Autor: Humberto Vela

Nací en Monterrey, N.L. México, en marzo de 1957. He trabajado desde 1982 en la industria de las tecnologías para la información, así que hoy inicio la aventura de escribir de nuevo.

“El ardor de la sangre”, de Irène Némirovsky

La historia de Irène Némirovsky y su estruendosa irrupción en el mercado editorial en este Siglo XXI con el rescate del manuscrito y la publicación en el 2004 de su maravillosa novela “Suite francesa”, desencadenó un frenesí entre millones de lectores en todo el mundo, que atestiguamos el talento que la había consagrado, en los años 30’s del siglo pasado, como una de las escritoras más brillantes en el competitivo mercado literario francés.

Iréne Nèmirovsky (1903-1942) alcanzó muy joven el reconocimiento como una de las mejores autoras de Francia. En 1929, con la publicación de su primera novela “David Golder”, inició una brillante carrera literaria, que terminó prematura y trágicamente cuando fue deportada a Auschwitz y asesinada junto con su marido. Sobrevivieron sus dos hijas, que sesenta años después, encontraron, en una maleta que perteneció a su madre, el manuscrito de “Suite francesa”.

La narrativa detrás de la publicación de “El ardor de la sangre”, resulta igual de atractiva: hasta hace relativamente poco tiempo, la familia de Irène solo poseía una parte del relato “El ardor de la sangre”. En 2005, se encontró la segunda parte en los archivos franceses del centro del INEM (Instituto de Memorias de la Edición Contemporánea). Escrito en Issy-L’évêque en 1941, pertenece al legado póstumo de la escritora y su publicación se recibió con el mismo alboroto que “Suite francesa” por el mercado editorial.

“El ardor en la sangre” es una pequeña novela -158 páginas en mi edición-, narrada en voz de Silvio, un sexagenario sin mujer ni descendencia, quien después de haber recorrido medio mundo dilapidando su fortuna, regresa a su terruño a observar, analizar, reflexionar y contarnos lo que le ocurre a sus familiares y vecinos, habitantes de una pequeña aldea en los bosques de la campiña francesa, donde parece no pasar nada.

Y mientras no ocurría nada, salvo bodas y reuniones de familia, nos deleitábamos con Silvio, que igual que nos describía la belleza de los paisajes de su entorno y sus cambios estacionales, nos cautivaba con sus reflexiones sobre legados, herencias, trabajo, pasiones juveniles… la comedia humana: “Las personas mienten, pero las flores, los libros, los retratos, las lámparas, la suave patina que el uso deposita en todos los objetos, son más sinceros que los rostros”.

Y en esas andábamos hasta que, un presunto accidente, terminó con la vida de Jean Dorin, el joven marido de Colette, hija de Hélène, prima de Silvio, y esa muerte, vino a rasgar levemente la supuesta monotonía de la vida de la aldea; pasó un tiempo; de nuevo, parecía no ocurrir nada que turbara la atmósfera aburrida del poblado, hasta que los chismes y murmuraciones de los aldeanos llegaron a los oídos de François Érard, el padre de Colette y marido de Hélène.

Y cuando lo que parecían ser chismes pueblerinos, se transformaron, en boca de un testigo, en presuntos hechos delictivos, la amenaza de François Érard de presentar una denuncia por la muerte de su yerno, hizo estallar en un millón de pedazos la dura corteza que resguardaba una sucesión de secretos, de oscuras historias familiares, que por conveniencia de todos, permanecían ocultas.

“El ardor de la sangre” es una sorpresa. Lo que parecía una novela intimista, que transmitía una cómoda serenidad, se transformó con un estallido, en una historia de romances pasionales, provocados por la sangre ardiente que corre por las venas de los jóvenes, que la misma Irène interpreta como “ a la travesía de la juventud por el océano de la vida, a las ansias de vivir…”.

Por ahí leí que “El ardor en la sangre” no es una de las mejores obras de la Némirovsky. No lo sé, no soy experto en su obra; pero si sé que esta nouvelle de la aclamada Irène, me encantó, fascinó, cautivó, sorprendió y además, me alegró de haberla elegido como mi última lectura de este 2021, porque ahora sí, querida amiga, estimado amigo: ya con esta, me despido. ¡Te leo!

“Las gratitudes”, de Delphine De Vigan

Otra de las elecciones de los críticos de El País para ingresar al listado de los 50 mejores libros publicados en el 2021, “Las gratitudes”, de Delphine De Vigan, me resultó una corta pero intensa novela, que en un acto de masoquismo puro, decidí leer este 30 de diciembre, a punto de cerrar el ciclo de lecturas del 2021, un año significativo en mi vida, por algunas razones que van más allá de la pandemia.

Conocí a Delphine De Vigan con “Nada se opone a la noche”, un testimonio biográfico escrito por la autora francesa, obligada a enfrentarse a sus demonios, alborotados por la muerte prematura, pero inevitable, de Lucile, su madre. Su lectura me impactó. Recuerdo terminarla a lagrima viva – cuando la finalicé, mi madre cumplía 86 años -, emocionado, sobrecogido por la crónica tan bella como perturbadora.

