de la gota de tinta en el himno de los iracundos // Joaquín Sabina
En México los indignados se convierten en iracundos, pero iracundos de Internet, muy pocas veces de calle y casi nunca de votos. Nuevo León no es una sociedad de indignados, es una sociedad de resignados, una sociedad sometida a los designios de sus capitanes, a la imposición –corrupción e impunidad mediante– de sus políticos y a la “chavanización” de su cultura a través de la mediatización espectacular y futbolera.
“Existe una forma de autoridad que no dice su nombre: es el conformismo”, escribió Ikram Antaki. Y a los regios nos recorre el conformismo cuyo rasgo distintivo es habitar en una segunda dimensión y donde la tercera, desde una verticalidad, agobia la vida cotidiana: horizontalidad sin perspectiva:
“Hoy las opiniones dominantes emanan de personajes cuya razón y sabiduría no son evidentes, pero que ocupan un lugar que permite que sean escuchados. La opinión pasa por unos actores, escritores, personajes mediáticos cuyo rostro y cuya voz son conocidos; así es como se relaciona la frecuencia de su palabra con su veracidad y se identifica aquel que ‘aparece mucho’, con aquel que tiene ‘mucha razón’. De conocido se vuelve reconocido, aceptado, avalado. Este es el rasgo esencial de la civilización mediática” (I. Antaki, El manual del ciudadano contemporáneo).
En una sociedad dominada por los intereses empresariales (como sociedad de servicios, ni Cemex ni Ternium ni Kia son los referentes de Monterrey: el referente ahora es Oxxo), los negocios nunca son cuestionados por los políticos que, al final y en connivencia, trabajan para los empresarios (incluyendo la fase en la cual se aliaron con los casineros y con los empresarios de bienes raíces). Y así, la rebeldía de romper el bipartidismo sufre de inconsistencia cuando se trata de criticar a los actores conniventes, políticos y empresarios. Ningún político “independiente” criticó, por ejemplo, el uso privado de un parque público en la construcción del nuevo estadio de futbol en La Pastora.
La transición de Jaime Rodríguez Calderón de candidato ciudadano a candidato independiente, de candidato bronco e indignado a candidato iracundo, se transmite a través de las redes sociales en un video cuyo mensaje es que ya se requiere un “cabrón” como Jaime Rodríguez: “Es grandioso que los jóvenes digan las cosas tal como la siente toda la raza, ‘¿Groserías?’… groserías las tranzas, la corrupción y la traición de los políticos… ‘¿malas palabras?’ malas palabras las mentiras que por años han dicho a la gente. Hablar con la verdad, nunca será una ‘campaña sucia’ aunque les moleste a los rudos políticamente ‘correctos’”.
A diferencia del nacimiento de Syriza (Grecia) y Podemos (España), la propuesta de ruptura de sistema de Jaime Rodríguez Calderón no nació de la calle: al faltarle el hueso, decidió romper con el PRI, del cual se amamantó durante tres décadas. La candidatura de Rodríguez Calderón es una candidatura postiza y su “rebelión” es una rebeldía pretenciosa.
La economía en México aún no da para el paro generalizado y una indignación callejera, por eso los iracundos de Rodríguez Calderón son iracundos de Internet. La crisis económica no se ha convertido en crisis social. Y la crisis política viene por otro lado: la indignación generalizada por la corrupción del PRI, en primer lugar, y teniendo como actor principal al presidente Enrique Peña Nieto. La alternancia en el país no concluyó en un cambio de sistema y esa alternancia ante el PRI ha desacreditado tanto al PAN como al PRD. En Nuevo León, sin embargo, esta crisis no es tan evidente porque, desde esa “autoridad” del conformismo, siguen acreditándose votos al duopolio.
La iracundia, así, no es la salida social para establecer los votos, al menos no en Nuevo León. “Las 10 propuestas de fondo” de Rodríguez Calderón son, en realidad, mera propaganda superficial y de consignas en donde, podemos concluir, “el desmadre por el desmadre no vale madre”. “El Bronco” es un candidato sin propuestas, desfondado. Una candidatura “contestataria” es, al final de cuentas, una candidatura vacía y cuyo fin mesiánico no es el diálogo sino el monólogo.
A diferencia de candidaturas independientes como la de Tatiana Clouthier y Lorenia Canavati, la candidatura de Jaime Rodríguez Calderón no nació de la lucha cívica sino de su ruptura institucional con el PRI. La candidatura de “El Bronco” no emergió de un movimiento de base, de asambleas de ciudadanos: ni de democracia participativa ni de democracia representativa. La candidatura “independiente” de Rodríguez Calderón, así, no es democrática, es vertical e impuesta: el autodedazo.
El futuro de la candidatura de Jaime Rodríguez Calderón es un futuro incierto si sigue agotándose en Internet. Para crecer, la campaña requiere de estructurarse en un esquema de todo-terreno, pero también de alianzas, lo cual es difícil dado el método onanista de ejercicio político y de poder que domina a “El Bronco” (Fernando Elizondo Barragán se adelantó y ya hizo la alianza con Lorenia Canavati, una verdadera candidata independiente). Rodríguez Calderón es un factor que influye, pero no determina y su pasado lo condena o, para decirlo mejor en palabras de Antaki: “El pasado es el cementerio de los futuros que no han sido”. Y acaso nunca serán.