
Buen inicio del 2021: “La mujer de blanco” y “La educación sentimental”. Diez o doce novelas clásicas al año es un objetivo que me plantee no hace muchos años. La mayoría de las que he leído, fue durante mi adolescencia y juventud. Afortunadamente recapacite, y no sabes lo que disfruto de su lectura. No hay riesgo de equivocarse: por algo son clásicos de la literatura universal.
Gustave Flaubert (1821-1872) es considerado como integrante de la corriente literaria realista, que propone la observación directa, objetiva e inmediata de la sociedad y reflejarla en los textos de manera fría, clara y analítica; es asimismo valorado como padre de la novela moderna, alejada del romanticismo y basada ante todo en el concepto de la verdad.
La aportación más aclamada de Gustave Flaubert a la literatura, es su manejo del lenguaje, empleado con precisión y economía, ofreciéndote la sensación de que no le falta ni le sobra nada; defensor de que en la novela la forma es fondo, que la manera de contar, significa tanto como lo narrado, te entrega un ejemplo de su incomparable estilo relatándote la historia de Frédéric Moreau, el protagonista de “La educación sentimental”.
Teniendo como telón de fondo los momentos de descontento social y político previos a la Revolución francesa de 1848, descubrimos a nuestro protagonista, tan inmerso en sus ensoñaciones románticas, que ni participa ni parece estar consiente de lo que ocurre a su alrededor; “La educación sentimental” es el relato de un joven heredero que, buscando educación profesional en París, para un destino político, termina obteniendo un aprendizaje inesperado: una educación sentimental.
Idealista, indolente, vacilante, ingenuo, discreto, sobrio; un poco tieso y escéptico a ratos, Frédéric se desenvuelve sin levantar pasiones ni aversiones, lo mismo en los ambientes de la alta sociedad parisina, conviviendo con ministros, millonarios, políticos y militares, como en los animadas congregaciones bohemias, con sus intelectuales, escritores, vagos, y artistas de diversas raleas.
Enamorado de Marie Arnoux, Frédéric, joven, ingenuo e inexperto, no se le ocurre otra manera de acercársele, que procurar la amistad del marido, Jacques Arnoux, galerista y editor de una revista de arte. Frédéric, en su inconsciencia, termina asumiendo el triste papel de alcahuete del esposo; y con sus vacilaciones y cobardía, impotente para declarársele, termina de recipiente de las quejas y lamentos de su amada, herida en su dignidad por los indiscretos amoríos del señor Arnoux.
Arnoux mantiene dos casas y la manutención del par de mujeres, sumado a malas decisiones empresariales, lo llevan a la ruina económica, y junto con él, a Frédéric, que intentando salvarlo, termina hundiéndose, mientras Marie Arnoux lo remata haciéndole entender la imposibilidad de ser correspondido: “la inanidad de su esperanza”, recibiendo así, la primera, que no la última lección sentimental.
Mientras leía “La educación sentimental”, evocaba y comparaba sin remedio a Julien Sorel, el protagonista de “Rojo y negro”, la monumental novela de Stendhal, con Frédéric Moreau; Sorel, hijo de un humilde leñador, sueña con participar en gestas militares, pero imposibilitado para conquistar hazañas bélicas, por la época que le tocó vivir, se concentra en utilizar el amor como instrumento de ascenso político y social, contrastando fuertemente con Frédéric, que ciego, pasivo y ausente de una revolución y la fundación del Segundo Imperio francés, que se gesta y que nace frente a sus narices, pareciera condenado e imposibilitado de alcanzar cargo político alguno, y mucho menos, el amor.
Retrato de una época, reflejo de la sociedad parisina de mediados del XIX, “La educación sentimental” es una extraordinaria novela, que ampara varios temas dejando algunas enseñanzas; contada en tercera persona por un narrador omnisciente e imperceptible, escrita con una prosa concisa, precisa, maciza, fría, y realista; con trama pero sin grandes dramas, con personajes bien planteados, y definidos más por sus acciones que por sus reflexiones, es un clásico que seguirá deslumbrando a sus lectores, cuya lectura te la aconsejo ampliamente, y lo hago, con la razón y con mucho sentimiento ¡Te leo!
PD: El abuso por parte de los traductores de las notas a pie de página, casi siempre me molestan, pero los apuntes de Miguel Salabert en esta edición de Alianza, me resultaron convenientes, pues a manera de enciclopedia, me ofreció información sobre obras, autores, artistas, políticos y personajes de la época, lo que complementó y contextualizó excelentemente mi lectura.