en un grupo; los tristes resultados que alcanzas cuando la ambición te empuja a alcanzar metas frívolas e insustanciales.

Lectura y texto como pretexto para conmemorar y honrar a un grupo de escritores mexicanos, a una iniciativa que produjo frutos, y en recuerdo de un escritor elegante, elocuente y generoso. ¡Te leo!
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