“Las gratitudes” cuenta la historia de Michka Seld, una anciana con apariencia de niña, que vive sola, lee, ve la televisión y recibe visitas. A pesar que empieza a mostrar indicios de senilidad, mantiene su autonomía, hasta que un día de otoño, sin aviso previo, Michka yo no pudo continuar viviendo sola.

Tengo problemas con el tema de mí vejez. La decisión de leer “Las gratitudes” me pareció, comentaba al inicio, un acto de masoquismo: el placer de la lectura que produce sentimientos y sensaciones dolorosas. Pero la recomendación de El País, y de nuevo, el leve grosor del libro, vencieron mi resistencia.

Creo estar seguro de no temerle a la muerte, pero me aterroriza arribar a una vejez atestada, atiborrada de enfermedades y dolor; me resisto a suponerme sumiso, subordinado, dependiente de otros. Decía Philip Roth que la vejez es una masacre, y coincido con su diagnóstico. No deseo llegar a viejo, masacrado por los achaques, por los dolores físicos, desorientado por la pérdida de mis facultades mentales. En fin…

Michka Seld es una anciana que viajó mucho, como reportera fotográfica; posteriormente, ingresó a un periódico como correctora. “No se me escapaba ni una: erratas, incorrecciones sintácticas, problemas de concordancia, repeticiones, …”, orgullosa, argumentaba, se justificaba, se defendía por haber roto el mandato de la maternidad, frente al onírico e indiscreto interrogatorio de la malvada directora del centro geriátrico al que pretende ingresar.

Instalada con el apoyo de Marie, Michka, la maestra de la corrección lingüística, se tropieza con las palabras, se le dificulta encontrar la adecuada, se detiene a mitad de la frase; aparece Jérôme, un logopeda que trabaja con las palabras y los silencios, con la vergüenza y los secretos, con la ausencia y los recuerdos, con el dolor, el de ayer y el de hoy, y con el miedo a morir, quien trajina dos días a la semana con Michka, en el intento de que recupere el habla, que producto de la afasia, empieza a estropeársele.

Marie Chapier, el Ángel de la guarda de Michka, unida a la señora Seld por unos lazos que, conforme avanza el relato, vamos conociendo cómo se fueron creando, solidificándose con el paso del tiempo; Jérome Milloux, el terapeuta del lenguaje, el que trabaja con el dolor y con el miedo a morir, que con su ocupación aprendió que “envejecer es aprender a perder”, es aprender a asumir que todas las semanas se sumará una nueva degradación, un nuevo deterioro; Marie y Jérome, unidos para dignificar los últimos días de la dulce viejecita.

“Las gratitudes” es una hermosa y delicada llamada de atención sobre la importancia de agradecer a quienes nos han dado la mano en algún momento de nuestra vida. “Las gratitudes” es una novela corta, pero generadora de intensas emociones.

No importa que la prosa, el estilo o el lenguaje con que está escrita no cumpla con las exigencias de los puristas, la novela de De Vigan es una sencilla pero maravillosa historia que te sacude, te conmueve y claro, te inquieta. ¡Te leo!

“Huaco retrato” de Gabriela Weiner

Con su aparición en un listado de los 50 mejores libros del 2021 que publicó recientemente El País como única y vaga -al momento que lo abrí para iniciar su lectura, no recordaba nada más- referencia, empecé la lectura de “Huaco retrato”, seducido por la levedad de su volumen y por la incierta idea de que trataba de una especie de diario de duelo, escrito como una manera de reparación por la muerte del padre de la autora.

El segundo capítulo del libro parecía confirmar mi dudosa creencia: Gabriela Weiner deambulaba por el aeropuerto Barajas buscando vuelo trasatlántico para acudir al llamado de su familia, que le anunciaba la inminente muerte de su padre, víctima de un cáncer. Cuando arribó a casa, ya no tenía padre, pero sí un puñado de cosas que le legó, entre ellas, su teléfono y “el famoso libro escrito por Charles Weiner”.

Páginas más adelante intuí que la historia que nos contaba Gabriela podría tomar otros rumbos diferentes a un testimonial doloroso y desconsolado sobre la vida y la muerte de su progenitor. Entre la hojeada al apéndice del libro y el momento en que Gabriela se decide encender el teléfono de su padre para indagar sobre la mujer con la que su padre “mantuvo una relación paralela y clandestina de más de treinta años y otra hija fuera del matrimonio”, a la crónica que yo esperaba, le brotaron otros derroteros.

Nunca había leído a Gabriela Weiner (1975-), peruana, limeña para más señas; periodista, dramaturga, poeta, creadora de performances literarios, militante activa en el feminismo, autora de libros sobre su embarazo o sus memorias sexuales, de crónicas e investigaciones periodísticas, relatos autobiográficos y poemarios; Gabriela es, por lo que ahora sé, una reconocida cronista, Premio Nacional de Periodismo de su país y todo un personaje por algunas peculiaridades de su vida privada, que reservada, reservada, no lo es tanto.

