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“Tomás Nevinson”, de Javier Marías

Existen novelas que por sus asombrosas y maravillosas propiedades me hacen sentir incapacitado para trasmitirte las sensaciones y sentimientos que su lectura me provocan. “Tomás Nevinson”, y en general, la Literatura de Javier Marías, su peculiar estilo literario, su prosa, la estructura de sus novelas, sus personajes narradores, me dejan exhausto, pero satisfecho, contento, y afortunado por haberme permitido el gozo de su lectura.

Javier Marías es autor de quince novelas, de semblanzas, de relatos cortos, de antologías y de ensayo. Editorialista de El País, fue Profesor de la Universidad de Oxford y de la Complutense de Madrid y es miembro de la Real Academia Española. Multi galardonado por su obra, los últimos años ha sido integrante asiduo en las quinielas y listas de los autores con merecimientos para recibir el Nobel de Literatura.

Las novelas de Marías se leen despacio. Por más que intente acelerar el ritmo de lectura, con las historias de Javier termino por reconocer que no vale la pena: difícilmente me estará esperando una novela mejor de la que tengo en las manos. “Tomás Nevinson” fluye lenta pero plácidamente. Además, es extensa: 680 páginas, así que si pretendes romper un récord de lectura rápida, te recomiendo buscar otros autores.

Reflexión sobre los límites entre lo qué se puede hacer y lo qué no; sobre la elección del mal menor argumentando evitar mayor daño; “Tomás Nevinson” nos confronta con el dilema moral al que se enfrenta nuestro atractivo personaje, inmerso en una situación extrema tal, que no logra elegir un curso de acción que sea conforme con su educación “a la antigua”, con sus valores, ya que nunca creyó ni imaginó que algún día le fueran ordenar matar a una mujer.

Tomás Nevinson es un agente del servicio secreto británico, el M16, supuestamente en retiro. Un 6 de enero lo contacta Bertran Trupa, su antiguo jefe para proponerle que se infiltre en una pequeña ciudad española para identificar entre tres mujeres, a una militante del IRA que colaboró con el ETA en algunos de los más sangrientos y letales atentados que ocurrieron en España.
La orden es sencilla: identificar a la mujer sin ninguna duda y reunir pruebas eficaces, irrefutables e inequívocas para llevarla frente a la justicia con la certeza de que recibirá condena por sus actos; si no es posible obtener dichas pruebas indefectibles, ejecutarla.

A Tomás lo conocimos en “Berta Isla”, novela titulada con el nombre de su ex mujer. Estudiante superdotado para los idiomas y para las imitaciones de acentos, fue reclutado por el M16 británico, y en esta novela lo encontramos años después, trabajando en Madrid para la Embajada Inglesa, separado de Berta y sus hijos, ya adolescentes, pero residiendo en la misma calle donde viven. Aburrido y deseoso de volver a la acción, acepta la propuesta de Trupa.

No te esperes una novela de espías pletórica de acción, a lo James Bond, aunque a Levinson le hayan concedido extra oficialmente licencia para matar. Marías es un maestro es eso de poner pausa a la acción, pero incrementando el misterio, lo que te mantiene en alerta permanente.

En “Tomás Levinson” lo que encuentras son largas digresiones, profundas reflexiones, preguntas bien jodidas sobre la decisión de asesinar a una mujer en nombre de la justicia, obviando con su muerte, que vuelva a cometer actos de terrorismo, evitar nuevos crímenes, horrendos crímenes.

Ambientada en los 90´s, narrada en primera persona, con el estilo peculiar de Marias, donde la voz narradora duda, opina, reflexiona buscando certidumbre, una luz que ilumine el laberinto en que se encuentra, que tranquilice ese estado de zozobra que sufre, imposibilitado para conocer la verdad a ciencia cierta, de determinar tras de quién, entre Inés, Celia o María, se esconde una implacable terrorista, que ha asesinado y puede volver a hacerlo.

Prosa sutil, suave y llena de matices; estructura sin complicaciones; personajes bien dibujados, mostrando su esencia, su conciencia, con un Tomás como ejemplo, símbolo de un hombre desterrado de su universo, sin futuro, envuelto en tareas incompatibles con sus recuerdos, “Tomás Nevinson”, con numerosas referencias a “Berta Isla”, la anterior novela de Marías, sin llegar a ser continuación, es una maravillosa novela que no puedo dejar de recomendártela. ¡Te leo!

“Yoga”, de Emmanuel Carrère

Armatoste explosivo de un género inclasificable, relato (s) inquietante (s) y adictivo (s), “Yoga”, el último libro del escritor francés Emmanuel Carrère me sorprendió, pero no me defraudó. Quizá me agarró en un estado de extrema sensibilidad, sinceramente te lo digo, me tocó ciertas fibras, pero ¡carajo! Me inquietó, me cautivó, me deslumbró y al final, me dejó con la conciencia que había disfrutado de un gran libro.

Con riesgo de parecerte incongruente, no sabía que esperar. Se dijo y se escribió demasiado sobre los embrollos, los diversos obstáculos que sorteó Emmanuel Carrère para publicar “Yoga”, un libro esperado porque desde la publicación de “El reino”, pasaron años sin que el francés entregara una nueva obra.

Emmanuel Carrère (1957-), francés, periodista, cineasta y escritor multi género, ganador del Premio FIL de Guadalajara en el 2017, es un autor que se ha especializado por escribir novelas donde mezcla la ficción con la realidad; novelas de no ficción como “El adversario”, “Una novela rusa” y “De vidas ajenas”, pueden servir de ejemplo de su literatura. Si le crees o no, que todo lo que escribe es real, pues ya es cosa de cada quien.

