
Sin embargo he leído a Michael Crichton y hasta acudí con mis hijas a los Estudios Universal a conocer Parque Jurásico. También he leído a Jorge Luis Borges y a su gran amigo, Adolfo Bioy Casares. Y probablemente alguna de las novelas de Stephen King encajen en el género, y al “King” le tolero todo.
No soy afecto a la ciencia ficción. No es lo mío. No logré terminar ni la primera película de la saga de “Star Wars”, aunque reconozco que desconozco si encaja en el género; tampoco he visto nada de “Star Trek”; no terminé “Matrix”, aunque me encantó y continúo disfrutando de la saga de “Back to the Future”.
No había leído ni había escuchado mención alguna de Hervè Le Tellier. El escritor francés ( 1957-) ha publicado 27 libros y preside el Oulipo, acrónimo francés del Taller de literatura potencial. Este grupo experimental fue fundado a principios de los sesenta por el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais y ha contado entre sus miembros ilustres a Georges Perec e Italo Calvino.
“La anomalía” la compré porque ganó el Goncourt 2020, que habitualmente es garantía de buenas novelas. Cuando la catalogué, consideré que podría pertenecer al género de Ciencia Ficción, así que mis expectativas para leerla tendieron a cero.
Pero un texto de nuestro amigo Jose Sahagun Sahagun me intrigó lo suficiente como para obligarme a descomponer en factores los polinomios del numerador y denominador como primer paso para esquivar ese límite que tendía a cero, y ese paso, más las primeras páginas de novela, modificaron las expectativas.
Sin embargo, después del buen arranque, sentí como que no pasaba gran cosa y percibí que la función de densidad de terminar la novela, viraba de nuevo hacia el cero. La recomendación de Jose y el Goncourt me empujaban a perseverar, así que procedí a sustituir los polinomios en el límite por su descomposición en factores y eliminé aquellos que se repetían en el numerador y en el denominador. Un buen autor, un buen libro, modifica las posibilidades, pensaba.
Y ¿sabes qué? No pienses que “La anomalía” es mala. Al contrario. Por momentos toma ritmo de thriller y no quieres soltar el libro. Las novelas malas no las termino de leer y mucho menos me tomo tiempo para escribir sobre ellas. Y la novela de Le Tellier es buena y te entretiene. Pero…
La premisa es buenísima: un avión atraviesa una tormenta sobre el Atlántico, logra sortearla con algunos daños para aterrizar en Nueva York, todos vivitos y coleando. Tres meses después, un avión idéntico, con la misma tripulación y los mismos pasajeros, salva una tormenta de las mismas características y aparece por el espacio aéreo de los Estados Unidos.
Las autoridades aéreas, el ejercito estadounidense, la CIA, el FBI, en fin, todos los involucrados en el fenómeno, se jalan los cabellos sobre la imposibilidad de tal anomalía: ¿Un avión y más de doscientas personas aparecen desde el espacio, mientras que sus réplicas, que arribaron tres meses atrás se encuentran haciendo su vida ? Joder…
Entonces, ¿qué pasó, porqué las dudas? Nada, solo que me resultó excesivo que casi durante toda la primera mitad de la novela, el autor se la pasó presentándome a una amplia selección de la tripulación y el pasaje. Ocho personajes, ocho historias, demasiadas páginas dedicadas a conocerlos, así que debí armarme de paciencia.
La temática de la novela me gustó. Estudié ingeniería. Me casé con una matemática. Me gustan e intrigan los misterios matemáticos. La hipótesis de la simulación del matemático sueco Nick Boström me resultó interesante y además, “La anomalía” me puso a reflexionar sobre cuestiones relevantes: ¿Cómo reaccionaría al enfrentarme conmigo, bueno, con mi doble idéntico: lo integro a mi vida, lo presento como mi hermano gemelo desaparecido, lo mato, o qué?
“La anomalía” es una novela original, ingeniosa, atractiva, entretenida e interesante. No tengo claro que haya sido indispensable armar tantas combinaciones sobre cómo el ser humano enfrentaría la posibilidad poco probable de toparse con su doble; no con una réplica, no con un clon, sino con una versión idéntica de sí mismo. Mi reparo no le debe importar mucho al autor y menos a ti. Ganó el Goncourt. ¡Te leo!