
Permítanme una aclaración: no estoy formado en las aulas literarias universitarias, por tanto, no soy teórico, ni crítico profesional y mucho menos pretendo explicar fenómenos literarios. Lo mío es la anécdota, la aproximación al texto, el testimonio personal, los sentimientos, las sensaciones, las impresiones que me provoca su lectura. No leo para aprender, ni para entretenerme: leo por placer; leo por puro vicio : el que me creó el gozo de la lectura.
Dicho lo anterior, lo primero que les puedo decir sobre “El obsceno pájaro de la noche” es que su lectura no es sencilla. EYYYY: ¡No se vayan! ¿De cuándo acá solo lo sencillo, lo elemental, lo evidente es placentero? A la novela de Donoso hay que tenerle paciencia y prestarle atención; sacar la pluma, subrayar y anotar, sobre todo en las primeras 100-150 páginas, después el puro gozo.
José Donoso (1924-1996) fue integrante de ese mitológico y extraordinario grupo de escritores latinoamericanos junto con Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortazar, Guillermo Cabrera Infante y muchos otros más, que irrumpieron en la escenario literario en los 60´s, cuando por la atención generalizada que recibieron, se les endilgó el “publicitario” y muy controvertido titulo de autores del “boom”.
La escritura de “El obsceno pájaro de la noche” fue una tortura para Donoso. Años, muchos años le dedicó a intentar “encontrarle una forma racional”, como él mismo confiesa en su libro “Historia personal del boom”.
Obsesionado y presionado por el “éxito” de sus contemporáneos con libros que consideraba “difíciles”, Donoso dudaba, escribía, acumulaba páginas; no tenía claro si, la escritura “intelectual”, desmesurada y “caotizada” era para los autores europeos, mientras que la literatura costumbrista, de fuerte acento social era lo suyo, o, sí debía experimentar con su literatura, como Cortazar en “Rayuela” o Vargas Llosa en “Conversación en La Catedral”.
Donoso reflexionaba sobre las formas de sustituir el “viejo hilo narrativo de la primera persona o del narrador omnisciente con complicadas estructuras formales” y la conveniencia de eliminar al intermediario narrador y expresivo, para experimentar y alcanzar otros estadios en el arte literario.
Las conclusiones de sus vacilaciones se notan en “El obsceno pájaro de la noche”: el primer reto al que me enfrenté fue encontrar al o los narradores de la historia: ¿será el mudito, o una de las viejas cuidadoras de la Iris, quizá mi tocayo Humberto Peñaloza? Si les digo que son los tres, y que los tres son uno solo, ¿me creerían? Yo que ustedes, no.
“El obsceno pájaro de la noche” cuenta la historia de Humberto Peñaloza, que a la vez, en un ejercicio de metaficción escribe la historia de su patrón, el poderoso terrateniente y senador Jerónimo de Azcoitía y su familia, en un juego donde Donoso “plega y confunde el tiempo, lo multiplica y lo divide, refracta los acontecimientos cortándolos en trozos y disponiéndolos en forma paralela, para curvearlos y enroscarlos, organizando la estructura de tal forma que cumpla con sus designios”.
“El obsceno pájaro de la noche” trata sobre la oligarquía chilena, que es decir latinoamericana, poseedora del poder político, económico, social y religioso. Y trata sobre los de abajo: los mozos, los peones, los sirvientes; y de sus mitos y leyendas; de las meicas y los inbunches; de la Rita, la Dora, la Damiana, la Iris Mateluna, la madre Benita, la Mercedes Barroso, la Peta Ponce, de Romualdo, del Gigante. De las viejas y las asiladas de la Casa de la Encarnación de la Chimba y los monstruos de la Rinconada, verdaderos fenómenos circenses acompañados por Boy Azcoitía, primogénito y heredero de Don Jerónimo.
Novela onírica, coral, polifónica, llena de voces, de seres insólitos ocupando mundos fantásticos; historias llenas de desvaríos, con esa magia tan presente en la literatura latinoamericana de esos años. La lectura de “El pájaro obsceno de la noche” me ofreció, a 50 años de su publicación, la oportunidad de gozar una admirable novela y confirmar que en aquellos ya lejanos días, nuestra literatura tenía la fama muy merecida. ¡Vamos: Anímense a disfrutarla!