Pero te comentaba que no tenía idea de que iba “Yoga”, en qué había acabado el libro. Publicado en medio de una serie de conflictos jurídicos con su ex mujer, Hélène Devynck, se decía que Carrère fue obligado a rehacerlo ante el impedimento legal de mencionarla implícita y explícitamente.

Y supongo que algo así sucedió, porque “Yoga”, que según cuenta Carrère iba a ser un “librito risueño y sutil sobre el yoga”, terminó convertido en un extraño, pero fascinante, adictivo y seductor artefacto literario; un libro que cuenta varias historias, aparentemente inconexas, pero al final caes en cuenta que, como decía Steve Jobs, los puntos terminaron uniéndose.

Profundo, extenso y atractivo ensayo sobre la meditación, el taichí y el yoga; texto ambientado alrededor del atentado que conmovió profundamente a la sociedad francesa: la masacre en la revista satírica Charlie Hebdo en la que asesinaron a doce periodistas e hirieron a cinco de gravedad; relato íntimo y doloroso de la depresión que lo recluyó en un hospital psiquiátrico; y por último, su mirada, su percepción, contada a través de cuatro jóvenes refugiados en una pequeña isla griega sobre la crisis migratoria europea.

En la parte inicial, que da pretexto al libro, donde Carrère vibra y se explaya escribiendo sobre sus inquietudes espirituales, sus conocimientos y experiencias en la práctica de las diferentes versiones del yoga, el ying y el yang, sus posturas (asanas), las técnicas de respiración (pranayama), de meditación y mantras; me resultó atrayente por que me interesa e intriga el tema y por su hipnótica prosa; me conmovió además, intuir las promesas de bienestar que el autor percibe y anhela conseguir con su práctica, buscando espantar su tristeza, aliviar su depresión.

Turbadores y desgarradores me resultaron los apuntes sobre su internamiento hospitalario. Tristeza, desesperanza, pesimismo, angustia, soledad. La bestia negra, la depresión, descenso a los oscuros abismos de la mente; Carrère no se guarda nada en la historia de su locura, sus desequilibrios químicos, su manía depresiva, la terapia a base de electrochoques a la se sometió, y la tenue luz al final del túnel, el anhelado retorno al trabajo.

De la elipsis narrativa no me animo a contarte mucho. Usando como pretexto un viaje a Grecia, donde recala en una de las tantas islas, Emmanuel conoce y se involucra con una norteamericana activista en pro de los refugiados, grupos de adolescentes que esperan en Grecia su admisión en Europa.

Es en esa parte donde se nota las consecuencias de los líos jurídicos de Carrère con su ex-mujer, y supongo que para cumplir con el acuerdo legal, el autor la suprime, e introduce un personaje ficticio, ¨rompiendo” con el pacto con la verdad, pretendiendo que sea el lector quien llene los huecos del relato con el contexto que nos ofrece.

¿Metaficción? ¡Claro! Emmanuel hace todo lo posible para hacernos saber que está escribiendo “Yoga”; su texto nos manda a otros de sus libros; a su personaje Erika la afirma como ente de ficción; y la hipertextualidad de “Yoga” es indudable y evidente, pues muestra toda una red literaria de citas y referencias a otros textos.

¿Autobiografía? Escrito en primera persona, la verdad es que un lector como tú o como yo, la tenemos difícil para discernir que de lo que nos cuenta Emmanuel es verdad y cuál parte ficción. Aunque Carrère odie que se clasifique a parte de su obra como autoficcional, “Yoga” es a mi entender, más autoficción que autobiografía.

En fin, clasificaciones aparte, “Yoga” es una obra muy bien escrita, cautivante, emocionante, que se lee con emoción y concentración. Me gustó el regreso de Emmanuel Carrère a las librerías. Y si llegaste hasta aquí, te lo agradezco. Dejé muchas reflexiones y sensaciones sobre “Yoga” en el disco duro, pero tenía que cortar. ¡Te leo!

“La perra”, de Pilar Quintana

“La perra” es la historia de Damaris, una mujer afrocolombiana residente en una zona selvática del Pacífico Colombiano; historia que a la vez, puede ser la de millones de nuestras mujeres latinoamericanas. Novela corta o relato largo, lectura breve pero intensa; recreada en un ambiente hostil, solitario y peligroso, donde la jungla se une al océano. “La perra”, a pesar de su otro significado, trata sobre la relación entre Damaris y Chirli, una cachorra adoptada por nuestra protagonista.

Espero que me disculpes por traer tan pronto otra novela de Pilar Quintana, la última galardonada con el Premio Alfaguara de Novela 2021. Tantos autores por conocer, tanta obra por leer, y no me pude resistir a a la lectura de “La perra” cuando me la encontré, en un improbable estante de la librería, el mero día de Saint Jordi, mientras aún tenía presente en mi mente las buenas sensaciones que me dejó “Los abismos”.

Varios miembros del grupo me la recomendaron cuando platiqué sobre la Alfaguara 2021. La busqué primero OnLine, en mis librerías mexicanas habituales, y en todas, la reportaron como agotada. El 23 asistí a una de ellas, y neceando, la busqué, solo por no dejar, conociendo como conozco el pésimo sistema informático de venta en línea de esa librería. Y ahí estaba: sección literatura hispanoamericana, ordenada alfabéticamente, en la Q.

La vi tan delgada, tan breve, que me animé a leerla de inmediato. Es raro que lea dos libros del mismo autor tan seguido, pero lo sentí razonable. Tenía disponible el resto de la tarde del Día del Libro, y “Yoga”, el último libro del controvertido francés Emmanuel Carrère podía esperar al sábado. Y sí, sus 108 páginas me permitieron cerrar el viernes contento con su lectura.

