A Cercas lo descubrí en el 2009 cuando leí el magnífico libro “Anatomía de un instante”, que narra la historia detrás del fracasado golpe de Estado que sufrió España el 23 de febrero de 1981. Impulsado por esa lectura leí gran parte de su obra resaltando en mi gusto “Los soldados de Salamina” (2001), novela testimonio que lo colocó en el mapa de la literatura hispana, “La velocidad de la luz” (2005), ganadora de diversos premios, donde confirmó la gran calidad de su literatura y “El impostor” (2014), una obra de no ficción que cuenta la historia Enric Marco Batlle, que adulteró información para hacerse pasar por diferentes personalidades.
Es sobresaliente el talento, oficio y la minuciosidad con que Cercas utiliza eventos históricos para crear novelas testimoniales. Su obra narrativa es destacable porque le abre a los lectores vías diferentes para comprender eventos tan confusos de la historia española como su guerra civil, la dictadura que le siguió o los últimos coletazos de los franquistas, que nos narra el autor Catalán en sus creaciones.
Columnista de El País, ensayista y traductor, Javier Cercas Mena ganó el apetitoso -es el galardón literario mejor dotado de las letras españolas: 601,000 Euros-, Premio Planeta 2019 con su novela “Terra Alta”
Cuando se anunció que Javier era el ganador del codiciado premio, se generó una ola de comentarios negativos y de suspicacias debido a que Cercas no formaba parte del amplio catálogo de escritores de la casa editorial, pero en lo general, el anuncio fue bien recibido gracias al prestigio del ganador.
Con “Terra Alta” Cercas debutó como escritor del género policiaco. Cuenta la historia de un brutal triple asesinato de un reconocido y rico industrial, su esposa y una de sus criadas. Las víctimas fueron salvajemente torturadas y mutiladas antes de ultimarlas.
El crimen ocurre en la masía familiar de los Adell, ubicada en Gandesa, capital de la comarca catalana de Terra Alta, donde las víctimas eran las figuras prominentes, principal fuente de empleos de la región, dueños y señores “de medio pueblo”; y como es común en los poblados pequeños, personajes queridos, envidiados y odiados, lo último como es de esperarse, de manera encubierta.
En un buen arranque de la historia, nos enteramos que la investigación estará a cargo de un grupo encabezado por un juez, e integrado por un par de inspectores y una sargento de la Unidad de Investigación Territorial de Tortosa, que coordinaran a dos policías locales: el caporal Ernest Salom y el investigador Melchor Marín, que llegó a Gandesa cuatro años atrás, procedente de Barcelona, cargado de cierta fama y un pasado misterioso.
Centrémonos por ahora en Melchor Marín, porque es precisamente en el desarrollo del protagonista donde encuentro la principal falla en la novela de Javier Cercas: su madre es Rosario, una prostituta que ejerció como tal porque no encontró mejores opciones para salir adelante. Rosario ama a su hijo, y trata, inútilmente, de llevarlo por el buen camino, incluso, costeándole un colegio privado, del cual sale expulsado. Rosario es incansable en su lucha por enderezar -sin resultados- la vida de su hijo, repelente a sus consejos y sacrificios.
Sea por predisposición genética, por la profesión de la madre, o por esos factores imponderables que influyen en las vidas, Melchor se decidió por la carrera delictiva, y a partir los trece años se la pasó bebiendo, peleando, y robando, de tal suerte que a los quince, ya había pasado tres veces por los tribunales, y por un corto período encarcelado en un centro para menores, donde conoció a un panameño que lo introdujo en un cartel colombiano que traficaba cocaína, donde fue escalando posiciones, hasta que la policía catalana desarticuló la banda, culminando su carrera como narco, en la prisión.
Es en la cárcel donde dos sucesos impactaron a nuestro protagonista: descubrió “Los miserables”, la extraordinaria novela de Victor Hugo, y su madre, esa mujer, a quien nunca escuchó, falleció.
Obsesionado por su muerte, leyendo y re leyendo “Los miserables”, Melchor emergió de su duelo tomando una decisión inconcebible, que transformaría su vida: se puso a estudiar para ser policía. Se graduó e ingresó al cuerpo policial chapuceramente al maniobrar para hacer desaparecer su expediente carcelario. Se convierte en defensor de la ley, pero lo primero que hace, es torcerla.
En fin, el caso es que Melchor se gradúa, ingresa a la Policía de Barcelona, donde protagoniza una balacera con terroristas, que lo convierte en héroe, pero es invitado a trasladarse, para salvaguardar su seguridad a Gandesa, donde lo encontramos cuatro años después, felizmente casado con Olga, la bibliotecaria del pueblo, y padre de Cosette (así se llama la hija de Jean Valjean, protagonista de “Los miserables”), cuando ocurre el asesinato de los Ardell.
Seis semanas después de los asesinatos, ocurren hechos, situaciones y decisiones que toman los jefazos, que provocan un giro completo a la investigación, entrando así, a la segunda parte de “Terra Alta”, con un Melchor en desacuerdo con las decisiones de sus superiores, dispuesto a saltarse las trancas, encarnando el espíritu de Javert, el policía fanático y obsesionado por atrapar a Valjean de su novela preferida, pisando callos, exasperando a propios y extraños, arriesgando su vida y la de su familia, sediento de justicia y venganza, decidido a atrapar a los culpables.
Para no extenderme más, permítanme mencionar algo sobre el final, sin “espoliar”: nos vamos a encontrar con un final forzado, que incluso, se da el “lujo” de introducir a la trama al ex presidente mexicano Peña Nieto, exhibiéndolo -textualmente- como un pendejo, fácilmente manipulable -su fama trasciende nuestras fronteras-, y que intenta convencernos de que nuestras deducciones sobre el culpable, son erróneas, y que la solución va por otro lado.
Dice Mario Vargas Llosa que “una ficción es siempre una recomposición fraudulenta de la realidad; una mentira que, si el creador tiene genio, ha sido dotada de un poder de persuasión capaz de imponerla como cierta en el instante mágico de la lectura”.
Para que una ficción funcione, la historia, los personajes, su comportamiento deben de ser verosímiles para el lector. La “verdad” en una la novela, depende de la capacidad de seducción, del poder de sugestión con que el autor envuelve su fantasía, de la manera en que utiliza su oficio para persuadirnos de su veracidad, de su viabilidad.
Algo falló con Melchor: ¿ por qué me costó creer que tomándose al pie de la letra lo narrado en “Los miserables”, creyéndose que la vida es exactamente como Victor Hugo la cuenta, espoleado por la muerte de su madre -tan predecible por el sórdido ambiente en que se desenvolvía-, Melchor lograra convertirse en un probo, recto, honrado y justo policía? La literatura, la lectura de “Los miserables” ¿bastó para convencerlo de que la venganza no sería suficiente, que para encontrar paz, lo que requería era que La Justicia castigara a los culpables?
Es este el punto que me impidió disfrutar “Terra Alta”. Me estorbó no creer las razones de la conversión tan fuerte de Melchor, y no sé si fue falla mía -quizá me he convertido en un cínico total- o de Javier Cercas, por qué ¿acaso cambiar, reinventarse, no es una de las aspiraciones humanas por excelencia?
Concluyendo: creo que el debut de Cercas, como autor de novela negra, fue mas o menos afortunado; el más, por lo sustancioso del galardón que le otorgó Planeta. ‘Terra Alta” es una buena novela, pero por debajo del nivel de las anteriores ficciones del autor español. Quizá -solo especulo-, la oferta de Planeta para integrarse a su catálogo, lo llevó a escribir sin cuidado esta novela.