
El feminicidio de Liliana no acabó solo con su vida. Como todos los delitos de su tipo, sus efectos repercutieron a sus padres, a sus familiares, a sus vecinos, a sus compañeros y a Cristina Rivera Garza, la hermana mayor, que acudió, treinta años después de su muerte, a sus cuadernos, apuntes, notas, cartas y agendas, intocables durante esos años; a los testimonios de sus amigos más cercanos; a conversaciones con sus padres y familiares, para construir un poderoso relato sobre la vida de una mujer “brillante y audaz”: su hermana preferida.
Debo confesar de que a pesar de que tengo varias novelas de Cristina, incluyendo su última, ”Autobiografía del algodón”, nunca la había leído. Compraba sus novelas con la expectativa de leerlas; además, la consideraba un poco… paisana regiomontana, pero… en fin, así me pasa y me pesa. Abrí “El invencible verano de Liliana” por el tema: soy padre de dos hijas; además, la mayor, abogada, ha dedicado su vida profesional al tema de los derechos de la mujer. Pero la terminé porque me era imposible dejarla; culpable: el talento narrativo de Cristina.
Cristina Rivera Garza (1964-) es mexicana, novelista, traductora y crítica literaria. Maestra universitaria, es fundadora del Doctorado en Escritura Creativa en español en la Universidad de Houston. Autora de novelas como “La cresta de Ilión”, “La muerte me da” y “Ningún reloj cuenta esto”; ha escrito relatos y ensayo. Galardonada con varios Premios como el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Roger Caillois, radica desde los 90´s en los Estados Unidos.
Dice Cristina Rivera en un ensayo titulado ¿Nos olvidan los muertos?”, publicado por Letras Libres en su reciente número de Junio del 2021 que “Los muertos nos conminan, por su mera presencia física, en tanto memoria vuelta materia, a la práctica ética de recordar, de tenerlos presentes, de volverlos presente”. Y precisamente es lo que logró Cristina con “El invencible verano de Liliana”: acercárnosla, traérnosla a este 2021, cuando lesionada por una tendinitis en el hombro, dejó la natación y en lugar de nadar, se puso a escribir este hermoso testimonio.
El relato de Cristina inicia en Azcapotzalco, un municipio industrial de la Ciudad de México cuando veintinueve años, tres meses, dos días después de la muerte de Liliana, decide acudir ante la justicia mexicana para solicitar una copia completa del expediente de investigación sobre el feminicidio de su hermana, quien fue asesinada el 16 de julio de 1990 en su pequeño departamento, ubicado en la Calle Mimosas 658, colonia Pasteros, Delegación Azcapotzalco.
Desconozco si existe un infierno peor que el burocrático judicial mexicano. Desde ahí arranca Cristina su paciente -se requiere mucha para lidiar con nuestra burocracia- reconstrucción de la vida de su hermana y lo hace con mucho amor y profundo dolor, aún en un proceso de duelo que no termina por sanar, que te conmueve, te emociona, te acerca, te involucra, te identifica.
Cristina utiliza el material escrito por su hermana: notas, apuntes, recortes, planos, cartas, casetes, agendas y cuadernos para procurar intuir, comprender, reconstruir, penetrar a su mundo íntimo, y en una labor detectivesca, localiza a sus amigos más cercanos de su etapa universitaria para recoger sus testimonios, y así, junto con conversaciones con sus padres y con algunos de los familiares que estuvieron más cerca de Liliana sus últimos años, ofrecernos un texto de una extraordinaria belleza que igual que te lastima, te deslumbra e ilumina.
“El invencible verano de Liliana” es una celebración que surge después de un duelo de muchos años; es una exigencia de justicia para que el proceso de sanación se complete; es la recuperación de la vida de una mujer, de apenas veinte años, apasionada de la literatura, el cine, la arquitectura y el rock que termina dándole voz a miles de mujeres, víctimas como ella, que ni se olvidan ni nos olvidan. ¡Te leo!