“Gente normal”, de Sally Rooney

Ganas de agarrarlos del cuello, zarandearlos y cuestionarlos a gritos: ¿¡Qué no se dan cuenta que tienen todo para ser felices juntos, par de anormales!? Mira que a pesar de saber de que iba la cosa, la lectura de “Gente Normal” me sacaba de quicio, me exasperaba cada vez que ese par de tarados se separaban, pero cuando recordaba que ya soy un adulto mayor, respiraba hondo hasta que me controlaba.

Detesto leer una novela después de ver la película basada en el libro. No creo que la animadversión tenga que ver con la trama o el final revelado; pienso que es más bien que no me gusta que se me sobrepongan los rostros de los actores y actrices en los de los protagonistas de la novela.

La serie de televisión “Gente normal” fue una de las mejores series que vi el año pasado (la vi en STARZPLAY). No recuerdo haberme enterado que se basaba en una novela. Por eso cuando mi librero me la recomendó, la acepté sin dudar y sin ligar el título del libro con la serie que había visto meses atrás. Mi senil memoria desencadena esas penosas situaciones.

Iniciada la lectura, la hermosísima cara de Daisy Edgar-Jones apareció y se incrustó en mi mente, que cliqueó de inmediato, evocando la serie y fastidiándome de paso, porque elegir una lectura en ciertas circunstancias, me resulta un incordio.

Pensé en regresar el libro a su lugar, pero al final, decidí darme la oportunidad de leerlo, con la expectativa de que ocurriera lo que normalmente sucede: que el libro fuera mejor que la película, lo que significaría una novela atractiva, porque reitero: la serie para televisión es espléndida.

Tratándole de dar forma a este texto, me enteré que Sally Rooney fue la super estrella en el mercado editorial anglosajón el año pasado, y yo, ¡ni enterado!; vaya, me pasó de noche, quizá por la pandemia, quizá porque la etiquetaron como un fenómeno literario de su generación. El caso es que a pesar del éxito de la novela y de la serie, “Gente normal” me agarró fuera de base.

“Gente normal” trata acerca de la singular relación entre Marianne Sheridan y Connell Waldron, y cubre desde su último año (2011) en el Instituto de Carricklea, un pequeño poblado irlandés, hasta principios del 2015, casi graduados de la Universidad de Dublín, ella en Historia y Política, él en Filología Inglesa.

Brillantes estudiantes, atractivos, envidiados y apreciados por igual, en lo único que difieren es en el origen: ella, hija de abogados de abolengo; él, hijo de madre soltera muy joven y trabajadora.

Marianne es una nerd con toques góticos: inteligente, brillante, hermosa, de familia adinerada, indiferente a los usos y costumbres de sus condiscípulos, que no pierden oportunidad para aplicarle bullying; inepta en lo social, intensa en lo intelectual, apasionada en el plano sexual.

Connell es considerado como un buen partido, estudiante sobresaliente, centro delantero del equipo de fútbol del Instituto, guapo, que cae bien a todo el mundo, y aunque peca de introvertido, mal que bien, más por sentido de pertenencia que por placer, se involucra y participa en las actividades extra escolares.

Lorraine, la madre de Connell, trabaja como empleada doméstica de entrada por salida en la casa familiar de Marianne. Connell acostumbra ir por su madre al finalizar su jornada laboral. Es durante los momentos en que espera que su madre esté lista para regresar a casa, cuando Marianne y Connell empiezan a conocerse, y muy pronto se enciende una chispa entre los dos.

Connell, inmaduro, inseguro, temeroso de las reacciones de sus amigos, decide ocultar la relación ante los demás, determinación que Marianne respeta, aunque sin entender plenamente las razones. Y pasan los meses; y entre más se conocen, más se entienden, y conforme más se entienden, más y mejor se comparten; y así, van construyendo un fuerte, un firme, un muy sólido vínculo afectivo, que trasciende las convenciones románticas al uso.

Y transcurren los años universitarios, y ellos, entre sonoros éxitos académicos, continúan acercándose y alejándose, sin lograr derrumbar todas las barreras construidas con supuestos, conjeturas, imaginaciones y malos entendidos, involucrándose cada quien por su lado en otras relaciones, que solo les sirven para regresar al mismo punto.

“Gente normal” es una historia intimista, un relato sobre un amor poco convencional, sin cursilería ni estridencias, pero real, auténtico, lleno de confusión, deseo, pasión, ternura, necesidad, aturdimiento, vacilación, fantasía, incertidumbre, dolor, miedo, nerviosismo.

Novela estructurada con saltos en el tiempo que te mantiene atado a la trama, escrita con una prosa llana, seca, donde resalta un extraordinario trabajo en el desarrollo de nuestros protagonistas, sumamente complejos, contradictorios, inseguros, insensatos, anormales, magnéticos, súper atractivos personajes.

Novela intensa, inteligente, introspectiva, que nos hace reflexionar sobre las barreras sociales, la amistad, el maltrato familiar, las relaciones tóxicas; un relato lleno de matices que hacen única, una historia que pudiera parecer ordinaria, de gente normal, que me gustó, que me emocionó como la serie, a pesar que supuestamente no se dirige a gente de mi generación ¡Te leo!
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