
Hace muchos, pero muchos años, perdí la inocencia y dejé de considerar a los premios, sobre todo los que otorgan las Editoriales, como guía literaria, sin que por ello considere que me debo de privar de comprar, y mucho menos leer una novela, solo por el hecho de haber sido galardonada.
El tema está bastante sobado y manoseado, por lo que ya solo menciono que una cosa es que no te chupes el dedo con los premios, y otra cosa es que descalifiques un autor o una obra de entrada, solo porque ha sido galardonado. Los premios son un mecanismo de promoción de una industria que requiere de lectores y consumidores, y debe de entenderse de esa forma.
Yo no conocía a Pilar Quintana. Compré “Los abismos” Premio Alfaguara de Novela 2021 solamente porque desde 1998 he comprado todas las novelas galardonadas por Alfaguara. Y la leí tan pronto, simplemente porque una compañera de mi mundo académico, colombiana como la autora, me la recomendó.
El boca a boca funciona, sin duda, como también funcionan las recomendaciones en las redes sociales, en nuestras comunidades. Quizá si no hubiera de por medio esa intervención, se queda en espera, como lo están aún “Salvar el fuego”, de mi paisano Guillermo Arriaga o “Mañana tendremos otros nombres”, de Patricio Pron, por citar solo los dos premiados que anteceden a Pilar.
Pilar Quintanilla (1972) nació en Cali y ha escrito 5 novelas y un libro de cuentos: “Cosquillas en la lengua” (2003), “Coleccionistas de polvos raros” (2007), “Conspiración iguana” (2009) y “La perra” (2017). El libro de cuentos, “Caperucita se come al lobo”, provocó una controversia hace tiempo, pues tratándose sobre el tema del deseo femenino, parece que se les coló a los responsables de las bibliotecas escolares en Chile generando molestia entre los padres de familia. “La perra”, traducida a quince idiomas, ha sido reconocida con el Premio de Narrativa Colombiana y un PEN Translates Award.
“Los abismos” cuenta la historia de Claudia, quien desde su mirada curiosa y sensible, mirada perspicaz para una niña de 8 años, que observa sin ingenuidad, pero sin comprender cabalmente cuál fue el detonante, el comienzo de una serie de conflictos entre sus padres, surgidos de una indiscreción de su madre, devaneo que deviene en sutiles pero trascendentales cambios en la dinámica familiar.
Ubicada en Cali, durante unas vacaciones de verano; narrada en primera persona por Claudia, (gracias al oficio de la autora, no te hace ruido el nivel del lenguaje que utiliza Claudia, considerando que es una niña), relata la memoria familiar de su madre (tocaya, se llama igual que la hija) y la de su padre, propietario junto con su hermana Amelia de un súper mercado, herencia de sus padres.
Claudia madre, lectora asidua de revistas de corazón, comenta con su hija, sin cesar, y sin reflexionar sobre los efectos en la pequeña Claudia, historias como la de Natalie Wood, Diana de Inglaterra, la Princesa Grace de Mónaco, todas ellas involucradas en accidentes mortales. Gloria Inés, prima que era como su hermana, fallece ese verano al precipitarse desde el balcón de su departamento, a 18 pisos de altura, historias que provocan pesadillas en la niña.
El padre, serio, trabajador y responsable, tolera la indiscreción de su mujer, resiste el estado depresivo en que la postró el fin del affaire, e intenta darle la vuelta a la página; le gusta pasear con su hija los fines de semana, se muestra atento y empático a sus necesidades, pero discreto y poco comunicativo, no colabora en construir una atmósfera más alegre y equilibrada para su hija.
Novela intimista, de excelente factura, escrita con una prosa delicada, y personajes bien construidos; historia que sin extremismos, se atreve a desacralizar a la madre perfecta y que evade otorgarle al padre el papel de culpable; que trata sobre sobre los anhelos, los deseos, las aspiraciones de las mujeres y su relación con la maternidad; sobre la tristeza y la depresión; pero sobre todo, de los miedos, los temores infantiles, el más grande de ellos: el perder a nuestros padres. ¡Te leo!