Todas las historias de familia son interesantes, solo se requiere de contar con el cronista adecuado. “Huaco retrato” resultó, sí, en parte crónica, especie de diario de duelo, que escribe Gabriela Weiner como parte del desconsuelo provocado por la muerte de su padre, pero parece también un pretexto para sumergirse en la búsqueda sobre sus orígenes, y la influencia que ejercen estos sobre su vida; es a la vez, también, un relato sobre una crisis en su relación poliamorosa, producto de una infidelidad.

Charles Weiner es un explorador austríaco, especie de Indiana Jones que escribió un libro sobre el Perú, país donde expolió, durante sus andanzas arqueológicas, una colección de más de 4 mil piezas de cerámica prehispánica que se exponen en un museo parisino, y que además, durante sus aventuras peruanas, dejó un hijo bastardo: Carlos, bisabuelo de Gabriela.

Un Huaco retrato es una pieza de cerámica que busca representar lo más fielmente posible el rostro de un indígena. Para Gabriela, un Huaco retrato es la foto carnet prehispánica. Escribe que de tan realista, al ver uno, es para muchos “como mirarnos en el espejo roto de los siglos”.

“Huaco retrato” me resultó una especie de artificio literario muy atractivo, con el que Gabriela elabora un equilibrado juego de espejos que parecen ocultar una parte de la imagen que posa frente a ellos; es un relato de autoficción o de no ficción que utiliza Weiner para escribir sobre temas serios como la historia de expoliación y depredación que sufrió el continente latinoamericano, a la vez que nos cuenta significativas e íntimas historias personales y familiares, llenas de celos e infidelidades, pero eso sí, escritas con humor, sarcasmo e irreverencia, que hace de su lectura, una experiencia agradable. ¡Te leo!

“Encrucijadas”, de Jonathan Franzen

Excelente lectura de fin de año. 5 años después de haber leído “Pureza”, esperaba con cierta expectación la nueva novela de Jonathan Franzen, el autor estadounidense que con la publicación de “Correcciones” y “Libertad” alcanzó elevadas cotas entre amplios sectores de la crítica literaria occidental quienes lo auparon como uno de los grandes escritores estadounidenses contemporáneos.

Jonathan Franzen(1959-), es un escritor estadounidense, que saltó a la fama en 2001 con su novela Las correcciones, ganadora del National Book Award y que logró consolidar su fama nueve años después con “Libertad”, calificada de «obra maestra» por el Sunday Book Review del New York Times.

Yo lo conocí con “Libertad” y me acuerdo de la conmoción, el asombro, la emoción que me provocó su lectura en aquel diciembre del 2011, hace exactamente 10 años. No recuerdo por qué, “Correcciones”, que se publicó en español antes que “Libertad”, lo leí hasta dos años después, pero me acuerdo, como si fuera ayer, sin ninguna duda, que Franzen, de nuevo, me dejó asombrado, maravillado, totalmente deslumbrado por su novela y compartí, sin titubeos, la opinión de la crítica literaria.

La lectura de “Pureza”, en 2016, no hizo sino reafirmar mi opinión sobre la calidad de la literatura de Franzen, un autor que no disfraza, no disimula su gusto por la novela decimonónica, llena de descripciones, detalladas minuciosamente; por historias que plantean las grandes interrogantes de la vida y de la sociedad, esas preguntas que persisten y resisten el paso del tiempo, y que Franzen las aborda desde la conciencia individual de sus personajes, consiente de que el mundo puede verse reflejado en el discernimiento, en la percepción y en la conciencia íntima y particular de cada individuo, porque donde se nota la mano de Franzen, es en la gestación de sus personajes, concebidos con la intención de crear un lazo que nos identifique como lectores con ellos.

“Encrucijadas” cuenta la historia de una familia de raza blanca, los Hildebrandt, encabezados por Russ y su esposa Marion, padres de cuatro: Clem, Becky, Perry y Jay. Russ Hildebrandt es un pastor menonita, desterrado de una congregación de jóvenes religiosos pertenecientes a su parroquia, agrupación que lleva por nombre “Encrucijadas”, donde sus tres hijos mayores participan con dispares intensidades y objetivos.

Ambientada durante la década de los 70’s del siglo pasado, en un suburbio de Chicago, de nombre New Prospect, la novela de Franzen nos sumerge en las contradicciones, incertidumbres, dudas, conflictos, altibajos y transformaciones de los Hildebrandt y de otros personajes interesantes de su entorno.

La guerra de Vietnam, el movimiento hippie, la contracultura, el pacifismo, el consumo y tráfico de drogas sirven como telón de fondo y como contexto para ubicar a los Hildebrandt en diferentes dilemas morales, donde cada alternativa señala diferentes caminos, bifurcaciones, encrucijadas que los pueden conducir a sentimientos de culpa, a crisis morales, compromisos, y quizá, a su salvación.

