Una virtud del Premio Nobel de Literatura es que nos ofrece la oportunidad de conocer a escritores y autoras que, si no fuera por el galardón, probablemente jamás sabríamos de ellos. Con sus errores y sus omisiones, mas allá de si los conocemos o no -imposible conocer a todos y todas-, la enorme mayoría de los premiados han sido destacados autores.

El premio que se otorgó este año a Louise Glück me encantó por varios motivos; el principal: se premió a una poeta. Pocas mujeres han sido reconocidas con el Nobel, y más exiguas, las poetas galardonadas; género con poco eco entre los miembros de la Fundación.

Mientras llega su obra a nuestras librerías, estimulado por el premio, elegí la lectura de “La buena tierra”, premio Pulitzer 1932, y una de las novelas mas conocidas de Pearl S. Buck (1892-1973), Premio Nobel de Literatura 1938, primera escritora no europea en alcanzarlo.

Nunca la había leído, a pesar de que en México, “La buena tierra” alcanzó un éxito tan notable, que creo tuvo hasta su versión en historieta gráfica, gracias a Yolanda Vargas Dulché y su revista semanal “Lagrimas, risas y amor”.

Pearl S. Buck es hija de misioneros presbiterianos, y vivió en China 40 años en diferentes períodos de su vida. En 1934 se instaló de forma permanente en los Estados Unidos, donde participó activamente en los movimientos a favor de los derechos civiles y de la mujer. Su obra literaria es inmensa: entre 70 y 90 libros publicados: novela, poesía, ensayo, teatro, guión cinematográfico, literatura infantil; no le hizo el feo a ningún género.

“La buena tierra” se sitúa en China, antes del triunfo de los revolucionarios comunistas, y cuenta la historia de Wang Lu, labrador, orgulloso propietario de un pedazo de tierra que trabaja arduamente de sol a sol, y de su esposa O-Lan, joven perteneciente al Señor que regía la Casa Grande y rescatada de la esclavitud por Wang Lu para hacerla su esposa.

O-Lan, mujer de trabajo como su marido, de físico tosco, callada, leal, discreta, con una dignidad y valores que la embellecen, resulta la compañera ideal para Wang Lu, colaborando con él, tanto en las labores de campo, como en la procreación y educación de sus hijos.

Así, con los años, Wang Lu, cuyo sueño era hacer crecer el tamaño de sus tierras, trabajando duramente, produciendo, ahorrando y adquiriendo más terrenos, alcanzó el colmo de sus ambiciones: hijos y mujeres en casa, dinero, admiración, respeto y tierra, mucha tierra.

Historia sencilla, narrada con una prosa maravillosa, que fluye, a ratos, serena, intensa en otros, minuciosa y descriptiva siempre, acomodándose perfectamente al ritmo de la vida de sus protagonistas. “La buena tierra” nos ofrece un retrato de la vida en la China rural de aquellos años, de Señores y esclavos, de guerras y revoluciones, de insultantes riquezas y de extrema pobreza.

Personajes muy bien construidos, los buenos, los malos y los peores; llenos de sabiduría e ignorancia, malicia y vileza, sencillez e ingenuidad, franqueza y doblez; historias entrañables y conmovedoras, cargadas de desgracia y bienestar, de aspiraciones y dolores; de afectos, tradiciones y rencores.

Lectura placentera y te hacen pensar que dentro de unas decenas de años más, “La buena tierra”, de Pearl S. Buck, será un clásico inmortal. Se las recomiendo.