Pilar Quintana (1972) nació en Cali y ha escrito 5 novelas y un libro de cuentos: “Cosquillas en la lengua” (2003), “Coleccionistas de polvos raros” (2007), “Conspiración iguana” (2009), “La perra” (2017) y “Los abismos” (2021). “La perra”, ha sido traducida a quince idiomas y reconocida con el Premio de Narrativa Colombiana y un PEN Translates Award.


Damaris es una mujer afrocolombiana, robusta, sólida, de piel oscura -vaya con la corrección política- y manos torpes por enormes. Vive con Rogelio, su marido, tosco pescador, hombre serio, callado y trabajador, medio bruto, pero no tan mal compañero.

Cerca de los cuarenta, después de años de esfuerzos por concebir un hijo -curas con hierbas, brujerías y rezos incluidos-, se decide por adoptar a Chirli, una perra recién nacida, con quien rápidamente crea un vínculo casi maternal, tensando su relación con Rogelio, en un matrimonio ya en crisis por los problemas inherentes a la infertilidad.

“La perra”, breve pero profunda, lectura cordial, pero sin complacencias. Con una estructura sin complicaciones y una prosa tan delicada y precisa como la de “Los abismos”, que hace que la lectura fluya con un ritmo sereno y relajado, totalmente opuesto al de las olas violentas que rompen contra los acantilados que bordean a ese pueblo de “una calle larga de arena apretada con casas a lado y lado”.

Los sueños, la angustia, la soledad, el mar, la lluvia, los moscos; tierra dura cuyas características y ubicación desconocía, y que gracias a la novela de Pilar Quintana y la ayuda de Google pude conocer, aunque someramente, la dureza que el Pacífico colombiano impone a sus habitantes.

Novela seria, narrada con un tono denso, que nunca cayó en la tentación de aprovecharse de los brujos indígenas y la herbolaria popular para encasillarse en la arbitraria clasificación de “realismo mágico”. Sí, queda claro que una negra pobre que vive en el Pacífico colombiano no tiene acceso a tratamientos de fertilidad, pero tampoco a soluciones “mágicas” a un problema que nos las tiene.

“La perra” trata sobre temas importantes, formales, serios: la maternidad, la fertilidad, y la frustración que provoca lo inalcanzable; el matrimonio y sus presiones hacia la mujer para parir y sus promesas de felicidad incumplidas; el racismo como parte de una estructura social y económica y las diferencias entre clases sociales. Excelente lectura, gracias por recomendármela ¡Te leo!

“Ex Libris Confesiones de una lectora”, de Ann Fadiman

Es difícil resistirse a un libro sobre libros. No importa el género: ya sean novelas; biografías y autobiografías de escritores, editores, agentes literarios; crónicas, ensayos, libros de fotografías, etc., lo que trate de los libros y su entorno, nos seducen irremediablemente porque va implícita en su lectura la promesa de descubrir más títulos, más autores, más sueños.

Y es que los lectores somos imaginativos y curiosos, muy curiosos. Siempre en la búsqueda de nuevos universos, de cosas desconocidas (ya existe un universo inagotable encerrado en la palabra cosas, escribe Arnoldo Kraus), también nos agrada conocer, nos divierte averiguar, las manías lectoras de otras personas.

Creo que esa es una de las razones de esta comunidad. Los lectores, como tú, como yo, entendemos el sentimiento de pertenecer a un grupo como este, donde nos reunimos un conjunto de personas con intereses e inquietudes comunes en torno a la lectura y los libros.

Nuestros ritos, rutinas y actividades lectoras pueden parecerles extrañas a quienes visualizan la pertenencia grupal con las salidas a cenar o a tomar la copa, o con las reuniones para ver un partido de futbol; actividades sociales como los clubes de lectura son parecidas, y cumplen con los mismos propósitos de una reunión para jugar cartas, por ejemplo, y sin embargo, algunos lo consideran singulares.

Dicho lo anterior, resultó natural que al descubrir “Ex Libris” en una mesa atestada de mi librería preferida, cargara con él, a pesar del precio (es importado de España). En descargo de “Ex Libris”, te comento que es un hermoso libro: la portada es muy atractiva, y la edición de Editorial Alfabeto está muy bien cuidada; vaya, es de los pocos libros nuevos que son cosidos, no pegados. Ah, e incluye el separador.

Anne Fadiman es profesora, editora, periodista y ensayista. Ha publicado reportajes en diversas revistas ( Harper´s, The New Yorker y The New York Times) y proviene de una familia estrechamente ligada con la literatura y los libros. Maestra galardonada con el Richard H. Brodhead Price for Teaching Excellence de la Universidad de Yale, es miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias de los Estados Unidos.

Publicado en 1998, “Ex Libris Confesiones de una lectora” es un libro sobre libros, que lo lees de un gozoso tirón. Dividido en 18 capítulos, con una prosa simple y sencilla, Anne nos relata sus extravagancias, sus caprichos, sus excentricidades en algunos de los temas que cotidianamente rondan por nuestros pensamientos lectores y otros, que ni siquiera los hubiéramos imaginado.

Deliciosa la narración sobre la manera en que tras cinco años de matrimonio, durante los cuales permanecieron juntas pero separadas, en la misma casa, pero en diferentes libreros, ella y su marido decidieron fortalecer su relación marital a través de unir sus respectivas bibliotecas. Decisiones sobre los cómo ordenarlos -género, autor, idioma, etc.-; seleccionar los libreros; en caso de títulos repetidos, con cuál se quedarán, etc., fueron algunos de los retos que afrontaron poniendo en riesgo la estabilidad matrimonial.