Narrada con una prosa potente y literaria al cien, con una estructura cuyo eje central es un 23 de diciembre desde donde las historias de cada protagonista retroceden a su el pasado, regresan y se cruzan en ese día, para partir de ahí hacia el final de la novela. “Encrucijadas” es una extraordinaria novela, con poderosos personajes, entre los que destaca Marion, la esposa, “la madre de cuatro hijos con corazón de una chica de 20 años”, una mujer que se transforma ante nosotros de una mujer obesa, desaliñada y despreciada por su esposo a la heroína de la historia.

Te recomiendo mucho “Encrucijadas”, que de acuerdo a su autor es la primera entrega de una trilogía que promete mucho. Franzen, junto con Karl Ove Knausgård y Elena Ferrante son los tres más grandes escritores que descubrí en lo que llevamos de este siglo XXI. No quiero terminar este texto sin agradecerte todo el apoyo que me brindaste con tus lecturas, Likes y comentarios durante este año. Te deseo que el próximo 2022 te colme de salud, amor, trabajo y felicidad. Gracias, muchas gracias y Felices fiestas. Nos leemos!

“El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tîbuleac

Inquietante a la vez que conmovedora, “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, la ópera prima de Tatiana Tîbuleac me agarró desprevenido por su explosivo, inaudito, poco convencional arranque, cuando Aleksy me da una violenta zarandeada al contarme que “Aquella mañana, en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás”.

“El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” nos relata la metamorfosis que experimentó la relación entre Aleksy y su madre, enferma terminal de cáncer, durante unas vacaciones de verano, en un pequeño pueblo francés, a donde arriban a petición de la moribunda; ella, en busca, quizá, de una reconciliación, de la redención necesaria para partir en paz, mientras que él, sin conocer aún el estado de su madre, la acompaña lleno de rabia y rencor, pero amansado y seducido por un soborno materno: ayuda para falsificar los papeles necesarios para obtener un permiso de conducir.

Exitoso resultó el debut como novelista de Tatiana Tîbuleac (1978), nacida en Moldavia, periodista e hija de periodistas, novela precedida por un libro de relatos titulado “Fábulas modernas” y años de trabajo como reportera de una cadena televisiva en la antigua república soviética. “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” ha recibido varios premios, ha sido traducida en variados idiomas y lo principal, ha sido acogida, leída y comentada por lectores de todas partes.

Aunque desde el inicio se me manifestó que la novela exploraría un tema delicado, el conflicto materno filial, asunto, sin duda, ampliamente debatido en la literatura, y superado el shock de los primeros párrafos, me sentí consternado: solo recordaba novelas sobre relaciones complejas madre-hija, casi siempre escritas por mujeres; y no recordé ninguna donde un varón expresara, de forma tan áspera y abierta, tantos sentimientos de odio, rencor, animadversión hacia su madre. En fin, mi mala memoria es irrelevante, aunque no deja de ser curioso.
Vaya, perdonando la digresión, Ni Tony Soprano se atrevió a tanto con Livia, una mujer profundamente perturbada, que nunca amó a su hijo y que incluso participó en la planeación de su muerte.

Aleksy es un adolescente con severos desajustes mentales. Transcurrió parte de su vida en instituciones psiquiátricas. A través de su relato, nos enteramos de la muerte de su hermana, del abandono del padre, y del desinterés y el desamor que su madre manifestó por él. La historia sobre ese verano, en que su madre tuvo los ojos verdes, la escribe como parte de su terapia, a petición de su psiquiatra, ya como adulto.

Historia de múltiples lecturas, la de Aleksy y su madre, cimentada en lo que parecía una relación plena de odio, rencor e indiferencia, se va transformando en un conmovedor relato sobre la redención, la reconciliación, el poder sanador del perdón, que produce un enternecedor intercambio de papeles, cuando Aleksy se transforma en un amoroso cuidador, en el diligente custodio del estado de confort de su madre durante sus últimos días.

Estupenda novela la de Tatiana. Narrada apasionadamente en primera persona, con una estructura a base de flashbacks, escrita en una prosa escabrosa, severa, descarnada, pero que a la vez, la autora, sirviéndose de recursos literarios, logra llevarla a alcanzar tonos líricos , “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” es una novela conmovedora, intensa, potente y realista, que te la recomiendo ampliamente. ¡Te leo!

“Hombres en mi situación”, de Per Petterson

La lectura de “Hombres en mi situación” me resultó difícil de digerir, aunque reconozco que compré y leí la novela de Petterson más o menos consciente de que me podría generar cierto desasosiego, sentimientos de desazón, pesar y dolor, porque los hombres como Arvid, como yo, que nos hemos encontrado en situaciones como las que plantea la novela, al revivirlas, cuando invocas recuerdos de procesos desoladores como la pérdida de los padres o el divorcio, solo provocamos que les desconsuelo retorne.

De vez en vez, te encuentras en la librería novelas de las cuales no tienes referencias, pero que por diferentes razones, atraen tu atención. Compré “Hombres en mi situación”, primero, por el título: segundo, por la editorial y por último, por la lectura de la sinopsis de la contraportada. Afortunada elección.

