
Lecturas que iluminan, narrativas que te deslumbran; historias que te instruyen, divierten, inspiran. Género complicado, menospreciado por quienes suponen que los autores esconden más de lo que señalan. La autobiografía requiere de un sólido pacto entre el autor y el lector. Mary Karr lo deja implícito, claro y por escrito en las primeras páginas del libro: “…Los hechos y vivencias aquí detallados son todos verídicos y han sido narrados con fidelidad tal y como la autora los recuerda…”.
El año pasado tuve la fortuna de leer “El club de los mentirosos”, publicada en 1995, y que a pesar de éxito que logró en Estados Unidos, tuvieron que pasar 14 años para verla en nuestras librerías. Créanme que es una de las mejores lecturas de este lustro. Al terminarla, busqué “Iluminada”, anduve literalmente en su caza, sin localizarla, hasta que por fin, me encontré con ella.
Dos libros autobiográficos (me falta uno, “Cherry”, el de su infancia) de una escritora prácticamente desconocida en nuestros rumbos, quizá, parezca a muchos, excesivo, inmoderado. No me parece. La crítica estadounidense consideró a Mary Karr como una reformadores del género autobiográfico, y estoy de acuerdo.
Si no la han leído, dense la oportunidad. Además del talento que tiene para escribir, utilizando una prosa poética que de tan magnética, te seduce, te hechiza, te ilumina, posee una historia de vida, de esas que por extraordinarias, desafiantes, complejas y complicadas, de solo conocerla, te ofrece algunas enseñanzas.
Mary Karr (1955), texana, hija de una madre alcohólica, una artista irresponsable, desobligada, con siete matrimonios a cuestas y con tendencias asesinas; de padre alcohólico también, pero simpático, empático, agradable y cercano. Hermana menor de Lecia, republicana, una sólida trabajadora de una empresa aseguradora, responsable desde niña de paliar los daños reales y potenciales de tan extravagantes e irresponsables progenitores.
A los 17, Mary huye a California, donde práctica surf y se droga, mientras sueña con convertirse en poeta. Termina matriculada en una Universidad de nivel académico un tanto cuanto indefinido por el rumbo de Minnesota, donde empieza a escribir, entre trabajos de subsistencia, y alcohol con cierto control,
Cursando un master en la costa Este, termina casada con un joven poeta, tan guapo como Christopher Reeve (si no saben quién es, son demasiado jóvenes), egresado de Harvard, miembro de la aristocracia estadounidense, con una fortuna familiar a la que no tienen acceso, y con quien procrea un hijo, maternidad que le cambia la vida y termina definiéndola.
Matrimonio, maternidad, quehacer laboral, frustración artística, la conducen al caos emocional, y con un poco de respaldo genético, al alcoholismo, que infancia puede ser destino. Y como la mayoría de los que padecen la enfermedad, va destrozando sus relaciones: matrimonio, trabajo, amigos, desempeñándose hacía el vacío, entre períodos de abstinencia, asistencia a las reuniones de AA y promesas incumplidas.
Incluso sobria, Mary es presa de esa terrible enfermedad que es la depresión. Alcoholismo y depresión, terribles enfermedades; coctel peligroso que te puede conducir a el suicidio, aunque Mary, en una revisión hospitalaria, considera el suyo un diagnóstico decepcionante: “depresión aguda con insomnio y sollozos incontrolables”.
Dicen que la verdad te hará libre; quizá escribir y publicar la suya liberó a Mary; intuyo que “El club de los mentirosos” e “Iluminada” colaboraron a liberar a muchos más. Narrativa poderosa, memorias luminosas, historia de amor de una familia imperfecta, tan disfuncional como tantas. Las recomiendo ampliamente.