Manías como la de andar husmeando y a la caza nuevas palabras; los libros del estante suelto, que son aquellos que no tienen nada que ver con el resto de la biblioteca; sobre la relación física que mantiene con sus libros, pues no considera el rayarlos, subrayarlos, doblarlos, como signos de mal trato, sino como señal de intimidad.

La lectura “in situ” le llama ella, a la afición por leer una novela en la ubicación donde transcurre (yo utilizo Google para hacer los recorridos narrados en una novela, aunque de manera virtual); la pedante manía de andarle corrigiendo la ortografía a cualquiera, y su pasión por la cacería de erratas en libros, revistas, periódicos y hasta en los menús de los restaurantes a los que acude.

La lectura en voz alta, los libros de segunda mano, la biblioteca de sus padres; también toca un tema que por mi edad, ya me inquieta, que es la que ocurrirá con mi biblioteca cuando muera. Yo pienso legarla a mis hijas, que aman los libros como yo, aunque estoy consciente de los deberes, de la carga que les heredo junto con ella.

En resumen: “Ex Libris Confesiones de una lectora” es un libro bien escrito, mejor editado, divertido, ingenioso, y muy informativo que se disfrutó deliciosamente durante un domingo -en mi caso- en primavera. ¡Te leo!

“Catedrales”, de Claudia Piñeiro

Arriesgada por la temática; atractiva y sorprendente por la estructura que utilizó Piñeiro para ensamblar magistralmente una narrativa coral; adictiva por el talento, por la maestría de la autora, porque a pesar que pronto conocemos, presuponemos, adivinamos los qué, porqué y el quién sobre la muerte de Ana, no logramos salir del trance, no conseguimos romper el hechizo hipnótico al que nos somete la lectura de “Catedrales”.

Había leído varías de las novelas de Claudia Piñeiro, que ni fu ni fa, hasta que me topé con “Un comunista en calzoncillos”, que me encantó. Pero poco tiempo después, caí rendido a sus pies con la lectura de “Una suerte pequeña”, una novela que me dejó con lágrimas en los ojos, moqueando, completamente cautivado, profundamente conmovido, severamente confrontado conmigo mismo con la historia de Mary, alias Marilé, alias María.

Claudia Piñeiro (1960) es una autora argentina que ha alcanzado reconocimiento como novelista, guionista y dramaturga. También ha publicado cuentos y ha sido galardonada por sus novelas: Premio Clarín de Novela 2005 por “Las viudas de los jueves”, Premio LiBeraturpreis 2010 por “Elena sabe”, Premio Sor Juana Inés De la Cruz 2010por “Las grietas de Jara”; por su dramaturgia, con el Premio ACE 2007 a la mejor obra de autor nacional por “Un mismo árbol verde”; y por su obra en el género de novela negra con el Premio Pepe Carvalho de novela negra 2018, en su XIV edición, por ser un “referente ético y literario para las Letras de su país y fuera de él”.

Y parto del Pepe Carvalho para platicarte que “Catedrales” es una singular novela del género policiaco, que trata sobre la muerte de Ana, una joven adolescente de 17 años, cuyo cadáver fue encontrado mutilado y carbonizado 30 años atrás en un terreno baldío en Androgué, un municipio del área conurbada a Buenos Aires; homicidio sin resolver, crimen que cimbró y desmembró a la familia de la víctima, y cuya resolución vamos intuyendo en cada una de intervenciones narrativas de los familiares de Ana, de su amiga Marcela, y de Elmer, el criminalista contratado para ayudar a encontrar el culpable.

Y te comentaba que la magia de esta novela negra es que muy pronto despejé mis dudas sobre los porqué y el quién, pero continué leyendo, conmovido, explorando, analizando, y sí, juzgando las actitudes y actuaciones de los involucrados en el horrible hecho; porque más que encontrar al culpable y resolver el crimen, la novela de Claudia te obliga a reflexionar sobre temas más relevantes que el quién.

Un epígrafe de Bertolt Brecht que abre uno de los capítulos te puede ofrecer una clave para la lectura de “Catedrales”: “Detrás de los acontecimientos que nos comunican sospechamos otros hechos que no nos comunican. Son los verdaderos acontecimientos. Sólo si los supiéramos, comprenderíamos”.

“Catedrales” es una novela negra, valiente y cruda, que trata sobre la religión y el aborto; que narra una historia que nos acerca a una de las partes más oscuras, más negras de la religión Católica: la del fanatismo religioso; relato que te hace reflexionar sobre la familia, las lealtades, sus secretos, sus prejuicios, las diferencias entre sus miembros.

Contada a través de siete personajes, epílogo de Alfredo incluido; siete voces con su propio estilo narrativo, pero cuyo conjunto coral, evidencia la maestría con el lenguaje de Claudia Piñeiro.

“Catedrales” es la historia de una familia, los Serdá: tres hermanas, Carmen, Lía y Ana, divididas no sólo por la edad; Alfredo, el amoroso pero incompetente padre y Dolores, una madre difuminada, oscura, escurridiza en la narrativa, pero con peso y presencia en actitudes, pensamientos y comportamientos de su pequeño clan. Mateo, el nieto de Alfredo y Dolores, hijo de Carmen y Julián, otra víctima inocente del fanatismo religioso.

Novela con un alta carga emocional, que profundiza en la psicología de los personajes, cuya prosa fluye suavemente haciéndote olvidar la intriga para concentrarte en los temas torales: la familia, con sus diferencias, divisiones, justificaciones y secretos; la sociedad, con sus prejuicios, contradicciones y miserias; la religión, con sus hipócritas normas y las convenencieras concepciones sobre el arrepentimiento y el perdón.

Novela conmovedora y valiente; historia cruel llena de secretos y mentiras; relatos que tocan temas incómodos, y que pueden alterar las fibras sensibles de cierto tipo de lector. ¡Te leo!