Ahora sé que “Hombres en mi situación” es la segunda novela de Petterson que se publica en español. “Salir a robar caballos” fue la primera y se convirtió en un best seller internacional. Per Petterson (1952-), noruego, Premio de Literatura del Consejo Nórdico 2009, fue, antes de escritor, obrero, librero y traductor. Autor de 8 novelas y dos libros de relatos, es considerado como uno de los escritores más relevantes de la literatura noruega. A mi me quedaron deseos de seguirle la huella.

“Hombres en mi situación” narra la historia de Arvid Jansen, escritor, cerca de los 40´s y padre de tres hijas; un melancólico y afligido hombre, que sobrevive a la tragedia de perder a sus padres en un terrible accidente y a su posterior divorcio, deambulando en su auto o caminando por las calles de Oslo, en excursiones usualmente interrumpidas en alguna de sus cantinas consentidas, donde bebía por ansiedad y si se le apetecía, salir a terminar la ronda, en compañía de alguna fémina en busca de inciertas aventuras.

La lectura de “Hombres en mi situación” me arrastraba sin remedio a recordar una época de mi vida, pero también, a rememorar la lectura de “Mi lucha”, la estrambótica, desmedida, la singular saga literaria de otro escritor noruego, Karl Ove Knausgård, una de mis lecturas más significativas, que me marcó, impactó, conmovió y emocionó durante mi vida lectora. No pretendo compararlas; son distintas, pero se asemejan, además de la nacionalidad de los autores y los escenarios, en el dolor, la confusión, la pesadumbre, la melancolía que proyectan los protagonistas.

Narrada en primera persona, con una estructura de vaivén, que nos permite enterarnos de la conclusión de su matrimonio con Turid así, como de su relación con sus hijas, en particular, con la primogénita Vigdis, quien ingresando a la adolescencia, le trasmite un vacilante rechazo, a pesar, o quizá por ello, de ser quien más lo necesita de las tres.

Escrito con una prosa tan seca como sencilla, el autor logra trasmitirnos a través de Arvid, toda la confusión, la soledad, la desolación, el dolor, la indefensión que pueden desencadenar experiencias tan traumáticas como las sufridas por el melancólico Arvid, que mira tú, que la pérdida inesperada de los padres y el abandono de la esposa junto con las hijas, seguida la una de la otra, no son cuestiones menores.

“Hombres en mi situación” de Per Petterson, con todo y el pesimismo, la desolación, el abandono, la confusión que transmite me resultó una lectura vital, compleja pero emocionante que te la recomiendo sinceramente. ¡Te leo!

“La mejor voluntad”, de Jane Smiley

Extraordinaria novela, corta, muy corta, que narra la asombrosa historia de los Miller: Bob, Liz y el pequeño Tom, que desafiando toda lógica capitalista, viven una utópica vida en su paraíso, con ingresos menores a los 400 dólares anuales, a base de intercambios con sus vecinos, sin electricidad, sin automóvil, sin agua corriente, en una casa del siglo XIX, reconstruida, junto con sus muebles y enseres, con sus propias manos, en un estilo de vida orientado a la auto sustentabilidad.

No hace mucho comenté las dos novelas que he leído de esta extraordinaria escritora: “La edad del desconsuelo” y “Un amor cualquiera”, esta, una novela intensa, atrevida, compleja y realista que me marcó hondamente y me llevó a reflexionar sobre la ruptura de los lazos que unen a los matrimonios, muy parecida a “La edad del desconsuelo”, corta, extraordinaria y compleja; relevante y realista, que te cuestiona sobre que tan feliz o infeliz eres, y que tanto consuelo requieres para seguir adelante.

Jane Smiley (1949-), autora estadounidense, ganadora del Premio Pulitzer en 1992, nacida en California; maestrante y doctorada por la Universidad de Iowa, ha publicado 13 novelas, y gracias a la labor de Sexto Piso, la estamos conociendo a cuenta páginas, pero sin perder la esperanza, esperando con paciencia que continúen con su extraordinaria labor de acercarnos a la obra de Smiley.

Escrita en 1989, la “La mejor voluntad” transcurre durante esa década y los temas que nos plantea continúan vigentes, porque temas como la educación de nuestros hijos o la relación que sostenemos con el medio ambiente, provocan aún ásperos debates.

La novela nos cuenta, en voz de Robert “Bob” Miller, el orgulloso y habilidoso marido de Liz y padre de Tom, la idílica vida familiar que han logrado construir a base de una Fe a prueba de balas por la auto sustentabilidad, donde sus talentos individuales se conjugan para crear un estilo de vida, que en apariencia, resulta cuasi perfecto, paradisiaco.

