
Sorprendido, pues no les conocía una pasión desbordante por la lectura o por los libros; tampoco que compartieran interés por la siquiatría, y mucho menos, que fueran afectas a la lectura de ese género tan injustamente menospreciado, como es el de el mal llamado “Autoayuda”, como parecía ser el libro.
El caso es que esas fueron las dos razones que me acercaron al libro. Además, me gustan los que tratan sobre casos psiquiátricos. He comentado mi entusiasmo por los libros de Irvin D. Yalom, pero debo de confesar que, de entrada, pensé que estaba orientado a ofrecer alivio a lectores en búsqueda de apoyos emocionales, que la historia de un caso como las que nos narra Yalom.
Creo que ya he comentado que presto poca atención a los elementos paratextuales de un libro: ni portada, ni contraportada, ni solapas, guardas o prólogos, pesan a la hora de elegir. Si durante la lectura algo me parece extraño, o me impacta más de lo esperado, o sucede algo que me impulse, entonces sí, inicio la búsqueda de posibles respuestas acudiendo a ellos o a internet.
Eso me pasó. El inicio de la historia de Catherine me impactó tanto, que inmediatamente busqué para saber si el libro trataba de un caso real o ficticio. La portada ofrecía la respuesta: “La historia real de un psiquiatra, su joven paciente y la terapia de regresión que cambió sus vidas para siempre”. ¡Órale!
Cuando era joven, leí una novela que terminó en película, con un caso parecido. Recordé que se tituló “Sybil”, y trataba sobre una joven con múltiples personalidades. Parecidas, pero diferentes: Catharine no tenía varias personalidades, sino varias reencarnaciones, y conforme avanzaba la terapia, empezó a adquirir poderes psíquicos, como el de adivinar el futuro.
Continué con la lectura, escéptico, más intrigado por conocer las pretensiones del autor, que por descifrar las historias que narraba Catherine bajo hipnosis sobre sus vidas pasadas; eran varias, en épocas diferentes; vidas, digámosles, “normales”, sin hechos extraordinarios; lo poco que tenían en común era que cuando narraba su muerte, mencionaba que flotaba y se alejaba observando la escena.
Para cuando empezaron a tener mayor presencia los Maestros con sus enseñanzas, estaba más que convencido sobre las pretensiones del buen doctor Weiss; mi duda giraba sobre si continuaba o no con la lectura. A media noche de un viernes, impedido a grandes planes de fin de semana por la pandemia, decidí seguir, pues no andaba de humor para elegir otro libro, cuando menos a esa hora. —Ya mañana decidiré—, pensé.
Los Maestros enseñan, hay muchas cosas que aprender y todos podemos hacerlo si abrimos nuestras mentes y estamos dispuestos a esforzarnos para lograrlo. Un libro como “Muchas vidas, muchos maestros” puede ofrecerte diferentes beneficios, o ninguno, pero sin duda, difícilmente te causara algún daño. Utilizar recursos literarios para trasmitir ideas, conceptos, enseñanzas es válido. La desvelada valió la pena sin duda. Ya repondremos las horas de sueño invertidas en la lectura.
Brian Weiss cuenta, en la voz de Catherine varias historias, fragmentos o grandes partes de diferentes vidas, que ocurren en diferentes épocas y lugares, para trasmitir, a manera de enseñanzas -que no recetas, porque hay que ejercitar el cerebro- de muchos Maestros, conocimientos con la pretensión de ayudar al lector a encontrar el equilibrio y la armonía necesarios para disfrutar plenamente su vida; y yo, la verdad, no soy nadie para criticarlo por intentarlo, y mucho menos a alguien por leerlo, como lo hice yo.