
Louise Penny (1958), prolífica y exitosa autora de novelas policiacas (ha publicado casi una por año los últimos 15, de las cuales por desgracia, nos han llegado pocas), es canadiense; trabajó como locutora y periodista antes de dedicarse de tiempo completo a la escritura. Autora atípica, los crímenes que nos narra se centran más en las condiciones -siempre enigmáticas- en que ocurrieron, que en las acciones -invariablemente violentas y sangrientas- propias del asesinato.
Más particularidades: el socio de Penny, el detective protagonista de su saga, es el investigador Armand Gamache, Jefe de Homicidios de la Sûreté du Québec, que se distingue de sus congéneres del Noir porque no es alcohólico ni violento; no se insubordina ante las decisiones de sus superiores; tiene una vida familiar intachable, con dos hijos, frutos de más de 20 años de matrimonio con su adorada Reine-Marie; es compasivo y paciente, un dandy en el vestir y gusta de leer historia y poesía.
En las novelas de Louise Penny existe el suspenso, los misterios, los asesinatos, pero no el terror ni la violencia gratuita; las acciones que narra ocurren de manera pausada, lánguida, calmada, como sereno y flemático es el Inspector Jefe Gamache, que entre desayunos, comidas y cenas bastante sosegadas, y a base de pura observación, preguntas perspicaces, gran disposición a escuchar, y armado con una capacidad deductiva sobresaliente, va atando hechos, aclarando situaciones, confirmando deducciones, mientras nos va engarzando a sus investigaciones.
Otra singularidad de sus novelas, es que hasta “Un bello misterio”, se ubicaban en un pequeño y bucólico poblado canadiense, por las cercanías de Montreal, llamado Tres Pinos (Three Pines), donde ocurren crímenes con una frecuencia inusual para un lugar que parece escenario de cuento, enclave mágico donde solo deberían ocurrir historias de sueños cumplidos.
“Un bello misterio” se sale de lo común, porque el Inspector Jefe, junto con su ayudante, el inquieto e impulsivo Jean-Guy Beauvoir, se ven obligados a trasladarse al aislado Monasterio de San Gilberto entre los lobos (Saint Gilbert Entre les Loups) para investigar la muerte del hermano Mathieu, director del coro de canto gregoriano, que falleció producto de un porrazo entre ceja, oreja y quijada.
La comunidad de monjes gilbertinos, encabezados por su Abad dom Philippe, estaba integrada por veinticuatro religiosos, y forman un colectivo autosuficiente. Para poder ingresar, deben poseer tres características: ser devotos al Señor, contar con una habilidad -oficio o profesión- específica y necesaria para aportar al mantenimiento de las condiciones de vida del grupo, y poseer una voz especial, con una nota que sume, que contribuya, que añada divinidad al coro de canto gregoriano.
En una atmósfera que me evoca a “El nombre De la Rosa”, el monasterio de Saint Gilbert parece un fortín medieval a punto de implosión; nuestros investigadores se encuentran con una soterrada, pero profunda división entre la devota comunidad melómana, producto de sentimientos tan humanos como los celos y la envidia, y de psicopatologías como el ego y la ansia por el poder, que al ser humanas, ni evaden, ni esquivan, ni eximen de padecerlas a los religiosos, por más alegres que estén por cantarle a Dios; ni por más votos de silencio y reclusión que acostumbren.
Como colofón, el monasterio se convierte en escenario donde la rivalidad, sobrecargada de odio y reciproco desprecio que existe tiempo atrás entre Gamache y su Jefe, el Superintendente Jefe de la Sûreté du Québec, Sylvaine Francoeur, amenaza con mandar al caño la investigación, plantar una semilla de duda y desconfianza en Jean-Guy Beauvoir, y terminar con la carrera de Armand Gamache.
Con “Un bello misterio”, Louise nos revela su pasión por la música, aprovecha la coyuntura para manifestarse, con cierta sutileza, sobre la iglesia católica, y a sus lectores nos ofrece la oportunidad para googlear e investigar sobre los orígenes del canto gregoriano y escucharlos durante la lectura, lo que se le agradece.
“Un bello misterio” es una buena novela. Llena de enigmas, intrigas, silencios; también de música, que se desliza suavemente en un ambiente de sosiego, cautivados por un divino trino gregoriano que parece envolver nuestros sentidos, sensación inesperada leyendo una novela policiaca ¿No crees?¡Te leo!