Soberbia lectora

Me sorprendió la cantidad de comentarios que generó mi publicación sobre la reacción que provocamos los lectores a los incrédulos sobre el amplio y maravilloso universo donde los leedores nos sumergimos durante nuestras lecturas.

Acostumbrado a publicar solo sobre los sentimientos, sensaciones y emociones que me provocan mis lecturas, no imaginé que tantos compartiéramos el estado de desdeño y menosprecio al que pretenden someternos en ocasiones algunos no lectores.

“Yo no tengo tiempo para leer”, “¿A poco has leído todos esos libros?”, “Te va a hacer daño leer tanto” son algunas de las frases que cotidianamente escuchamos, la mayoría de las ocasiones, sin que vengan al caso.

Permíteme plantear una hipótesis: Sé que existen lectores convencidos de ser superiores a quienes no leen, y que además, dejan ver ese sentimiento de superioridad y menosprecio hacía la gente que no comparte su gusto por la lectura.

Todos hemos leído comentarios en los grupos de Facebook de este tipo de lectores, que se lanzan como jauría sobre aquellos ingenuos que se atreven a preguntar sobre un libro, o externar una opinión sobre algún libro o autor considerado indigno por esta clase de arrogantes lectores, a quienes las lecturas que presumen no les han enseñado virtudes como la tolerancia y la empatía.

Muy probablemente me gane algunos enemigos de a gratis, pero creo que la lectura es una actividad sobrevalorada. El que leas no te hace más culto, más inteligente, mejor informado ni mejor persona. Cada cerebro procesa de manera diferente la lectura, por lo que los resultados que se obtienen de los textos varían en cada persona.

Sin embargo, no dudo que algunos de nosotros asumamos que poseemos una mejor comprensión del mundo y caigamos en la arrogancia de considerar a los que no leen como personas incompletas.

La lectura es un hábito que puede convertirse en vicio. La ventaja es que es un vicio sin castigo, bien visto por la sociedad, que ha sobrevalorado desde hace siglos el poder de la lectura, los libros y las bibliotecas privadas. Es un hábito y un gusto que requiere de ciertos incentivos para desarrollarse, que demanda tiempo, libros, espacios adecuados y no todo mundo cuenta con ellos.

Cuando era joven detecté que asumía cierta actitud de menosprecio cuando intervenía en conversaciones acaloradas sobre política o temas igual de controvertidos. Lector voraz de libros, pero también de revistas y periódicos, pensaba que tenía más y mejor información para opinar que los demás. Con la edad, me llegó una pequeña dosis de humildad, por lo que lucho por controlar esa dañina actitud.

La publicación abrió el campo para discutir sobre la administración del tiempo libre. Comenté que en época del Tour de Francia, de la Eurocopa y de la Copa América de Fútbol, mis prioridades se modificaban. Y curiosamente, aunque la mayoría de los comentarios giraron alrededor de que no solo de lecturas vive el buen lector, hubo algunos que consideraban incompatible que un lector privilegiara un partido de futbol sobre la lectura.

Incluso un engreído y arrogante cuate se atrevió a afirmar que mi biblioteca era producto de una herencia, e incluso dudar de que fuera mía, porque consideraba imposible que alguien que poseyera una biblioteca así, perdiera su tiempo viendo un partido de futbol en lugar de leer. Si supiera que además de verlo por TV, hago deporte diariamente, que soy triatleta, que he finalizado 4 Ironman y me preparo para otro, no me imagino hasta dónde llegarían sus críticas, reproches y acusaciones.

Ojalá los lectores dejemos de lado esas actitudes de soberbia, altivez e impertinencia, porque creo que son las que provocan la repulsión, el franco repudio por parte de los no lectores. Hay gente con otras vocaciones, que les gusta la danza, el teatro, el cine, el golf, el tenis y hasta el futbol, así que ojalá seamos capaces de aprender de nuestras lecturas a ser humildes. ¡Te leo!
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