“Tierra Americana”, de Jeanine Cummins


A inicios del 2020, una parte del universo de las letras latinas del mercado estadounidense fue presa de una indignación que -pienso yo- merecía mejores causas: la publicación de la tercera novela de Jeanine Cummins, “American Dirt”.

Recomendada por la mediática “influencer” literaria Oprah Winfrey, y con elogiosos paratextos de escritores como Stephen King y Don Winslow, la versión original de la novela se ubicó de inmediato en las listas de los más vendidos.

Y con tanta publicidad, pues ya sabes, y si no, imagínatelo: los escritores que venden bien sus novelas, ¡no se la acaban! Se ganan de inmediato la animadversión, la tirria, la ojeriza, el odio gratuito de algunos colegas que, mezquinos, aprovechan cualquier resquicio para lanzar sus venenosos dardos, que digo dardos, arponazos en forma de comentarios, reseñas o críticas literarias.

Pronto, la histérica irritación se propaló a un pequeño segmento del mundillo literario mexicano, que presas de arrebatos patrioteros, clamaban contra el atrevimiento de la autora, que con descaro, insolencia y sin vergüenza -según ellos- se atrevía a detallar, describir, a especificar los padecimientos a los que se someten los migrantes mexicanos y centroamericanos cuando intentan cruzar la frontera mexicana para alcanzar la “Tierra Americana”.

Jeanine Cummins nos cuenta las peripecias de Lydia Quijano y su hijo Luca, de 8 años, que huyendo de la sentencia de muerte que pendía sobre ellos, dictada por el líder de un sanguinario cartel del narcotráfico, intentan arribar de “mojados” a la “Tierra Americana” desde Acapulco, Gro., México.

Lydia la tenía sentenciada porque su marido, Sebastian Pérez Delgado, reportero de un periódico de alcance regional en Acapulco, se atrevió a publicar un artículo donde relacionaba el ascenso de Javier Crespo en las filas del narcotráfico con la ruina del puerto mexicano. La venganza del Narco incluyó el asesinato del marido y toda su familia, exterminio que ocurre en las primeras páginas del libro, por lo que no es spoiler.

Conociendo los recursos de Javier Crespo Fuentes, el líder del cártel “Los jardineros”, introvertido, sobrio, lector de poesía y aspirante a vate; “genocida despiadado que se creía un caballero; un criminal que se creía poeta”, Lydia, de oficio librera -ahí, en su librería conoció al narco- se decide por intentar llegar a Denver utilizando los servicios de “La Bestia”, mítica red ferroviaria que cruza México, y que es utilizada cada año por de miles de migrantes en sus intentos de cruzar la frontera.

Y es esta historia -18 días de huida a lo largo de 2600 Kms- lo que provocó tanto revuelo, creo que más que nada, porque fue escrita por una mujer blanca, de ascendencia puertorriqueña, nacida en la base naval de los norteamericanos ubicada en la población española de Rota, criada en el estado de Maryland, residente en Nueva York y casada con un irlandés que por diez años fue indocumentado, y juzgada porque “desconoce la realidad de lo que ocurre”, “porque no tiene idea acerca de un tema tan delicado como la migración y la violencia en México”; “porque los estereotipos de la novela son peligrosos en el contexto del racismo en la era Trump”; “porque retrata un México falso”.

En fin, “American Dirt” es una novela mediocre con lecturas diferentes: la mía, mexicano, testigo marginal de la guerra desatada en contra del narcotráfico, y que conoce -tengo familia radicada en los Estados Unidos, entre ellas, mi hija- de manera muy superficial el tema de la migración, debe ser distinta a la un latino que cruzó la frontera de “mojado” y radica allá; y completamente diferente a la que puede hacer un estadounidense de tres generaciones, que solo conoce a los latinos que le arreglan el jardín, le pintan y limpian la casa, o le sirven el café en el Starbucks de su preferencia.

Concluyendo: “American Dirt” no alcanza los niveles de tensión característicos de una novela sobre fugas, huidas, escapes. Tampoco es un sesudo y profundo análisis sobre el tema del narcotráfico, y quizá, mucho menos sobre el migratorio, pero insisto, aunque no estará ni de cerca entre mis mejores lecturas del 2021, tampoco está el libro como para tirarse al basurero. ¡Te leo!
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