“El infinito en un junco”, de Irene Vallejo

Ya se ha escrito y dicho mucho acerca del soberbio ensayo que sobre la historia de los libros, presentó Irene Vallejo a mediados del año 2019; me comía la ansiedad por leerlo, pero por esas extraordinarias complicaciones que surgen cuando un libro se convierte en un cañonazo de ventas, hasta ahora logré comprarlo y leerlo.

Recuerdo que cuando lo vi en la Gandhi de mi rancho, me espantó su precio -claro, es de Siruela, pero aún y así, me intimidó- y como ya andaba cargado de libros, lo dejé pasar. Unos meses después, Fernando García Ramirez, gran escritor, editor y excepcional lector me escribió para recomendármelo. Inmediatamente lo busque en Gandhi y lo tenían agotado, así que fui a mi segunda opción OnLine, El Péndulo, y lo compré.

Contento, le escribí a Fernando para agradecerle la recomendación e informarle que lo había comprado, y que lo programaba para ser mi última lectura, y cerrar por lo grande -cuando menos literariamente- el fatídico 2020. Quería festejar así, el fin de ese año tan espantoso. A los tres días, recibí un correo electrónico de la librería anunciando que el sistema había “fallado”, y que no contaban con el libro en Inventario. ¡Carajo!

No lo encontré en ninguna librería OnLine, vaya ni en Amazon, y traerlo de España por buscalibre me costaba… así que decidí esperar. Cuatro meses después, por fin, llegó la ¡vigésimo octava edición! Igual de cara que el año pasado, pero ahora sí que me dejé de tacañerías, saqué la cartera y me lo traje más feliz que una lombriz a casa.

Sorprendente el éxito que ha alcanzado “El infinito de un junco”. Lanzado al mercado sin fanfarrias ni expectativas, dirigido a un pequeño y selecto grupo de especialistas, y a lectores apasionados, acuciosos y enamorados de todo lo que tenga que ver con el universo de los libros, se convirtió en un fenómeno de ventas ante el pasmo y la sorpresa del mundo editorial.

Un inesperado boca a boca, al que se sumaron elogiosas reseñas de personajes como Mario Vargas Llosa y Alberto Manguel, convirtió a un libro de ensayo, de más de 450 páginas, que trata sobre la Grecia clásica, la Roma imperial y la invención del libro en el mundo occidental, en un extraño y oscuro objeto del deseo lector.

Irene Vallejo ya había publicado, sin pena ni gloria, dos novelas y algunos relatos infantiles. Editorialista de El País, le confesó a Borja Hermoso, compañero en El País Semanal, que estaba a punto de dominar, de sofocar, de suprimir sus deseos de convertirse en escritora, para concentrarse en sus investigaciones (es Doctora en Filología Clásica).

Pero “El infinito de un junco” le deparó otro destino, y ahora su talento y su libro, ha sido reconocido por el público y por la crítica: Premio Nacional de Ensayo 2020, Premio el Ojo Crítico de Narrativa 2019, Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción 2020, Premio Búho al Mejor Libro de 2019, Premio Acción Cívica, Premio Nacional Promotora de los Estudios Latinos 2019, Premio José Antonio Labordeta 2020, Premio de la Asociación de Librerías de Madrid al Mejor Libro del Año en la categoría de No Ficción… más los que se acumulen.

Treinta siglos de historia: de los relatos orales de Homero hasta la invención de la imprenta; desde los libros de humo, pasando por los elaborados con piedra, arcilla; los papiros de juncos, los de piel, la certeza de árboles; la amena crónica de Irene atraviesa territorios de la Grecia antigua, con sus múltiples colonias pasando por Alejandría y su mítica biblioteca y llega al Imperio Romano, para culminar su travesía en los primeros talleres de impresión europeos.

Amena mezcla de historia y autobiografía , con anécdotas íntimas y personales, que reflejan su inmenso amor por la palabra, la lectura, los libros, las bibliotecas y librerías; homenaje a aquellos hombres y mujeres que hicieron posible la creación del universo luminoso de la literatura.

Lleno de citas, referencias y curiosidades sobre autores literarios y cinematográficos: Borges, Vargas Llosa, Pérez-Reverte, Faulkner y Auster; Tarantino, Scorsese y muchos más, que hacen de “Él infinito de un junco”, más que un ensayo, un recorrido por la historia del libro, un libro de viajes, un maravilloso texto que traspasa géneros.

Estilo, ritmo, prosa sensible y exquisita; escritura deliciosa y lectura amena y atractiva; apasionado homenaje al libro, “El infinito de un junco” es un libro emocionante, inesperado, deslumbrante; una lectura muy, pero muy recomendable. ¡Te leo!

“Última escala en ninguna parte”, de Ignacio Padilla

Erase una vez que era un grupo de amigos, mexicanos, muy cuates, que se distinguían desde la prepa porque leían -especímenes extraños-, y además, escribían -raritos, ¿qué no?-, y que sin el menor pudor, ya jóvenes autores hechos y derechos, se atrevieron a publicar una declaración titulada “El manifiesto del crack” que contenía una serie de propuestas, un conjunto de ideas en defensa de lo que ellos consideraban la “novela total”, agredida, de acuerdo a su visión, por tantos textos facilones, frívolos, superficiales y complacientes que saturaban las mesas de novedades de las librerías mexicanas.

Junto con el documento, el grupo de amigos ofrecieron como su carta de presentación cinco novelas: “Las rémoras”, de Eloy Urroz, “La conspiración idiota”, de Ricardo Chávez Castañeda, “El temperamento melancólico”, de Jorge Volpi, “Memoria de los días”, de Pedro Ángel Palou. y “Si volviesen sus majestades”, de Ignacio Padilla, constituyendo así, hace 25 años, la que se conoció como la generación del Crack.