Bob cosecha y cria lo que consume la familia, diseña, construye y mantiene todo: la granja, los muebles, los cobertizos, la huerta, los jardines, y cuando necesita dinero en efectivo, trabaja para sus vecinos o intercambia animales, frutas, vegetales y lo que se pueda para conseguirlo. Liz, su mujer no se queda atrás: cocina en una estufa de leña, teje, cose, hila la lana de sus borregos, y cómo de que no, hasta cocina, adereza y enlata conservas. Y ambos comparten la crianza y la educación de Tom, de siete años, un niño obediente, educado y trabajador como sus padres, siendo el único de los tres, que abandona diariamente la granja para asistir a la escuela.

Y es precisamente en la escuela cuando empiezan a manifestarse algunas alarmantes señales en el comportamiento de Tom, que advierten, que apuntan, que perfilan, a que quizá, para nuestra tristeza, no existe ninguna posibilidad de lograr, de alcanzar, de conseguir ese estado ideal, bucólico, impecable que los Miller han construido con mucho trabajo y con mayores dosis de idealismo.

A mi me afligió observar cómo las certezas de los Miller, se desmoronaban ostensiblemente cuando confrontaban sus ideales y obsesiones por alcanzar una vida sencilla y austera, con las necesidades, las carencias, que ni siquiera alcanzan a identificar con claridad, de su hijo Tom, penurias que se reflejan inesperadamente por un comportamiento arrebatado, sorprendentemente agresivo que exhibe contra la única compañera de color de su grupo escolar.

Gran novela corta. Intensa, que te encara, te confronta, te reta a reflexionar tus conceptos, nociones, ideas sobre la educación de los hijos. Yo que ya pasé por ese trance, recordé las dificultades que implicó la preparación de nuestra descendencia. Y creo que aprendí que las normas y límites, horarios, tareas, y obligaciones no pueden imponerse a nuestros hijos por igual.

Valores como la colaboración en equipo, la del esfuerzo, la constancia, la frugalidad y la disciplina son necesarios, pero no suficientes. No basta “La mejor voluntad”, ni los besos, los abrazos y grandes dosis de comprensión. La novela de Jane Smiley nos confirma que difícilmente recibimos la mejor educación para convertirnos en padres. Somos frágiles y vulnerables, y a pesar de nuestra mejor voluntad, nuestros sueños, anhelos y aspiraciones puede desmoronarse con un imperceptible toque de la vida. ¡Te leo!

“Paraíso inhabitado”, de Ana María Matute

Enternecedora y fascinante la historia de Adriana, una niña en sus casi once años, perteneciente a una familia “acomodada”, durante los años previos a la Guerra Civil Española, que víctima de la indiferencia de su madre y del alejamiento del núcleo familiar de su padre, se sumerge en un universo de fantasía, su propio paraíso, para evadirse del mundo de los “Gigantes”, donde se siente so juzgada e incomprendida.

Llegué tarde a la obra de Ana María Matute, al igual que a la de las Carmen, Laforet y Martín Gaite, mujeres pertenecientes a una destacada generación de escritoras españolas. Me imagino que por ignorancia o porque no era, ni es, frecuente tropezarse con sus libros en las librerías mexicanas, por eso cuando me encontré con “Paraíso deshabitado” no dude en llevármela. A la hora de pagarla, una grata sorpresa: contaba con un 40 % de descuento.

Ana María Matute (1925-2014), miembro de la RAE, Premio Café Gijón en 1952 a los 26 años, Premio Planeta a los 28, Premio Nacional de Literatura a los 32 y Premio Nadal a los 33; un matrimonio desdichado la sumió en una profunda depresión entre 1971 y 1996, período de silencios literarios, que rompió con la publicación de “Olvidado rey Gudú”. “Paraíso deshabitado” una de sus últimas novelas publicadas, apareció en 2008. Matute fue galardonada con el Premio Cervantes en el 2010.

“Paraíso inhabitado” me dejó con sentimientos encontrados. Me gustó, y mucho. La leí entre conmovido y sorprendido: Adri, nuestra pequeña protagonista, es la responsable. Sus silencios, sus refugios, sus libros, sus correrías nocturnas, su incansable imaginación, me enternecían.

Por otro lado, su incesante y firme, su persistente y compleja rebeldía frente al mundo de los adultos; su búsqueda de independencia; su tenaz batalla para liberarse de la reclusión hogareña, me asombraba y me confrontaba, quizá porque alcancé la odiosa edad cuando ni comprendes ni justificas la indocilidad infantil, aunque la rebeldía pueda estar justificada; en mi descargo, hasta la misma Adriana, por momentos, se reconocía “muy sorprendida de mi misma, de cuanto se me revelaba: la voluntad, el deseo de ser yo por encima de todas las prohibiciones, costumbres y barreras”.

En fin, el caso es que a pesar de la portada, no me esperaba esta historia, tan llena de imaginación y fantasía, que por momentos me parecía un cuento para niños, siendo, creo, un relato poderoso sobre la infancia, acerca de el primer amor, parte de esa experiencia inicial y vital que nos ocurren cuando nos abrimos al mundo.

