“El temblor de la falsificación”, de Patricia Highsmith

Sin darme cuenta, llegué a la página cien de la novela conociendo y acompañando a Howard Ingham, un escritor neoyorkino contratado para escribir el guión para una película que se filmaría en Túnez, cuando noté que ya casi llegaba a la mitad y aunque me parecía que no había pasado nada, Howard se había metido en tantos líos, que hasta él mismo reconocía que había cambiado mucho durante el último mes.

Hipnotizado por la historia del estadounidense en Túnez, que fluía y me absorbía; embelesado por la maestría narrativa de Highsmith, me detuve sorprendido al registrar que a pesar los robos -los conatos de y los ocurridos- que sufrió Ingham, del cadáver con que tropezó -literalmente- una noche cualquiera, del cuerpo que recogieron una madrugada afuera de su habitación, no habían aparecido detectives ni policías. ¡Joder! Pensé, ¿de que va la novela pues?

Patricia Highsmith (1921-1995) es reconocida por sus novelas policiales, pero también por las de suspenso. Y en “El temblor de la falsificación”, la escritora crea una atmósfera que te pone nervioso, tenso, y ansioso; vibrando, envuelto en un estado de incertidumbre que no ofrece sosiego.

Ubicada en Túnez, en la primavera-verano de 1967, teniendo como telón de fondo la “guerra relámpago” que emprendió Israel contra los países Arabes, “El temblor de la falsificación” es un texto tan singular que me resulta difícil encasillarlo en un género.

Ingham llega a en la ciudad playera de Hammamett en Túnez, financiado con un adelanto por el guión que le proporcionó John Castlewood, director de cine, y su contacto con el productor de la película, en el entendido que, en unos días, John alcanzaría al escritor.

El arribo se retrasa, sin que Ingham establezca contacto con el director, ni con Ina Pallant, su novia, quien fue la que se lo presentó. Los días pasan, y Howard se relaciona con otro estadounidense, Francis Adams, un fanático político y religioso, huésped del mismo hotel, y con Anders Jensen, un artista plástico noruego que llevaba tiempo residiendo en el país.

Abandonado por la producción, Ingham aprovecha su estancia para escribir una nueva novela, proyecto que va avanzando, entre comidas, cenas y paseos por el país con sus nuevos conocidos. Después de semanas, recibe una impactante noticia, que aclara la ausencia de John, pero no la indiferencia de Ina a sus cartas y telegramas.

Unos días después, Ingham se involucra en un grave y turbio incidente, cuyas consecuencias, y la manera de afrontarlo, dividen a Adams y a Jansen, que lo valoran desde puntos de vista y valores totalmente opuestos, tan antagónicos como son en todo.

La curiosidad, rayando en necedad de Adams, insistente en rechazar la versión de Ingham sobre el episodio, empuja al escritor a abandonar el hotel para alquilar un infame piso abajo del de Jensen, donde se concentra en su novela con buenos resultados.

Titulada provisionalmente como “El temblor de la falsificación”, la novela que escribe Howard, trata sobre un banquero que malversa los dineros de su empleador. Dennison, el protagonista, es un criminal y ladrón, cuyas acciones justifica bajo el amparo de sus muy particulares valores. Y mientras leemos, nos damos cuenta que este ejercicio meta ficcional de Highsmith, incrementa nuestro nivel de incertidumbre sobre la sentencia que merece Howard, por su comportamiento durante el incidente.

La inesperada llegada de Ina, y su acercamiento con Adams, aprieta más la tuerca, pues lo que parecía un intento de reconciliación amorosa, transita por una ruta plagada de sospechas y desconfianza, que agrega agobio, que te altera y te angustia. La morbosa obstinación que hace gala Adams, provoca serias dudas en Ina sobre la participación de Howard en el episodio ocurrido afuera de su habitación, y por razones que no me explico, la intromisión del fanático hipócrita, me encabrona tanto como a Howard.

“El temblor de la falsificación” trata acerca de la dualidad: de usos y costumbres culturales, de preferencias políticas e ideológicas; sobre la ambigüedad: ética, moral, hasta romántica; sobre los comportamientos anormales y amorales: actuar mal y considerarse inocente; sobre la personalidad y los valores; sobre la mentira y los impulsos criminales, sus motivos y consecuencias.

Perturbadora, inquietante, original, la novela de Highsmith, es poblada con personajes ambiguos, pero auténticos, a pesar de sus incoherencias, a sus incomprensibles comportamientos, a sus ambivalencias, a esos impulsos carentes de sentido; prosa precisa, exacta y sin florituras; una trama tan atractiva como minuciosamente construida, que no mengua ni en la tensión ni en la expectación. Gran lectura. ¡Te leo!
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