Sale sobrando comentar que la iniciativa generó reacciones de todo tipo. A mí, como lector, me llegaban, como una especie de ecos lejanos, las argumentaciones a favor y en contra de las propuestas de esos jóvenes… irreverentes, atrevidos e irrespetuosos escritores.

Lector voraz, pero sin formación en teorías literarias, lo que me divertía de la polémica era lo anecdótico: quién odia a aquel; qué revista patrocina al grupo; a quien publica a la revista aquella; cual de todos recibía más apoyo del gobierno zedillista, etc.

En plan serio, recuerdo que la iniciativa me causó simpatía y solidaridad, y creo que, al tratar de entenderla, reflexionando, analizando los argumentos expuestos en las discusiones generadas en torno a sus propuestas, sin ser académico, mejoré como lector.

Cuando un grupo de escritores, con talento, oficio y vocación, de edades parecidas, se reúnen en torno a la literatura, y la estudian, analizan y discuten, y además, la escriben, tarde o temprano cosechan frutos; y creo que las obras del crack lograron una producción si no rebosante, si sobresaliente.

Reconozco que de los cinco, con el único que forjé una relación de sólida fidelidad a sus publicaciones, y que perdura hasta la fecha, es con Volpi. Nunca leí a Ricardo Chavez, y poco, muy poco -sobre todo comparados con mis lecturas de Volpi- a Palou, Urroz y Padilla. Lamentable déficit lector.

Este año se cumplen 25 de la publicación del manifiesto y 5 del terrible accidente automovilístico que provocó el prematuro y doloroso fallecimiento de Ignacio Padilla (1968-2016). Escritor prolífico, su obra cosechó una ingente cantidad de Premios Literarios. Trabajó en la diplomacia mexicana, promovió desde sus estadios la lectura, escribió ensayo y novela, y además, cuentos y novelas para los niños.

“Última escala en ninguna parte” la clasificaron como lectura juvenil; pero no se vayan con la finta. Relato corto o cuento largo, publicado de manera póstuma en 2017, cuenta la historia de Abilio, un viajero frecuente, de esa clase de trotamundos que orgullosamente, presumen a todo quién se deje, sobre las millas acumuladas en las tarjetas que las aerolíneas acostumbran utilizar para premiar a sus clientes. Todos conocemos a un viajero así.

Relato lleno de humor, de entrañables personajes -Liborio, la momia; El sombrero loco; su encarnizado rival: El Gordo Pelosi-, de anécdotas que de tan absurdas te parecieran reales: de avión en avión, de aeropuerto de primera a puerto aéreo que parece central de autobuses mexicana, lo importante para Abilio, era la acumulación de las millas y los premios concedidos por las aerolíneas.

El relato, aunque breve, te ofrece múltiples lecturas. Los viajes como metáfora de nuestra incansable búsqueda de quimeras; la pérdida de la identidad por la absurda pretensión de encajar en un grupo; los tristes resultados que alcanzas cuando la ambición te empuja a alcanzar metas frívolas e insustanciales.

Lectura y texto como pretexto para conmemorar y honrar a un grupo de escritores mexicanos, a una iniciativa que produjo frutos, y en recuerdo de un escritor elegante, elocuente y generoso. ¡Te leo!

“Lo bello y lo triste”, de Yasunari Kawabata

Nunca es tarde para conocer a un autor laureado con el Nobel de Literatura. Me siento afortunado, agradecido y conmovido por la oportunidad de disfrutar la lectura de esta intensa, apasionada, fascinante, erótica y sensual novela acerca del amor, la pasión, los celos, la venganza y la violencia; de este sublime relato sobre el paso del tiempo, la melancolía y la nostalgia; la belleza y la tristeza.

No resulta extraño que “Lo bello y lo triste” haya sido mi primera lectura de la obra de Kawabata; nunca alcanzará la vida para leer a todos los maestros de la literatura universal: ¡Qué más quisiéramos! Sin embargo, los lectores asumimos con pesar, que siempre tendremos una lista interminable de autores y libros que seguramente no alcanzaremos a leer.

Y si no es insólito conocer hasta estas alturas de mi vida a Kawabata, sí lo es -y eso es lo más peculiar-, que “Lo bello y lo triste” sea el primer libro de su autoría que llega a mi casa. ¿Aparecía poco o nunca en las librerías mexicanas? ¿No las veía? ¿No coincidimos? Tantas horas en las librerías buscando autores desconocidos, y ¿nunca me atrajeron sus propuestas literarias? Lector de Murakami, Oê y Mishima ¿no me intrigó conocer al primer Nobel nipón?

La verdad, no tengo respuesta. Lo que sí recuerdo es que fue gracias a distintas menciones elogiosas sobre diferentes novelas de Kawabata, referencias que leí en grupos del Facebook como este, que su nombre terminó, inconsciente pero firmemente fijado en mi mente. Indudablemente las redes sociales son una inagotable fuente de referencias literarias que benefician a los lectores.

Apenas este miércoles, recogiendo el último volumen de la colección de Novelas Eternas lo encontré, medio escondido en uno de los estantes más cercano al suelo de la librería. Único ejemplar, no dude en llevármelo, junto con “El profesor”, de Charlotte Brontë; llegando a la casa dejé lo que estaba leyendo y me sumergí en la historia de Toshio Oki, Ueno Otoko y Keiko Sakami.

Yasunari Kawabata (1899-1972), escritor japonés, miembro de la generación de Junichiro Tanizaki, y mentor de Yukio Mishima, recibió el Nobel en 1968. Periodista y novelista, también incursionó en los relatos cortos, y al igual que su pupilo Mishima, se suicidó, él, inhalando gas en su biblioteca. “Lo bello y lo triste” se publicó en 1965, y fue traducido al español en 1977.

