“Los recuerdos del porvenir”, de Elena Garro

No encuentro palabras que describan el cúmulo de emociones que me provocó la lectura de “Los recuerdos del porvenir”, verdadera obra cumbre de nuestra literatura, que se publicó por primera vez en el ya lejano 1963, y que ahora, gracias a Alfaguara, se crean nuevas oportunidades para que nuevas y viejas -como la mía- generaciones la disfruten.

Yo nací en 1957, así que cuando se publicó originalmente, no se daban las condiciones para que la leyera. Pasaron los años, y a pesar de que contaba en mis libreros con una edición publicada en 1985 por Promexa, dentro de su “Gran colección de la Literatura Mexicana”, del tomo Narrativa Contemporánea II, es hasta ahora, que adquirí la edición de Alfaguara, que la gocé.

La vida de Elena Garro (1916-1998) fue de novela. Hija de español y mexicana, poblana, criada en Iguala, Gro.; estudiante de Letras Españolas en la UNAM, carrera que abandonó cuando se casó con Octavio Paz, en una relación que la marcó de muchas maneras: divorcio turbulento, relación extramarital con Adolfo Bioy Casares, y variadas reyertas con la cofradía literaria mexicana de aquella época. Acusada por el gobierno de Diaz Ordaz de colaborar con el movimiento estudiantil de 1968, e inculpada al mismo tiempo por un grupo de intelectuales de ser agente al servicio de la CIA, Garro no le quedó de otra salvo partir al exilio, mientras su ex marido, iniciaba el camino que lo convertiría en un icono cultural y político, gracias a su estrepitosa renuncia al puesto que ocupaba en el gobierno de Diaz Ordaz.

“Los recuerdos del porvenir” recrea la historia de Ixtepec, un poblado imaginario ubicado en la zona central del país durante el gobierno de Plutarco Elias Calles, cuyo desenlace ocurre durante la guerra cristera. Narrada en dos partes por el pueblo, – gracias a un artificio literario de la autora -, nos presenta la vida de sus habitantes, alterada por una serie de acontecimientos provocados por la lucha revolucionaria, que aún se libraba en el país.

En un ambiente espectral, atestiguamos las tensas relaciones entre el General Francisco Rosas -tirano y dictador de Ixtepec-, su amante, la bella, admirada y envidiada Julia y los miembros de su estado mayor y sus mujeres, con los principales del poblado: Los Moncada, los Montúfar, los Goríbar; Don Joaquín y Doña Elvira; el poeta Tomás Segovia; el entrañable “loquito” Juan Cariño; los fieles y a los desleales sirvientes; las putas de la casa de Luchi; el misterioso forastero Felipe Hurtado; pero sobre todo con los tres hermanos Moncada: Nicolás, Juan e Isabel.

Dramaturga consumada, Elena Garro construye en “Los recuerdos del porvenir” una tragedia. Ixtepec, ocupado por los militares callistas, gobiernan a base de violencia física y sicológica, mientras sus habitantes pasan los días contando colgados, fusilados y desaparecidos. Presos del terror, no se atreven a hacer nada contra sus celadores, salvo hablar, criticar, desahogarse, siempre tras sus espaldas. Hasta que un día, se deciden a rescatar al cura y al sacristán, trastocando la aparente tranquilidad pueblerina, y arriesgando sus vidas.

“Los recuerdos del porvenir” es una obra escrita por una mujer, cuyas protagonistas son las mujeres, las del pueblo y las de los militares. Julia, la amante del dictador, la que alteraba al pueblo, la que despierta la curiosidad y la envidia. La admirada y la malquerida. La muy amada por su General, al que no le concedía lo que deseaba de ella. Isabel, la Moncada, que se enfrentó al mundo cuando decidió, en un arranque inaúdito, convertirse en su sucesora en la cama del dictador. Rosa y Rafaela, las gemelas, amantes, las dos, del coronel Cruz. Antonia, la costeña, querida de Corona, otro miembro del equipo de Francisco Rojas, todas ellas víctimas del machismo imperante, pero nunca totalmente dominadas por sus hombres.

“Los recuerdos del porvenir” es una novela mágica, y no quiero caer en el cliché del “realismo mágico”, aunque muchos respetados literatos la clasifican como la fundadora de ese género o movimiento literario. En el texto hay tanto amor, dolor, realismo, magia y tragedia que te mantiene atado, deslumbrado por la maestría mediante la cual Elena nos cuenta su historia.

Agradezco profundamente la oportunidad de leer “Los recuerdos del porvenir”, un libro maravilloso y duro a la vez, lleno de metáforas e imaginación, escrito con talento, oficio y una prosa que alcanza notas poéticas, y que nos transporta a una época del pasado donde ocurren eventos muy actuales.

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