Adri, una niña “chiquita”, «menudita” de talla, enorme en imaginación, se siente libre cuando todos duermen, aprovecha la noche para merodear por los rincones de la casa familiar y descubrir objetos, ambientes, personajes, con quienes establece una imaginativa comunicación con un lenguaje “secreto, un lenguaje al que yo tenía acceso”, nos cuenta Adriana en una de sus aventuras nocturnas.

“Paraíso inhabitado”: espacios, lenguajes, personajes; Unicornio con cuerno dorado que abandona el dibujo que lo contiene para escapar del marco que lo aprisiona, “dejando tras él hojas de otoño y hierba pisoteada”; diminuto teatro de marionetas, que le proporciona a Adri la posibilidad de crear un enorme mundo imaginario, poblado por los títeres, pero también por compañeros de juegos, como Gavrila, el hermoso, el guapo, el bello vecino del piso de arriba, el hijo de la bailarina, quien le enseña una forma de comunicarse, a contarse todo, sin necesidad de palabras “para saber que pensábamos o sentíamos los dos” y construir esa primera relación, ese primer amor, donde Adri encuentra euforia, equilibrio, paz.

Narrada en primera persona, con una prosa natural, sobria, a manera de un relato evocativo, con una estructura accesible, con Adriana, ya adulta, interviniendo en el relato que nos cuenta. “Paraíso inhabitado” es una historia llena de magia, narrada desde la mirada de una niña capaz de construir su propio universo, cuya lectura te la recomiendo ampliamente, mientras yo, ¡Te leo!

“Honrarás a tu padre y a tu madre”, de Cristina Fallarás

Libro de memorias, crónica, novela histórica, autobiografía de ficción, autoficción pura y dura, “Honrarás a tu padre y a tu madre” me resultó de género inclasificable, pero de grata lectura. Cuenta dos historias con un mismo tronco, que parecen avanzar paralelamente, buscando sin encontrarlo, un punto de intersección donde conciliar los secretos, los prejuicios, los tabúes y las prohibiciones familiares con el deseo, la necesidad de conocer el origen de su vida.

No me acuerdo cómo llegué a “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Publicado en el 2018, lo encontré entre una decena de libros de Anagrama que esperan lectura. Sé que no fue por lo atractivo del título, que me lo parece y también estoy seguro que no fue por la autora, desconocida para mi. Vagamente creo recordar una reseña pero no logro afirmar el recuerdo en mi mente. Sin embargo, supe por la sinopsis que el libro de Cristina trata de dos temas que me interesan: La Guerra Civil Española y el género de moda, la autoficción.

Independiente de las razones que me llevaron a iniciar la lectura, pronto una sorpresa avivó mi interés: uno de los protagonistas de la historia de Cristina Fallarás resultó descendiente de Benito Juárez, el más grande prócer de la historia mexicana: su bisnieto Pablo Sánchez Larqué, hijo de Delfín Sánchez Juárez y Sophia Larqué.

Cristina Fallarás (1968-) es una periodista, escritora y política española. Por su novela “Las niñas perdidas” recibió el prestigio Premio Hammett 2012 de la Semana Negra de Gijón y el Premio Ciudad de Barbastro de Novela Breve 2011 por “Últimos días en el Puesto del Este”. Este 2021 aparecerá su más reciente novela “El Evangelio según María Magdalena” y es una reconocida activista en favor de los derechos de las mujeres.

“Honrarás a tu padre y a tu madre” trata de de la historia de la familia de Cristina, esencialmente la sus dos abuelos, el paterno, Felix Fallarás, sin militancia política conocida y fusilado en Zaragoza en 1936; el otro, Pablo Sánchez Larqué, formaba parte como encargado de uno de los pelotones de fusilamientos de los Franquistas sublevados contra el gobierno de la Segunda República encabezado por Manuel Azaña.

Cristina, ante el muro de silencio impuesto por su abuela paterna, Presentación Pérez, investiga, indaga, analiza, rastrea y se entera sobre la vida y la muerte de su abuelo paterno, Felix Fallarás, el Chico, fusilado en los inicios de la Guerra Civil confundido, quizá, con su padre, Felix Fallarás, el Grande, activo sindicalista. De su abuelo materno, Pablo Sánchez, el Coronel, con quien convivió mientras vivió, tenia claro, por su abuela, la Jefa, que el principio había sido Benito Juárez.

Pero hay otra historia subyacente en el libro de Fallarás, que es la de la propia Cristina, que inicia cuando se echó a andar, partiendo sin rumbo y sin plan de Barcelona, a “buscar a mis muertos”, recalando en el “Grand Oasis Park”, una deprimente, abandonada y decrépita urbanización, otrora de lujo, ubicada en la costa de Tarragona, para relatarnos, desde ahí, a manera de bitácora, sus recuerdos a través de una serie de anécdotas, acercándonos a su privilegiada infancia como nieta de un reconocido militar del franquismo.

