Con «La habitación cerrada» cerramos la relectura de La trilogía de Nueva York, compuesta por «Ciudad de cristal», «Fantasmas» y «La habitación cerrada», que marcó un punto de inflexión e introdujo al mundo literario el estilo distintivo de Auster, estableciendo las bases temáticas y estilísticas que caracterizarían gran parte de su obra posterior.

La trilogía de Nueva York se destacó por su experimentación narrativa y su enfoque metaficcional. Auster desafió las convenciones narrativas tradicionales al introducir elementos de misterio, suspenso y reflexión filosófica en sus tramas, creando así una atmósfera única e inquietante que cautivó a los lectores. Además, el uso de narradores ambiguos y la exploración de temas como la identidad, la soledad y la búsqueda del significado otorgaron a la trilogía un carácter distintivo y profundamente reflexivo.

Paul Auster falleció la noche del pasado 30 de abril. La relectura de La trilogía de Nueva York la realicé como un homenaje al autor por el impacto que provocó su obra en mi formación como lector. Leí esta novela por primera vez en julio de 2012, la segunda en agosto de 2014 y en este mayo de 2024 concluí con la tercera. En cada ocasión, gracias a mi memoria de teflón, experimenté como si fuera la primera vez. Una de las principales razones por las que comencé a escribir estos textos fue para evitar que lo que leía se desvaneciera tan pronto y tan fácilmente de mi memoria. Otro motivo fue evitar comprar dos o más veces el mismo volumen. Desde que catalogué mi biblioteca he logrado controlar lo segundo, pero mi memoria aún me sigue presentando problemas.

«La Habitación Cerrada» narra la historia de Fanshawe, el mejor amigo hasta la adolescencia del narrador, que permanece anónimo durante toda la novela. Fanshawe, un individuo inteligente y complejo, abandona Harvard para embarcarse en aventuras por el mundo, dejando a su paso una serie de escritos que se niega a publicar. Tras casarse con Sophie, desaparece de manera abrupta, dejando a su esposa con la promesa incumplida de publicar sus manuscritos.

La novela comienza con una carta de Sophie Fanshawe, esposa de Fanshawe, solicitando la ayuda del narrador para que publique los manuscritos de Fanshawe. A través de una serie de eventos y decisiones, el narrador se convierte en el custodio de los escritos no publicados de Fanshawe, asumiendo la responsabilidad de dar a conocer su trabajo al mundo, los cuales obtienen éxito con los críticos y buen nivel de ventas. El narrador se convierte en una especie de agente de la obra de Fanshawe y escribe artículos y reseñas sobre él. Además, se le encarga escribir una biografía de Fanshawe, lo que lo lleva a buscar pistas sobre su paradero en París y el sur de Francia, sumergiéndose así en la búsqueda y reflexión sobre Fanshawe.

Esta tarea se convierte en un acto de redención y homenaje a la memoria de Fanshawe, mientras el narrador lucha por comprender el significado detrás de la desaparición de su amigo y su propia conexión con él. A medida que se adentra en la investigación, el narrador se encuentra cada vez más inmerso en la búsqueda de la verdad detrás de la enigmática figura de Fanshawe, desentrañando sus propios secretos en el proceso.

En conclusión, «La habitación cerrada» y la trilogía de Nueva York en su conjunto no solo son obras maestras literarias, sino también testimonios perdurables del genio creativo de Paul Auster. A través de sus intrincadas tramas, personajes inolvidables y prosa exquisita, Auster nos sumerge en un mundo de misterio, reflexión y redención. En resumen, la trilogía de Nueva York es mucho más que una serie de novelas; es un viaje transformador que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la realidad, la identidad y el significado último de la existencia.

Descansa en paz Paul. Tu legado literario perdurará en la memoria de quienes hemos sido cautivados por tu obra, y continuará inspirando a generaciones futuras de escritores a explorar las complejidades del alma humana y el universo en el que vivimos.