En “Lo bello y lo triste”, Yasunari nos cuenta la historia de Otoko, una reconocida artista plástica que, en esa serena plenitud tan femenina que alcanzan las mujeres acercándose a los cuarenta, vive con Keiko, una bellísima joven en sus impetuosos veinte, artista como su mentora, terca, apasionada, sensual, y muy enamorada de Otoko; Keiko, afectada por los celos, desprovista de condicionantes morales, buscará vengarse del primer y gran amor de su amada.

Toshio Oki es un exitoso novelista que se interpuso entre la pareja de pintoras cuando, inmerso en una crisis existencial, y por un impulso un cuanto tanto extravagante, producto de su vacío interior, de la nostalgia y la añoranza, retorna a la vida de Otoko, tras mucho tiempo sin contacto, veinte años después de que la abandonara, luego de seducirla, dejándola embarazada, siendo ella una adolescente con apenas 16 años.

El primer gran éxito de Oki como escritor fue su novela “Una chica de dieciséis”, donde relata “… la trágica historia de amor de una muchacha muy joven y de un hombre joven aún, pero casado y con un hijo. Pero la belleza de aquella historia había sido acentuada hasta el punto de escapar a cualquier cuestionamiento moral”, obviamente, una idealización de su propia historia con Otoko.

“La novela no podría haber existido sin su historia de amor. Y esa historia era la razón de que la novela fuera tan leída. Si él no hubiera conocido a Otoko, nunca habría sabido lo que era un amor como aquél. El encontrar un amor como aquél a los treinta años podía considerarse una fortuna o una desdicha él no habría sabido decir qué era, pero no cabía duda de que había posibilitado su exitoso debut como autor”.

Historia de amor, pasión, celos y venganza; acerca de la carencia de escrúpulos, de los impulsos destructivos y de la violencia que generan. Relato sobre el transcurrir del tiempo, y las marcas que su inexorable paso deja en nuestras vidas.

Novela narrada con una prosa exquisita y delicada; con personajes complejos, sólidamente construidos y caracterizados con una profundidad psicológica que nos facilita de cierta manera la comprensión y la aceptación de sus acciones; sobresaliente novela corta, intensa, inmensa, narrada con tal habilidad que te quedas con la certeza que Yasunari Kawabata es un maestro cuya obra es imprescindible conocer. ¡Te leo!

“Las maravillas”, de Elena Medel

Presente en la mayoría de las listas que raqueaban a las mejores novelas del 2020, “Las maravillas” de Elena Medel, no llegaba a las librerías mexicanas, hasta que al fin, la semana pasada me la encontré en Gandhi. No me preguntes el por qué, porque no tengo respuesta, pero me salté de la lista a muchas novelas para leerla, y así, de bote pronto, reconozco que su lectura me ha descolocado e incomodado a ratos.

No recuerdo que esperaba, salvo que había leído maravillas de la novela, y por ende de su autora, Elena Medel. Quizá porque es la primera novela que publica, no me imaginaba toparme con una lectura exigente, que me retara tanto como lector. “Las maravillas” podrá parecerte todo, menos la obra de una primeriza, aunque tenga algunos detalles sin relevancia que me chirriaron un poco.

Elena Medel (1985-) es poeta, ensayista, editora y entró por la puerta grande a la novela con “Las maravillas”, que fue galardonada con el Premio Francisco Umbral al Libro del Año 2020 en España, dotado con 12 mil euros -le han de haber caído de perlas con esta pandemia- y un trofeo/obra artística de Alberto Corazón, que ha de estar adornando su biblioteca.

Elena Medel nació en Córdoba, aunque reside en Madrid. Es autora de los libros de poesía Mi primer bikini, Tara y Chatterton, reunidos en Un día negro en una casa de mentira (Visor, 2015), y de los ensayos El mundo mago (Ariel, 2015) y Todo lo que hay que saber sobre poesía (Ariel, 2018). Dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia. Además del Francisco Umbral, ha obtenido el XXVI Premio Loewe a la Creación Joven y el Premio Fundación Princesa de Girona 2016 en la categoría de Artes y Letras.

Relato sobre tres generaciones de mujeres, que transcurre durante los últimos 50 años en España, “Las maravillas” es, sin duda, y antes que nada, una historia sobre el feminismo, pero su alcance va más allá: aborda asuntos como el activismo sindical, la irresoluble lucha de clases, la pobreza y hasta les da un ligero coscorrón a los arribistas sociales. También es la historia de una familia: de sus circunstancias y sus diferencias; sobre sus cargas y sus expectativas; acerca de sus decisiones y responsabilidades.

La contraportada menciona que la novela trata sobre el dinero, sobre la falta de dinero, sobre la precariedad, y sí, la historia de María, Carmen y Alicia gira alrededor del dinero, de las carencias, de las ambiciones y los deseos insatisfechos. Historia de tres mujeres trabajadoras, diligentes, laboriosas y entronas, pero que ambicionan lo que no puede adquirir.

Historia de una abuela, una madre y una nieta distanciadas por los avatares de la vida. María, madre soltera, tiene que dejar a su hija Carmen recién nacida encargada a su madre y a sus hermanos, Chico y Soledad; Carmen, viuda joven, la hija de María, sobrina de Chico y Soledad, la madre de Alicia y de Eva, a la muerte del marido, pragmática y realista, se arremanga la camisa, se deshace de lastres sociales y hace lo que puede por sobrevivir junto a sus hijas; Alicia…

Alicia: interesante personaje, que comparte el protagonismo de la novela con su abuela María, porque lo que es Carmen, su madre, parece una figura fantasmal, un personaje en la sombra, que se difumina entre la simpatía y solidaridad que me provocó María, y la animadversión y rechazo que a ratos me causó Alicia.

