
Un buen tema es el de las “filias” libreras. Que sí eres bibliómano, bibliópata, bibliocasta, bibliófilo o bibliófago; los lectores nos podemos identificar con una o con todas. En la Ciudadela de la CDMX, sede de la Biblioteca de Mexico, se encuentra un pequeño mural con 20 definiciones de bibliofilias, así que no se preocupen, hay pa´todos.
No recuerdo cómo llegué a “El bibliótafo, un coleccionista de libros”, de Leon H. Vicent y que publica Periférica dentro de una pequeña colección que incluye “los amores de un bibliómano”, de Eugene Field; “La librería ambulante”, de Christopher Morley; y “La librería encantada”, del mismo Morley, pero haya sido como sea, disfrute de su lectura.
Leon H. Vincent (1859-1941) fue un profesor universitario, ensayista, crítico literario, editor y conferenciante. Nunca lo había oido mencionar, pero existen tantos y tantos autores que llenan los panteones de los escritores olvidados, que no me sorprende nada.
El bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Existen de varias clases. El tipo perro del hortelano es el peor. Apenas utiliza los libros él mismo e impide absolutamente que lo utilicen los demás. Por otro lado, alguien puede ser bibliófato simplemente por incapacidad para disponer de sus libros. Puede ser alguien que no tiene casa, un soltero o alguien que los tiene almacenados en una bodega mientras puede construir una biblioteca adecuada s su colección.
“El bibliótafo ” cuenta las andanzas de “El amante de libros más simpático que ha pisado las calles de una ciudad durante mucho tiempo….. un tipo enorme en lo físico, tan grande de corazón como de cuerpo, y, según el afectuoso recuerdo de quienes lo conocieron, tan grande de intelecto como de corazón…. Profundamente versado en detalles bibliográficos, y peligrosamente preciso en su charla sobre ellos”.
“El bibliótafo ” no es un libro que te vaya a quitar el sueño si no lo lees; pero para un coleccionista de libros, es un relato fascinante y entretenido, que como siempre sucede con los libros que tratan sobre este tipo de filas, nos confronta con nuestra jubilosa pasión, que como nos cuenta Charles Asselineau en su gozoso relato “El infierno del bibliófilo” , contiene todos los pecados habidos y por haber: avidez, lujuria, orgullo, avaricia, olvido del deber y desprecio del prójimo.
Yo, como coleccionista “light” de libros, me veo reflejado cuando leo sobre las andanzas que tenemos que recorrer para darle gusto a nuestro perverso vicio. Sé que quienes leen estas líneas no se horrorizarán ante estas confesiones; intuyo que, si aún no se han enviciado irremediablemente con los libros, van en buena ruta para conseguirlo.