
Durante la lectura me recriminaba intentando recordar por qué no había leído “El gatopardo”; digo, no es un clásico del XIX o un libro tan popular como para encontrártelo en cualquier puesto de revistas, pero… conocía de su existencia, sabía de su alta valoración, creía conocer que trataba de poder y política; me resulta incomprensible. En mi descargo: la primera ocasión que conscientemente me la encontré, me hice de ella.
Quizá, haya tenido que ver que “El gatopardo” es una de esas novelas que muchas personas citan, sin ser tantas las que la hayan leído. ¿Podría equivocadamente pensar, por esa razón, que era una novela “pretenciosa”, para personas ídem? A veces sucede, relacionas un producto con la personalidad de quienes lo usan o hablan de él. Tú, ¿por qué no la has leído? Cuéntame.
El caso es que lector voraz y disperso, no la había leído, a pesar que me desenvuelvo en el mundo de la política, y lo comento, porque las menciones se relacionan siempre con la política: “Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”, frase intrascendente dentro de la novela, con la cual Tancredi intenta tranquilizar a su Tío, Don Fabrizio Salina antes de partir a las montañas para unirse a la revolución garibaldina.
“El gatopardo” es la única novela que escribió Giuseppe Tomasi Di Lampedusa (1896-1957), y se publicó de manera póstuma, después de que se la habían rechazado en otras editoriales. En el prefacio de la edición de Anagrama se cuenta las peripecias que ocurrieron para que la novela llegara a las librerías. Me quedó claro que el autor estaba convencido del alto valor de su obra. Si no la han leído y les interesa, busquen la edición de Anagrama.
Iniciando en 1860, en Sicilia, en un momento de profundas transformaciones políticas y sociales, con el desembarco de Garibaldi en la Isla para acabar con la dinastía Borbón de trasfondo, “El gatopardo” evoca la sosegada volatilización de la aristocracia siciliana; el adiós afectuoso, y cariñoso a esos pequeños y cotidianos rituales en la mesa, la iglesia, la biblioteca, los salones de baile; la despedida a la privilegiada y tranquila vida de la nobleza italiana.
Don Fabrizio Salina, Principe de Salina y Gran Señor de Sicilia, matemático y astrónomo; hombre ilustrado y reflexivo; poseedor de un físico tan monumental como atractivo; heredero de títulos nobiliarios y propietario de grandes extensiones de tierra; patriarca de una familia que agrupa a siete hijos, un sobrino, un sacerdote jesuita, gobernantas, y preceptores; amo condescendiente y cariñoso con su fiel mascota Bendicò. Entrañable Patricio, gran protagonista de la novela. Por cierto, el título de nuestra novela se refiere al leopardo jaspeado o serval (en italiano, gattopardo) que aparece en el escudo de armas de la familia Salina.
Residentes en el inmenso y laberíntico Palacio de Donnafugata, el centro y motor de todas las actividades en ese 1860, era la atractiva pareja formada Tancredi Falconeri, el sobrino adorado y admirado de Don Fabrizio, y Angelica, hija única y heredera de Calogero Sèdara, Alcalde del pueblo, con boda segura pero no próxima, dirigiéndose, ignorándolo, hacia un futuro volátil, frágil y endeble.
“El gatopardo” retrata con cínica fidelidad, el rancio pero inamovible juego de la política, donde ricos y pobres, conservadores y liberales, están dispuestos, sin escrúpulos, con singular y universal alegría, a sacar una tajada, con sus excepciones, como Don Fabrizio, que se cocina aparte. Sintiéndose representante de la vieja aristocracia, y ligado por sentido de la decencia al régimen anterior, rechaza invitaciones y nombramientos para participar en los nuevos gobiernos.
Estructurado en 8 capítulos, de los cuales los primeros seis ocurren entre 1860 y 1863, el séptimo veinte años después, y el último en 1910, “El gatopardo” es una espléndida novela, contada a través de un narrador omnisciente, que cuenta, guía, corrige, y a menudo interrumpe, con sagaces e inteligentes disquisiciones sobre el comportamiento de los seres humanos, mientras nos descubre un universo lleno de vida, música, gastronomía, que trasciende y rebasa a la trillada frase gatopardiana.
Novela deliciosa que se lee con deleite, escrita con una musical prosa poética; historia poblada por gentes de cien mil raleas: nobles y plebeyos; zafios y educados; altruistas y arribistas; cínicos y descaradas. Relato sobre la transformación de un sistema que se resiste elásticamente al cambio. Historias de familia, de ambiciones y desengaños. Literatura que te deja múltiples sentimientos, sensaciones y reflexiones. De lectura imprescindible.¡Te leo!