
Poco tiempo después, me llamó la atención un libro de la misma editorial titulado “Las amigas”. Al tomarlo, me di cuenta que era de la misma autora y tomé nota mental, mientras contenía mi ansia por comprarlo, pensando que debería esperar a leer el primero antes de sumar dos a la lista de los no leídos. Y fueron varias las visitas en que debí contenerme de comprarla. Manifestación de mi bibliomanía.
Pasaron los meses, llegó Enero y terminando “Según venga el juego”, de Joan Didion, leí algunas páginas iniciales de otros libros, sin decidirme por ninguno; fue hasta que leí el prólogo de “Las primas”, que decidí. Era de Mariana Enriquez. Lo que escribió sobre la novela y sobre la autora, me impulsó a leerla: Aurora tenia 85 años cuando escribió la novela, y a pesar que había escrito más de 40 libros, fue gracias a “Las primas” que su obra salió a la luz.
Perdóname esta larga, dispersa y quizá, innecesaria explicación, porque basta con iniciar la lectura de “Las primas”, para quedarte inexorablemente atrapado por la historia que nos empieza a contar Yuna López, una niña de doce años, que asistía a una “escuela para disminuidos”, hija de una maestra muy “severa pero enseñaba bien en una escuela suburbana donde concurrían chicos de clase media para abajo y no muy dotados”; hermana de Betina, de once, que tenía “un mal anímico” y que padecía de “un concorvo vertebral, de espalda y sentada semejaba un bicho jorobado de piernecitas cortas y brazos increíbles”, que concurría, en silla de ruedas, a un instituto donde “trataban casos muy serios”.
Aurora Venturini (1921-2015) fue una novelista, cuentista, poeta, traductora, ensayista y docente argentina. Con “El solitario”, su primer libro de poemas, recibió, en 1948, el Premio de Iniciación a manos de Jorge Luis Borges, pero fue hasta el 2007, cuando escribió “Las primas”, novela galardonada con el Premio Nueva Novela, otorgado por el diario Página/12, que alcanzó el reconocimiento del público.
“Las primas” es la historia de la familia de Yuna: su madre, su hermana; sus tías, Nené, e Ingrazia, casada con Danielito, padres de sus primas: Carina, con seis dedos en cada pies, una adolescente de 14, abusada por un vecino, y Petra, de doce, una liliputiense que ejerce la prostitución, y con quien Yuna desarrolla un vínculo solidario, de esos que surgen entre las mujeres víctimas.
Yuna deja la escuela en sexto grado por un problema de dislalia, entre muchos más, e ingresa a la escuela de arte, donde conoce al profesor José Camaleón, que cree en su talento, la apoya, la apodera y la encamina hasta convertirse en una pintora de fama y éxito, encontrando en el arte, el medio para ir superando sus problemas de lenguaje y dejar plasmado en sus cartones, en sus lienzos, sus “sentires dudas y singulares formulaciones acerca de la vida, al devenir y la muerte…”.
Novela de aprendizaje, historia del desarrollo cognitivo de Yuna, que página tras página va mostrando ante nuestros ojos como, apoyada en su diccionario y sus lecturas, aprende a hablar y a narrar. Solo una gran escritora puede lograr que esa metamorfosis te parezca tan natural.
Historia sobre una familia disfuncional, cómo la de todos. Temas como la violación, el aborto, el sexo y el asesinato, forman lo que pareciera ser, una historia sórdida, pero que el talento de Aurora Venturini logra transformarla en una novela de gran belleza estética.
Novela original, asombrosa, sobresaliente, imprescindible; narrada en primera persona por Yuna, una protagonista con voz fresca e ingenua, y mente brillante; escrita pletórica de acidez, ternura y humor negro; contada a manera de diarrea sintáctica, con una sintaxis desbocada que te hace pensar que la escribe de un tirón, porque así es como se lee: de un sentón.
Vale la pena conocer a Yuna. Te recomiendo que te lances a leer “Las primas”. Yo ya le envíe un Whats App a Rafa, mi librero, para que me separe “Las amigas”, no vaya a ser la de malas. ¡Te leo!