Novela con una estructura de ida y vuelta, con saltos temporales que arranca y termina el 8 de marzo del 2018; contada con un ritmo narrativo a ratos lento, y por momentos agitado; las historias de María y Alicia son narradas de manera alternada, con una prosa seca, rasposa, impropia quizá de una poeta, pero que funciona, porque en la historia que nos cuenta, no aparecen príncipes azules, y por tanto, no guarda parecido con cuentos de Hadas ni de Cenicientas.

Historias de mujeres trabajadoras, que ambicionan lo que no pueden comprar; novela sobre la fragilidad de los lazos maternales; libro sobre la supervivencia, sobre la desigualdad, sobre la infancia como destino; relato con múltiples lecturas, donde tú tendrás que elaborar la propia; sin duda, lectura que habrá que tenerse en la lista. ¡Te leo!

“Canción Dulce”, de Leila Slimani

Inicio impactante, dramático, intenso, angustioso: “el bebé ha muerto. El médico aseguró que no había sufrido… La niña, en cambio, seguía viva cuando llegaron los servicios de emergencia. Se debatió como una fiera. Había huellas de forcejeo, fragmentos de piel en sus uñitas blandas”.

Novela sobre el sueño de la maternidad ideal, la imposible: aquella donde los descendientes no son un obstáculo al éxito, a la libertad; la que se puede vivir sin sacrificar parte de la vida en beneficio de otros, cuando los otros, son tus propios hijos; maternidad donde los cumpleaños de los retoños son motivo de alegría y placer, y nunca, causa de angustia y sentimientos de opresión y agobio.

Historia de una niñera con poderes de hada, que llega a un hogar de padres frustrados y angustiados, porfiando, enfrascados y debatiéndose entre las obligaciones familiares y las ambiciones personales, quien con sus poderes mágicos transforma una casa asfixiante, exigua, en una especie de palacio apacible y luminoso. Ser invisible e indispensable, sosteniendo sola el frágil equilibrio de un hogar desatendido.

Paul, el marido, un padre construyendo un futuro muy personal en la industria musical; Myriam, la madre ambiciosa, anhelando realización profesional y admiración universal como abogada; Mila, la niña tan lista como manipuladora, y su hermano Adam, el bebé alegre de la casa, integran una familia como todas, como la de cualesquiera.

Louise, la mujer sensata y bondadosa; la nana, la hada, la cocinera, la asistente todo terreno; la que ordena la casa, adorna un jarrón con flores, prepara una bonita mesa y cocina todos los viernes para todos los amigos de Myriam y Paul.

Louise, la que se mueve discreta y poderosa entre bambalinas manejando los hilos sin los que la magia no existe; la fuente infalible de la felicidad de ese hogar; la niñera irreal, que parece surgida de un libro de cuentos.

Para discernir, descifrar, entender… para comprender los por qué, precisamos saber, conocer algo de Jacques, el amargado marido, el quejumbroso, el picapleitos colérico y envidioso que siente como una afrenta personal el éxito de los demás… Y a Stéphanie, la hija de Louise; el primero muerto, la segunda, perdida por el mundo en busca de la vida.

Recuerdo que llegué a “Canción dulce” gracias a uno de los programas televisivos de Rafael Pérez Gay, “La otra aventura”, donde trató sobre la actualidad de la literatura francesa. Leila Slimani (1981-) nació en Marruecos, de padre marroquí y madre francoargelina, y no sé cuál será el estatus que el gobierno francés les concede a ciudadanos como Leila, porque Wikipedia dice que es francomarroquí.

Leila Slimani se graduó en el Instituto de Estudios Políticos en París, y se especializó en periodismo. “Canción dulce” es su segunda novela y fue galardonada con el prestigioso Goncourt 2016. “Jardín del ogro”, que aborda el tema de la adicción sexual femenina es su primera novela, y también publicó un el controversial ensayo “Sexo y Mentiras!.

No es fácil disfrutar de una oportunidad para conocer a autores como Leila si no fuera por referencias como la de Pérez Gay. Publicada en español por una editorial no muy conocida por acá -Cabaret Voltaire-, y que por lo mismo no ocupan un sitio visible en los estantes de nuestras librerías, puede resultar algo complicado encontrarlas.

“Canción dulce” no resultó una lectura deliciosa como golosina azucarada. No, definitivamente no me supo como un bocado de Tiramisú italiano, ni a una mordida de una Gloria de Linares, o un mordisco a un Alfajor argentino. “Canción dulce” es una historia amarga, inquietante, lúgubre, potente, intensa, desgarradora, y lacerante, que te angustia y te duele.

Relato lleno de frustración, infelicidad, odio, y resentimiento, que se lee con angustia y en una sentada. Novela escrita con una prosa a la francesa: precisa, escueta, pero sin hacerle el feo a las metáforas ni a la poética. Narración a ritmo de thriller psicológico, tenso, que se nota en el profundo y minucioso trabajo para engendrar personajes verosímiles, comunes y corrientes, que llevan la vida normal hasta que…

Novela que refleja los prejuicios y las presiones sobre la maternidad; que revela los dilemas y las frustraciones provocadas por las demandas sociales y económicas de una sociedad que se dice moderna; que exhibe las consecuencias de querer pertenecer, de anhelar tener, de siempre aparentar.

“Canción dulce” es una historia sobre el amor, las imposiciones y el dinero; novela que nos angustia, como agobia la vida entera, que es la vida misma, al final, lo que pretende reflejar la literatura ¡Te leo!
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