
Llegó un punto en la lectura, que ya no reconocí ni recordé nada de lo que estaba leyendo; en mi app, donde catalogo mis libros, resultó que no estaba registrado como leído; confundido, me dirigí al estante donde están los libros de Piglia (el por qué la edición conmemorativa no está con los libros de Piglia, es otro tema) y para mi sorpresa, hojeando la edición del 2010, descubrí que no la había terminado: la dejé de leer -señalo con un doblez la página donde voy deteniendo la lectura- justo en la página 144.
No recuerdo -aunque lo imagino- por qué paré una lectura tan avanzada: casi justo a la mitad (144/299); Decía Carlos Ruiz Zafón que los libros son espejos: solo ves en ellos lo que tienes en tu interior, así que supongo que después de 10 años, y habiendo leído los maravillosos diarios de Emilio Renzi, “El camino de Ida”, y algunos ensayos de Ricardo, maduré lo suficiente como lector para disfrutarla hasta ahora a cabalidad, porque “Blanco nocturno”, la verdad, no me resultó una novela policiaca al uso, de esas que solo tratan de un crimen, una investigación, un culpable.
A Ricardo Piglia (1941-2017), argentino, lo conocí en febrero de 1998 con la novela “Plata quemada”, ganadora del Premio Planeta Argentina 1997, que curiosamente, la compré y leí en Buenos Aires, acompañando a mi hija mayor a un torneo tenístico. Autor de novela, cuentos y ensayos, fue hasta la publicación de sus diarios cuando aprecié en toda su magnitud, la enormidad de su talento.
“Blanco nocturno” comienza con la llegada a Adrogué, un pequeño poblado de la provincia de Buenos Aires, de un puertorriqueño estadounidense, Tony Durán, conocido de las hermanas Ada y Sofía Belladona, gemelas idénticas, de gran belleza física, que “parecían una réplica, tan iguales que la simetría resultaba siniestra”, integrantes célebres de una de las familias más relevantes del pueblo.
Tony Durán, tipo enigmático, amable y seductor, que se presenta como potencial inversionista, es asesinado en su habitación del hotel. El crimen impacta en el pueblo por la nacionalidad de la víctima, circunstancia que inyecta a la investigación del comisario Croce, presiones e intromisiones políticas y diplomáticas, encabezadas por el Dr. Cueto, fiscal general, que atraen la atención de la prensa nacional, por lo que aparece para cubrirla un viejo conocido: Emilio Renzi, el álter ego del autor argentino, que se llamaba Ricardo Emilio Piglia Renzi.
El fiscal Cueto, enemigo acérrimo de Croce, quiere cerrar el caso, acusando, a manera de chivo expiatorio, a un tipo que servia como secretario/mayordomo de Durán; Croce se niega, continúa neceando hasta que termina tropezándose con el homicida, en una investigación basada en puras intuiciones, alejada de un proceso detallado de análisis policial, haciéndole honor a su fama de adivinador, más que de riguroso investigador.
Con el asesino identificado, pero desconocidos los motivos y el autor intelectual, la novela da un giro, donde lo policial, cede su lugar a una literatura más ambiciosa, con un Croce aislado en un manicomio, “como si estuviera en un hotel”, para resolver el caso, mientras se nos revela a través de la crónica de Renzi, la historia de la familia Belladona, dónde, conjeturamos, se encuentra la solución del enigma.
Ambientada en los 70’s, y teniendo como trasfondo un repaso por la historia Argentina, la de su literatura y su novela policiaca; los conflictos entre los gauchos de las pampas y los citadinos de la capital; la relación con los Estados Unidos; la economía y los flujos de dinero, la novela se adentra en una compleja y oscura trama familiar, repleta de conflictos y traiciones.
Utilizando como recurso literario la articulación de dos planos narrativos, el primero, el relato en sí: las intuiciones de Croce y las investigaciones de Renzi; en el segundo: las declaraciones de las Belladona durante las entrevistas que Renzi mantiene con ellas; y la narración de Luca Belladona, el hermano noble e iluso, inventor y alucinante residente de la fábrica familiar en medio de la nada; valiéndose además, de notas a pie de pagina, algunas, espléndidas, entre historia, crónica y ensayo; un Piglia revelando el alcance de su madurez literaria.
“Blanco nocturno” es una novela dual, que retrata una época, un país, un territorio, un pueblo, una familia; un drama lleno de ambiciones, traiciones, y celos; un relato donde la verdad se esconde tras múltiples fachadas, construidas y mantenidas con intereses que van de lo mezquino y egoísta, hasta lo espléndido y admirable.
“Blanco nocturno” es literatura cien por ciento pura; nada de lo que lees, es lo que parece; relato denso, complejo, reflexivo y amargo. Con una estructura que parece complicada, pero que complementa sin estorbar la lectura. Escrita con una prosa a ratos lírica, en otros seca y precisa.
Historia in crescendo, llena de corrupción, vicio, codicia y engaño, que inicia como novela policial, pero que Piglia, con talento y maestría, la transforma, sin perder la intriga, en un texto que rebasa al género para alcanzar otras alturas literarias. Lectura recomendable. ¡Te leo!