“La ley de la ferocidad”, de Pablo Ramos

La muerte del padre. ¡Vaya tema literario! Pablo Ramos nos entrega un texto sobre la desgracia, el infortunio, el desamparo, el drama, el terremoto que sacude, conmociona y que jamás desaparece; más allá del período de duelo, siempre cargas con las secuelas de la pérdida de tu padre.

Conocí a Pablo Ramos gracias a un video de un programa televisivo donde lo entrevistó Eugenia Zicavo, una conductora de TV, periodista, socióloga e investigadora, que habla sobre libros en varios programas de la televisión pública argentina.

Pablo Ramos (1966) es argentino, poeta, músico, cuentista y novelista. “El origen de la tristeza” (2004), primer volumen de su saga de auto ficción, lo leí en el 2019, y trata sobre la adolescencia de Gabriel Reyes. El segundo es “La ley de la ferocidad”. El tercero titula “En cinco minutos, levántate María”; espero no pase mucho tiempo para leerlo.

En “El origen de la tristeza”, un adolescente Gabriel Reyes, evoca y nos cuenta sobre su infancia, ese final de los tiempos felices, en un barrio bonaerense de Avellaneda a finales de los 70´s. En “La ley de la ferocidad”, nos encontramos a Gabriel ya adulto, dispuesto a escribir lo que ocurrió una mañana, cinco años atrás, cuando recibió una llamada de su madre, anunciándole el fallecimiento de su progenitor.

A Gabriel, el hermano exitoso, el que logró salir del barrio, el empresario inmobiliario, el de dinero, le toca la responsabilidad de organizar el velorio de su padre; y lo hará, sin escatimar recursos, convirtiéndolo en un rito funeral de tres días y dos noches, intensas, brutales, desgarradoras, cuando desbordado por sus sentimientos, completamente descolocado por la muerte del padre, rompe con su período de abstinencia, recayendo, con un desenfrenado y furioso frenesí, en sus adicciones con el alcohol, las drogas, las prostitutas.

Mientras su madre, sus hermanos, sus ex mujeres, los amigos y familiares velan al padre, Gabriel entra y sale del velatorio, en una especie de “Road Trip” por la ciudad, reflexionado sobre el padre muerto, con el que compitió toda su vida, desmoronándose en una violenta recaída hacía sus adicciones, en un viaje durante 72 interminables horas, de las cuales, no pasó ni diez en el velatorio.

Gabriel va combinando sus desenfrenadas actividades, relatándonos recuerdos menos perturbadores, como un proyectado viaje a San Miguel Tucumán, al que invitó a su padre, para visitar juntos a su hermano Alejandro; o cuando siendo joven, su padre colocó, en un inusual gesto de cariño, su mano sobre el hombro del hijo, “dándole algo de espacio al amor”.

Por más que intentaba, no lograba justificar la rabia, la ferocidad, el coraje que Gabriel manifestaba por, o más bien, contra su padre. De “El origen de la tristeza” no me asaltaba ningún recuerdo sobre el padre que explicara tanta invectiva; y lo que nos cuenta en “La ley de la ferocidad”, mientras evoca su pasado, tampoco me lo aclaraba. Puro desajuste mental y emocional suponía, hasta que Gabriel, escribiendo, evocando, reflexionando, en un destello, vislumbra el origen del desencuentro, la invención de ese padre feroz.

Escrita desde las vísceras, “La ley de la ferocidad” es una novela que rezuma dolor, angustia, desconsuelo, impotencia; revela una tristeza tan honda, tan insondable, tan intensa, que si no fuera por ese humor tan negro, que se desparrama por doquier, terminarías contagiándote. Historia de un mal hijo, más que de un padre malo, la “Ley de la ferocidad” es el segundo tomo de tres que protagoniza Gabriel Reyes, el yo literario de Pablos Ramos.


Narrada en primera persona, con una prosa tan intensa como agobiante, “La ley de la ferocidad” es una lectura que te molesta y escandaliza, pero también te conmueve; te abruma y te atosiga, pero al final, te redime; es una obra que podrá o no gustarte, pero, si te decides a iniciarla, difícilmente podrás arrumbarla sin terminarla. ¡Te leo!
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