
No recuerdo cuándo —aunque sé que no fue hace mucho— escuché una recomendación tan encendida de “Carta de una desconocida” que me hice la promesa de no cerrar este 2025 sin volver a Stefan Zweig. Esta tarde del 24 de diciembre, lejos de mis hijas y con la biblioteca en silencio, dejé que “Carta de una desconocida” ocupara toda la tarde, mientras de fondo sonaban mis boleros favoritos.
Cada vez que leo o escucho algo sobre Zweig vuelvo a reprocharme lo poco que lo he leído. Tengo en los libreros sus biografías de Balzac, Fouché, María Antonieta y María Estuardo esperando turno. Tal vez lo evado porque sé que apenas me he asomado a él a través de algunas novelas cortas, como esta. En mi descargo, la lectura de “Impaciencia del corazón” me sacudió hasta los cimientos, y quizá sea ese mismo impacto el que me ha hecho postergar el resto: a veces uno necesita tiempo para recuperarse de la lucidez de Zweig.
Zweig destaca por su talento para transmitir una historia completa con el mínimo de elementos narrativos posibles. Sus nouvelles alcanzan una intensidad máxima con el mínimo de palabras. “Carta de una desconocida” es la historia de un amor obsesivo no correspondido, contado a través de una carta póstuma enviada por una mujer a un famoso escritor, que la recibe sin conocer a su autora.
Y es tan corta y tan intensa que, al finalizarla, te sientes perdido: percibes una especie de amputación emocional, como si hubieras saltado al vacío sin tocar fondo; tus sentimientos quedan flotando entre los muebles, intentando penetrar por las minúsculas rendijas que quedan entre libro y libro en la biblioteca, y sabes que deseas comprender, que quieres —ingenuo que es uno— aprender a condensar toda la biografía de una vida entera y un dilema moral con esa economía narrativa de la que hace gala el maestro austriaco.
Un amor obsesivo y no correspondido; la invisibilidad femenina ante el hombre; la mujer anónima y frugal frente al escritor famoso y sibarita; la mujer en duelo y el varón en juerga; la tensión entre una vida interior desbordada y una autopercepción que termina por invalidarla: todo eso y más convive en “Carta de una desconocida” sin una sola palabra sobrante.
La nouvelle de Stefan Zweig es una lección de economía narrativa y de profundidad emocional que confirma a su creador como uno de los grandes maestros de la literatura. Leerla es enfrentarse a una historia mínima en apariencia, pero capaz de contener una vida entera y un dilema moral sin concesiones.
“Carta de una desconocida” no es un libro que se lea a la ligera ni en cualquier momento. Pide silencio, tiempo y una cierta disposición al desgarro. Tal vez por eso conviene leerlo cuando uno está solo, cuando la casa guarda silencio y la música acompaña apenas. Entonces Zweig hace lo suyo: no consuela, pero ilumina. ¡Te leo!