
No solo sentimientos y sensaciones positivas obtienes de las lecturas. Un buen libro es capaz de transformar a las personas, aunque su lectura no sea como un paseo por un parque de diversiones. “El consentimiento”, de Vanessa Springora ha logrado exponer el doble rasero con el que la sociedad francesa juzgaba un delito como la pedofilia, dependiendo de quién lo cometía, para traerlo a debate creando una nueva conciencia.
“El consentimiento”, la novela de No Ficción de Vanessa Springora, no es una lectura agradable, ni apacible, ni placentera. Mientras lees, experimentas efectos que van del odio al desprecio, no por la autora, que con quien al menos yo, conecté profundamente con sus emociones, sino hacia su verdugo, el despreciable Gabriel Matzneff, un vil depredador, que morirá pronto, sin lograr salirse totalmente con la suya, pero sin recibir un castigo equivalente al daño que produjo.
Por si no están enterados, Vanessa Springora dirige la prestigiosa casa editorial francesa Julliard, y en “El consentimiento”, cuenta la historia de la relación que inició hace más de 30 años con el “aclamado” y reconocido escritor francés Gabriel Matzneff, amorío que ocurrió, cuando ella recién cumplía sus catorce y el escritor pasaba los cincuenta.
El libro provocó un maremoto cuyas olas arrastraron a intelectuales y medios de comunicación franceses, que en su momento, toleraron, ignoraron, consintieron, y muchos, hasta aplaudieron y auparon el comportamiento delictuoso y abusivo del depredador, que se daba el lujo de nutrir sus libros con las historias de sus víctimas, re victimizándolas. Al día de hoy, muchos se han deslindado y han ofrecido disculpas públicas; los otros, quizá se las ofrendaran a sus demonios.
El mismo día en que salió al mercado francés “El consentimiento”, el depredador publicó una larga carta, donde sin ofrecer una disculpa, pedir perdón y mucho menos mostrar arrepentimiento, se quejó de haber recibido una puñalada en el corazón. Y en este caso, es complicado separar la obra del pedófilo de su vida privada, porque insisto, en ella, en sus libros, se regodeaba, exponiendo a sus víctimas, escribiendo sobre sus relaciones, haciendo apología de su delito.
El caso de los padres de Vanessa se cuece en olla aparte. La madre conoció la relación desde su inicio y la consintió; el padre se indignó, pataleó, amenazó con denunciar al pedófilo, pero al final, no hizo nada; bueno, aprovechó la ocasión como pretexto para desaparecer definitivamente de la vida de su hija.
¿Por qué deben de leer libros como “El consentimiento? Para aprender que es mentira que las malas acciones y las malas personas están alejadas del ámbito familiar, cultural, deportivo o religioso; dentro de la familia, en nuestro círculo más intimo de amigos, en el deportivo, en el consultorio del médico a quién le confías la salud de tus hijos, en el centro mismo de nuestra vida, puede merodear un depredador.
Y los jóvenes la deben de leer porque, deben tener claro que una relación sana, solo puede ser, florecer, y crecer, cuando existe una igualdad entre la pareja. El consentimiento puede ser un término jurídico un tanto ambiguo, pero, una adolescente, un joven de 14 años, siempre se encontrará en desventaja, y en muchos niveles, frente a un hombre o a una mujer de 40/50 años.
Libro corto, bien escrito, con una prosa seca, precisa, con la que Vanessa que narra, expone y argumenta lo que vivió, cómo lo vivió, las consecuencias sobre su vida, las razones y sin razones de sus actos. No puedo dejar de recomendarla, aunque lastime leerla.