Escrito desde las entrañas, “Honrarás a tu padre y a tu madre” no es un libro sobre la Guerra Civil Española, sino sobre los efectos que provocó entre los descendientes de vencedores y los vencidos. El abuelo materno de Cristina perteneció al bando de los triunfadores; el materno, al de los derrotados. Y enfrentarse, asumirse como descendiente de esa dicotomía, obligó a Cristina a reconocer con lacerante dolor como el silencio y la cobardía familiar que palpó durante su búsqueda, le mutiló una parte de su memoria, la que pertenecía al abuelo paterno, y que recuperó con la escritura de esta historia.

Narrada en primera persona, intercalándose las historias de sus abuelos con las de su peregrinaje, “Honrarás a tu padre y a tu madre” me resultó una lectura fascinante, a pesar de que como escribe Cristina, “Nosotros, los vivos, solo tenemos pequeños huesecillos del esqueleto de la historia, de esta historia, y con ellos las construimos, evidentemente falsa. No cambia en absoluto lo que sucedió. Lo que sucedió, sucedió, y jamás tendremos idea”, porque la historia que nos relata Cristina, se puede creer o no, pero de que se lee, se lee y yo, ¡Te leo!

“Leviatán”, de Paul Auster

Novela de aparente lectura complicada, perfilada por una fuerte carga de filosofía y política, poblada por un puñado de personajes tan complejos como fascinantes y perturbadores, escrita con una delicada prosa, que traductores de poesía como Auster, son capaces de crear, “Leviatán” es una lectura imprescindible para los admiradores del novelista estadounidense y muy recomendable para aquel lector que desee conocer a uno de los más prominentes escritores estadounidense contemporáneos.

Inmerso en un extraño, largo y profundo bache lector, con un poco más media docena de lecturas sobre la mesa, que avanzan de manera morosa, la novela de Auster fue la única que logró engancharme del principio al final durante estos raros, muy singulares días, y eso, a pesar de que su lectura no resulta fácil, ni siquiera a lectores devotos de Auster, como yo, que le rendimos culto, como lo podrás constatar observando mi colección de sus libros.

Sorpresa agradable. Cuando pensaba que contaba con todas sus novelas, recién me encontré con esta nueva edición -la Duodécima- de Anagrama, que publicó “Leviatán” por primera ocasión en el ya lejano 1993, y que se me había escurrido sin darme cuenta. Afortunadamente la encontré, la compré, la abrí y ya no la solté, y así, descansé de los perturbadores pensamientos que me asaltaban por mi insólita incapacidad para terminar libros que me agobia estas últimas semanas.

Paul Auster (1947-) es traductor, escritor (novela, cuento, memorias y autobiografías), guionista de cine y teatro y director cinematográfico. Nació en Nueva Jersey, EU. Casado con la gran autora Siri Husvedt, ha sido galardonado con el Principe de Asturias de las Letras 2006 (A Siri se le concedieron en el 2019) y pronto llegará (espero) a nuestras librerías su reciente novela: “La llama inmortal de Stephen Crane”.

“Leviatán” es un arduo pero interesante ejercicio metaliterario, como a los que nos tiene acostumbrados Auster, donde cuenta la historia del novelista Peter Aaron (¿notas las iniciales?) mientras escribe frenéticamente, a contra reloj -se podría decir-, un libro que titulará “Leviatán”, donde relata la historia de su intimo amigo, el también escritor Benjamin (el nombre completo de Auster es Paul Benjamin) Sachs, aguijoneado para terminarlo lo más pronto posible por una investigación sobre una explosión de un automóvil, puesta en marcha por FBI, y que involucra al propio Aaron.

No me gusta mucho utilizar la palabra compleja porque te puedo dar una impresión equivocada de la lectura. Auster arma sus novelas con una estructura narrativa construida por ramificaciones que te conducen a historias que contienen otras historias, pero su talento y la aparente sencillez estilística que utiliza te hace navegar por ellas sin tropiezos relevantes.

A mi me gustan mucho las novelas de escritores. “Leviatán” trata sobre la amistad de dos escritores que se conocieron de “casualidad” en un Bar en Nueva York y que transcurre durante el período 1970-1990 del Siglo XX, manteniendo como telón de fondo eventos políticos como la Guerra de Vietnam y la Fría, con todo y la caída del Muro de Berlin, lo que da pie para cavilar en temas como la violencia política y la individualidad dentro de una sociedad democrática como la estadounidense.

Pero “Leviatán” también trata sobre el amor, el poliamor, el sexo, el engaño y las mentiras, que no es lo mismo. La complejidad psicológica de los personajes que creó Auster: Ben, María, Fanny y Lillian, le otorgan una solidez, una credibilidad a sus comportamientos, sus reacciones, a sus relaciones, a los embustes que le cuentan a Paul Aaron, que al igual que ellos juegan con él, él nos reta como lectores a descubrir la realidad.

Narrada en primera persona, la mayor parte sobre el pasado, aunque descolocándonos un poco cuando entra una voz en tercera omnisciente, quizá este texto te haga pensar que “Leviatán” es una novela enredada y engorrosa pero créeme que no lo es. “Leviatán” es una novela sobre escritores, con suspenso y ritmo que te invito a leer, mientras yo ¡Te leo!
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